Yemen, una nación árabe cuenta con una población de 25 millones de habitantes de las cuales el 98% tiene al islam como su religión, donde el 52% adhiere a la rama sunita y el 46% a la rama Chiita con sólo un 1% de cristianos y otro 1% de hinduistas. Este país se sitúa en un lugar de enorme importancia estratégica, en la zona de mayor tránsito petrolero del mundo. Al sur de la Península Arábiga, puerta de entrada al Mar Rojo, con presencia en el Golfo de Adén donde su impronta geográfica genera clara influencia sobre la zona del Golfo Pérsico como también con el cuerno africano. Punto de proyección hacia el Océano Índico y campo de acción de la V Flota de la Marina Estadounidense con base en Bahréin. Zona donde proliferan los grupos takfirí como Al Qaeda en la Península Arábiga y el grupo Adén Abyan Islamic Army, surgido el año 1998 en apoyo a Osama Bin Laden.
Viejos problemas, nuevas instituciones
Yemen, une a esa condición geoestratégica las pugnas entre las regiones del norte y el sur, que han derivado en enfrentamientos armados y separaciones que sólo lograron, al menos en el plano formal, consolidar un Yemen único el año 1990 (coincidente con la caída de los socialismos reales). Recordemos que desde el año 1967 hasta el año 1990 existieron dos Yemen. Una, la República Democrática de Yemen – de corte marxista y con fuerte influencia de la ex Unión Soviética – que ocupaba las regiones del sur de la Península Arábiga y una República Árabe de Yemen del Norte, de corte pro occidental.
En el año 1990 asumió la presidencia Ali Abdullah Saleh, quien mantuvo un país en una condición de atraso económico y social, a pesar de las riquezas que yacen en su subsuelo el atraso. Además, sumido en el juego de intereses regionales bajo el mando de Arabia Saudita, con segregación de zonas rurales y un norte que sentía que sólo el sur disfrutaba las riquezas que el petróleo proporcionaba. Una Casa al Saud que llenó Yemen de centros de formación wahabita y salafistas, generando la lógica desconfianza de los Hutíes que aprovechando el descontento social, comenzaron a consolidar una fuerza considerable.
La corrupción, el sometimiento a occidente en el marco de la “guerra contra el terrorismo” y las operaciones con drones contra la población yemení fueron aislando cada día más al régimen de Saleh, que además comenzó a enfrentar el separatismo de las regiones del sur, que tenían el apoyo de Riad, decidido con esta condcuta a mantener una estado de inestabilidad que le permitiera a la Casa al Saud reinar en el desorden e influir sobre Saleh. Un movimiento de secesión de escasa duración de las regiones del sur fue rápidamente reprimido el año 1994 imponiéndose la hegemonía de las provincias del Norte, manteniéndose la tensión entre ambas zonas geográficas.
El ex presidente Ali Abdullah Saleh en esta lucha contra Hutíes y rebeldes del sur comenzó a apoyarse en grupos salafistas, que serían la base de los actuales grupos takfirí, sumando a movimientos como Yemen Islamic Yihad (responsable del ataque a la Embajada de Estados unidos en Yemen el año 2008) e incluso ramificaciones de la egipcia Al Gamma´a al Islamiya (traducido como grupo islámico). Esa presencia comienza a ser entendida por Arabia Saudita y Estados Unidos, no sólo como fuente de inestabilidad política, sino también una clara amenaza contra compañías transnacionales de hidrocarburos como Total Fine y British Petroleum, para la industria minera e incluso la navegación por la zona. Una política que ya tenía sus antecedentes con Al Qaeda y que sin embargo Washington y sus aliados repiten en forma contumaz.
Adicionemos a los factores derivados de un país pobre: altos índices de desempleo, malnutrición, un desarrollo económico insuficiente para las necesidades de sus 25 millones de habitantes, los factores relacionados con la lucha política, ideológica y religiosa en la que está sumida Yemen, que forma parte de la confrontación mayor entre un Irán que exige respeto en su condición de potencia regional y un Estados Unidos que apoyado en la alianza sionista-Wahabita trata de mantener su hegemonía en la zona. Esta situación determina el hecho que el conflicto en Yemen sea producto de relaciones de poder, que escapan simplemente a la mirada de una lucha entre sunitas y chiitas o entre un norte empobrecido y un sur que siente que el poder central lo ha abandonado.
