Feliz 2015

  • 29-12-2014

La nomenclatura humana parece programada para hacer balances y remozarse cada vez que se termina un ciclo. Un fin de año resulta perfecto para aquellos ejercicios. El final del 2014 no fue la excepción. Junto con balances dramáticos en algunos casos, la esperanza surge con fuerza y tal vez es por eso es que las fiestas de año nuevo destilan alegría. Y no importa que horas antes la realidad haya golpeado duro.

Al ya convulsionado panorama internacional, una de las más altas autoridades del mundo espiritual se encargó de echar una paletada de ascuas a la hoguera. El discurso del papa Francisco a la Curia Romana, el lunes 22 de diciembre, pasará a la historia. Y lo hará por la forma descarnada en que resumió los males que, a su juicio, corroen al entorno en que él debe moverse. Fueron quince los males que detectó y que han sido profusamente difundidos por los medios de todo el mundo. Al final, sus palabras no estuvieron cerradas por aplausos estruendosos.

El papa habló de las enfermedades que amenazan a la curia. Todas están relacionadas con el ejercicio del poder, ya sea para manipularlo en beneficio propio o para ejercerlo de forma mañosa. Estas “dolencias”, según Francisco, hacen que los sacerdotes se alejen de sus fieles y de las enseñanzas de Cristo, que debieran ser sus referentes inviolables. Y, en especial, afectan o amenazan a la curia Romana, sus colaboradores más directos.

Sin embargo, las palabras del pontífice pueden aplicarse a toda la sociedad actual. En ellas hay una condena al abuso, a la arbitrariedad, a la excesiva concentración de poder y riqueza en pocas manos. En una coincidencia esclarecedora, en esos mismos días conocimos en Chile varias informaciones que tenían relación con la degradación moral a que ha llegado la sociedad por el abuso de quienes están cerca del poder o lo ejercen directamente.

En los días previos a la Navidad, los círculos financieros locales fueron conmovidos. Dos de sus destacados integrantes -Juan Bilbao y Tomás Hurtado- eran acusados por la Securities and Exchange Comisión (SEC) norteamericana de utilizar información privilegiada en beneficio propio. La maniobra dolosa les había significado una utilidad de US$ 10,6 millones. De inmediato se escucharon voces condenatorias en el sector en que se movían ambos inculpados. El presidente de la Corporación de la Producción y del Comercio (CPC), Andrés Santa Cruz, dijo que “de confirmarse la demanda de la SEC de los Estados Unidos estaríamos frente a graves y deplorables acciones”. Algo muy similar a lo que se ha escuchado cada vez que personajes involucrados en el sector financiero o de las altas finanzas son sorprendidos en maniobras delictuales. Pero, claramente, el comportamiento no mejora pese a las palabras políticamente correctas de los dirigentes de esos gremios.

Juan Bilbao y Tomás Hurtado debieron renunciar a sus cargos en diversas empresas. La justificación para tal resolución es que se abocarán a preparar sus defensas. Bilbao se aleja de la presidencia del Consorcio Financiero y deja los directorios de varias compañías relacionadas, y de otras como Blumar, ENTEL, Paz Corp y Watt´s. Hurtado renunció a ser director del Consorcio Financiero y de Larraín Vial AGF. Los dos personajes cuestionados engrosaron sus cuentas bancarias aprovechando la información que sacaron gracias a sus cargos y que les daba ventajas para comprar acciones de la farmacéutica Recalcine.

Nada nuevo entre nosotros. El ex presidente Piñera pagó US$300 mil para evitar que un juicio por utilización de información privilegiada respecto de LAN enturbiara su campaña presidencial. De más está decir que la operación dolosa le reportó más del doble de ganancias.

El caso Bilbao y Hurtado prácticamente se sobrepuso al escándalo de Penta, en que la Unión Demócrata Independiente (UDI) se ha visto comprometida. Y, de paso, ha obligado a revisar la forma en que se financia la política en Chile.

Pero aún quedaban algunos días del año 2014. El tiempo preciso para conocer la resolución de la Justicia respecto de caso del Martín Larraín, hijo del ex presidente de Renovación Nacional (RN), Carlos Larraín. En las fiestas de septiembre de 2013, Martín atropelló y mató a Hernán Canales. Huyó del lugar. Cuando se realizaban las investigaciones, los dos amigos que lo acompañaban esa noche, Sebastián Edwards y Sofía Gaete, mintieron para protegerlo. Ambos fueron condenados por obstrucción a la investigación. En cuanto a Martín, fue absuelto de toda culpa. Resolución que hizo exclamar a Rodrigo Sepúlveda, ex vicepresidente de las Juventudes de Renovación Nacional y actual concejal por ese Partido: “Esto está mal…es un chiste”. Y la realidad parece darle la razón. La resolución judicial deja claramente establecido que Canales transitaba por el camino de Curanipe con 2,43 gramos de alcohol en la sangre. En cuanto al estado etílico de Martín Larraín, nunca se pudo establecer, ya que se presentó ante Carabineros cuando ya era imposible que la alcoholemia detectara en que condición manejaba la noche del atropello. Terminó así otro capítulo judicial rodeado de maniobras de sobornos, declaraciones falsas y manejos reñidos con la ética por parte de la defensa de Larraín.

Así despedimos el 2014. Con la esperanza de que 2015 sea un año feliz.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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