#je suis... chilien

  • 11-01-2015

No es para la risa y sin embargo, el equipo de la revista Charlie Hebdo que sobrevivió al ataque asegura que seguirá haciendo su trabajo: hacer reír. Y el mundo espera con ansiedad lo que preparan en las oficinas que les facilitaron sus compañeros de Libération, como una manera de protegerse del asedio periodístico mundial, para dedicarse al número de mayor tiraje en la historia de este medio de comunicación. Más de un millón de ejemplares que desafían al mundo entero a sonreír cuando lo que se quiere es llorar.

Sin embargo, en Chile es difícil tratar de entender y menos, hacer entender lo que verdaderamente ha sucedido cuando se trata de una vertiente periodística hoy inexistente en el panorama nacional. El repudio al ataque terrorista en contra del equipo de la revista Charlie Hebdo en el momento en que desarrollaba su reunión de pauta semanal es unánime: @Je suis Charlie Hebdo, se lee en las redes sociales. Y a pesar de que se describa el trabajo que desarrollaba este colectivo que ha perdido a figuras irremplazables, como lo han señalado los sobrevivientes, como son Stéphane Charbonnier, Charb, Jean Cabut, Cabu, Bernard Verlah, Tignous y Georges Wolinski no existe nada en nuestra realidad que pueda acercarse al oficio que desarrollaban. Una y mil veces se repite que Charlie Hebdo es una revista política de humor satírico, categorías todas que en Chile están casi extintas.

Las revistas políticas murieron en los primeros años de la Transición política a pesar de haber sido las principales armas de lucha en contra de la dictadura. Los lápices que hoy empuña París y el mundo entero en señal de combate en contra del fundamentalismo islámico, son los mismos que nos hicieron reír a los chilenos en los peores momentos. Los semanarios como Análisis, Apsi, Hoy, Fortín Mapocho, Punto Final y tantos otros fueron los que desafiaron al tirano y a sus secuaces y lo pagaron caro entonces y después. Con la vida de algunos periodistas, como la de Pepe Carrasco de Análisis, pero también con la cárcel, como es el caso de Juan Pablo Cárdenas, director esa revista y periodista que más veces fue procesado y encarcelado por la Justicia militar.

No eran tiempos para reírse y sin embargo, el humor era el más dulce placebo a la espera de la alegría, por efecto de la pluma de un Palomo, Guillo, Hervi, Pepo, De la Barra, Rufino, El Gato, Guidú, Gueni, GUS, Giotto, Pepe Gai…Una “alegría” que cuando llegó a La Moneda, lo primero que hizo fue implementar una política de exterminio de esos medios, dejándolos al descampado, sin la posibilidad de recibir la solidaridad, expresada en dinero, por parte de organizaciones y países europeos fundamentales para su subsistencia en ese nuevo escenario. Ni qué hablar del humor gráfico, cuando todos esos lápices eran herederos de una tradición que durante décadas y hasta el 11 de septiembre de 1973 hizo reír a los chilenos y sacar ronchas en los aludidos en medios como Topaze con Lugoze, Mono, Pekén, Lukas, Pepo, Tan Tam; lo mismo que en la revista Sepa hacía Rein y Nelson Soto; en Punto Final, Pepe Palomo; en Ahora, Hervi y en La familia chilena, Victorino. Un humor político que tenía a personajes temidos como a Verdejo o al Enano maldito, que hacían volar plumas y más.

La Dictadura mató a la tradición de humor gráfico político y social y la Transición exterminó lo que quedaba de ellos. Por eso cuando hoy en Chile nos condolemos con lo que ha sucedido en Francia, en verdad debiéramos condolernos con nosotros mismos que ni siquiera tenemos donde reírnos de nuestras desgracias.

Francia y los franceses están en las calles lápiz en mano, esperando ansiosos en sus bien nutridos kioskos la llegada del siguiente número de Charlie Hebdo y de las otras decenas de revistas de humor gráfico y de análisis político que los harán esbozar una sonrisa triste. En Chile, observamos la situación desde nuestros móviles, quizás parados frente a un kiosko, un verdadero páramo editorial, esbozando una mueca, escribiendo #je sui…chilien.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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