Para el analista iraní Raosul Gourdazi “Yemen tiene una gran importancia para Arabia Saudí y EE. UU. Por su situación estratégica: está rodeado por el Mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo. Riad es un actor de mucho peso que no considera al territorio yemení como el de un país extranjero, sino como su patio trasero, por lo que no quiere perder su influencia. La llegada al poder del movimiento popular Ansarolá en Yemen, debido a sus diferencias ideológicas y religiosas con los saudíes, supondría una amenaza para esta influencia. Por lo tanto, deciden recurrir a cualquier mecanismo a su alcance para evitar un gobierno chií en sus cercanías. Asimismo, el reino de Arabia Saudí es considerado un gran rival de Irán, por su intención de extender su ideología wahabita y su intolerancia a un gobierno chií en sus fronteras, en especial cuando la parte oriental de su territorio se encuentra sometida a fuertes manifestaciones populares”
Por su parte, para el especialista en temas de Medio Oriente, Guadi Calvo, en su artículo “la lenta agonía yemení” señala que “la mediática e instrumentada primavera árabe contó a Yemen como un daño colateral, una víctima no deseada…una primavera diseñada para eliminar enemigos como el Coronel Gadafi o el presidente Sirio y el gobierno iraní y pode balcanizar todavía más el oriente medio, arrastró a enemigos y aliados fundamentales de estados unidos como el propio Saleh, Hosni Mubarak o al tunecino Ben Ali. …Saleh tuvo que renunciar en junio del año 2011 después de haber resultado herido en un bombardeo contra su casa. En una extraordinaria operación gatopardista lo reemplazo nada menos que su presidente Abd Rabbu Mansur Hadi que prometió una transición transparente y tranquila. En ambos casos se equivocó. Su transición terminó con unas elecciones en las que Hadi, justamente, resultó ser el ganador, siendo además el único candidato…la transición tampoco ha sido tranquila pues desde su toma de posesión los muertos se cuenta por miles”. Para calvo “si los hombres de Ansarolá (los seguidores de Dios) de la minoría zaidí, una vertiente del chiismo liderados por el clérigo Abul Malik al Houthi, no se imponen en este conflicto, Yemen corre el riesgo de convertirse en un Estado fallido”
Lo decisivo no son las tormentas
Justamente ese triunfo es el que Arabia Saudita y sus aliados no desean en Yemen, pues temen que se amplíe la influencia iraní en la zona. Para ello, nada mejor que acoger el llamado de Hadi y comenzar a bombardear cuanta posición, ciudad, asentamiento o sitio donde Ansarolá pueda estar, sea éste real o imaginario. Sumando en esta misión a la Liga Árabe a los crónicos intervencionistas occidentales como Francia, Inglaterra e incluso al régimen sionista. La idea es generar terror en la población Yemení, presentra como culpable de sus desgracias a Ansarolá a Irán pero no a los verdaderos agresores. La idea es dar una clara señala que la presa no se escapará de las manos de la Casa al Saud, que considera a Yemen su patio trasero. Y si es necesario cortar de raíz toda maleza o hierba considerada contraria al “verde césped wahabita” Riad está dispuesta a utilizar todo su poderío bélico y el lógico veto de sus aliados de Washington, Inglaterra y Francia en el seno del Consejo de Seguridad si a Rusos y Chinos se les ocurriera presentar una Resolución condenatoria. El plan está funcionado a la perfección
La Operación liderada por Arabia Saudí, Asifat al-Hazm que s etraduce con nombre Hollywoodense “Tormenta Decisiva” al mejor estilo de las intervenciones estadounidenses en la zona, busca consolidar la hegemonía que la Monarquía wahabita, junto a su aliados de Tel Aviv y Washington han mantenido en los últimos 50 años y que está siendo amenazada por levantamientos sociales que buscan derribar estructuras monárquicas arcaicas y gobiernos títeres de las grandes potencias, violatorias de los derechos humanos, que se han dedicado a esquilmar las riquezas de los pueblos de una zona inestable y que pide a gritos paz para progresar como lo han hecho las sociedades de Bahréin y ahora Yemen, a quienes a punta de bombas los quieren acallar.
