El moderno circo romano

  • 09-03-2015

La tecnología cambió, pero el objetivo es el mismo: atrapar al pueblo con un espectáculo morboso para que olvide, al menos momentáneamente, sus más graves privaciones. En el imperio romano no contaban con la tecnología actual, pero tampoco hacían gala de la sofisticada batería de elementos que pretenden defender los Derechos Humanos. Por eso, algunos gladiadores morían, para no hablar de los leones que devoraban cristianos. Eran espectáculos variados.  Igual que ahora.  El divertimento central es el fútbol y como el morbo no era suficiente, se le agregó las barras bravas. Nadie sabe a qué responden, pero tienen una vinculación que las hace trascendente en este esquema morboso cuyo objetivo es lograr que el pueblo pierda el objetivo central y postergue cualquier reacción por sus tribulaciones. Porque así los que manejan el poder, como los emperadores de antaño, pueden seguir haciendo de las suyas.

La comparación no queda completa si olvidamos a los cristianos. Ahora a estos los reemplazan ciudadanos víctimas de delincuentes. Las trapacerías de éstos aparecen a diario ocupando buena parte en los noticieros de TV, tal vez porque el morbo y el miedo han sido siempre buenos aliados para someter.  Y, de vez en cuando, otros delincuentes -esta vez de cuello y corbata- le agregan glamour al espectáculo, además de dar la sensación de que todos somos iguales y que la vara del rigor legal nos cae con el mismo peso cuando pecamos.

Eso estamos viviendo en estos días. Las voces políticamente correctas se esfuerzan porque todos comprendamos que las instituciones funcionan. Que la mejor demostración de ello es que dos de los empresarios más poderosos del país, Carlos Délano y Carlos Lavín, deberían pasar cuatro meses en la cárcel mientras se prepara su juicio por haber defraudado al fisco en sumas multimillonarias. Este es el caso Penta, que tiene aristas políticas de importancia, ellas muestran cómo se financiaba el partido mayoritario en Chile, la ultraderechista Unión Democrática Independiente (UDI), cuyos fundadores fueron destacados colaboradores de la dictadura del general Pinochet.

Claro que el encarcelamiento de Délano y Lavín puede ser mucho más breve, ya que la Corte de Apelaciones verá la apelación de su defensa el próximo martes.  Para algunos ya es un hecho digno de destacarse que pasen un fin de semana encarcelados.  Pero no en cualquier prisión, sino en una especialmente acondicionada para detenidos que ostenten apellidos respetables y una billetera que permita contratar abogados especialmente caros y hábiles en torcer la nariz de la justicia.  Por lo demás, esto del trato diferente a los delincuentes en Chile no es nuevo.  Los militares condenados por asesinatos y otros atropellos graves a los DD.HH. tienen una cárcel especial. Y como si eso fuera poco, ni siquiera han perdido su grado militar.  Por lo tanto, son tratados hasta con deferencia por los militarizados miembros de Gendarmería encargados de su custodia. Así funciona la justicia en Chile.

Pero este caso que muestra las ligazones entre dinero y política no hace sino reflejar una realidad que no se da solo en Chile. Está claro que el objetivo central que mueve a la sociedad occidental, que es el éxito, genera conductas que son cuestionables y se dan a todo nivel. La competencia es llevada a un plano excelso, es necesario estar siempre alerta para poder ganar. Y en ese intento hay que poner en juego todas las potencialidades.

¿Recuerda Usted cuando nos ufanábamos del comportamiento honesto de los chilenos? Hablábamos de picardía, pero estábamos satisfechos de que no existiera corrupción. Evidentemente, eso es pasado. Hoy las cosas son diferentes. Si alguien puede sacar ventajas, lo hace sin escrúpulos. No estoy hablando solo de los bancos, las casas comerciales, los prestadores de servicios en general, estoy refiriéndome al chileno común. Ese que evade pagar la locomoción. Aquel que trata de evitar dar una boleta por un consumo, para no pagar el IVA. Del “emprendedor” que se colude con otros para cancelar menos impuestos.  De los profesionales que inventan empresas para no entregar al Estado lo que corresponde. De  aquellos que no respetan ni siquiera los estacionamientos para discapacitados. Hablo del comportamiento ético de los chilenos. De eso pocos parecen preocuparse.

Y cuando algún personaje con espacio televisivo o escenario en algún festival lanza alguna crítica, de inmediato aparece la voz de alarma. Como la del ex ministro Sergio Bitar, que alertó acerca de las exageraciones. Se refería al reciente show de Yerko Puchento -el actor Daniel Alcaíno-, en Canal 13, en el que las críticas al poder político y económico fueron fuertes. Hasta ahora, Alcaíno continúa en el canal.  Y eso puede, también, tener una explicación que entra dentro de este marco de comportamiento. El propietario de ese medio es Andrónico Luksic, dueño del Banco Chile y uno de los involucrados en el escándalo CAVAL, que protagoniza uno de los hijos de la Presidenta de la República.

Los emperadores romanos daban circo para congraciarse con el pueblo y seguir manipulándolo. Ojalá que los chilenos vayan aprendiendo la lección.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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