Con anterioridad y con el objetivo de defender la Monarquía Wahabita de los vaivenes bélicos e intervencionistas en Medio Oriente y el Golfo Pérsico (donde la propia Casa Al Saud ha jugado un papel fundamental al apoyar a movimientos terroristas takfirí, que son los que han generado la inestabilidad en la zona junto a las intervenciones de las potencias occidentales, aliadas de Arabia Saudita) esta Monarquía ha comenzado a fortificar su territorio con el objetivo de aislarlos, a lo largo de 9 mil kilómetros de fronteras, en lo que se considera será la barrera de seguridad más larga y costosa del mundo. La idea es acordonar este país de sus vecinos fronterizo: Irak, Yemen, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Kuwait y Jordania.
El proyecto, con algunas etapas ya concluidas es llevado a cabo por el consorcio de Defensa y Seguridad EADS y Al Rashid Trading & Contracting Co. que tienen participación también en el Muro de la Infamia de Cisjordania y que dieron sus asesoría para la construcción y mantenimiento del Muro de la Vergüenza que separa a las comunidades saharauis del Sahara Occidental. En las zonas donde haya más presencia de ciudades y pueblos las autoridades sauditas han señalado que se contará con una barrera física y en las zonas menos pobladas y desérticas el proyecto se proveerá de vigilancia satelital, cámaras, radares, sensores electrónicos, centros de detección costeros y aeronaves de reconocimiento para detectar intrusos y enviar patrullas de intervención rápida. Ya existe en la frontera con Yemen una estructura divisoria de 1.800 kilómetros de largo, consistente en una red de sacos de arena y tuberías rellenas de concreto, dotadas a su vez de equipos y sensores de detección electrónica.
Esta división se unirá al muro de 900 kilómetros de largo anunciado por el fallecido Rey Saudita Abdalá Bin Abdelaziz, en septiembre del 2014 que permitirá “disminuir el número de infiltrados y de traficantes de drogas, armas y ganado hasta cero” es decir aislar al Reino Wahabita de los acontecimientos en Irak. A pesar de estas palabras el objetivo es proteger a Arabia Saudita de la influencia de una de las criaturas que ayudó a crear: El Movimiento Takfirí Estado islámico (Daesh en árabe) que ya tiene bajo su control vastas áreas del norte de Siria y el norte Iraquí. Esta construcción estará dotada de cinco capas, con torres de vigilancia, vehículos y radares. Ocho puestos de control y dirección, 32 centros de reacción rápida, 3 destacamentos de tropas de intervención inmediata, varias torres de observación, 50 radares y 10 vehículos de vigilancia. Con los acontecimientos en Yemen, los planes de aislamiento y cuarentena saudí se han intensificado y para ello que mejor que un ataque preventivo con bombas contra suelo yemení.
Las intervenciones en Bahréin, Yemen como también en Siria e Irak tienen un actor principal, un eje común: la participación militar directa o bajo la idea de su valedor en el denominado leading from behind (el actuar desde atrás) de la Casa al Saud que no quiere enfrentar revueltas sociales y cambios que sirvan de ejemplo para cambios en su propio territorio y afecten su status quo. Arabia Saudí inició una invasión, junto a otros nueve países contra Yemen: Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Qatar, Kuwait, Egipto, Jordania, Sudán, Paquistán, Marruecos y Turquía. Un hecho totalmente contrario a las resoluciones y leyes internacionales porque viola la integridad territorial de un país soberano.
No existen operaciones aisladas
La decisión de reunir una coalición de países – todos ellos con gobiernos o monarquías sunitas – se entiende en un contexto de un objetivo estratégico mayor trazado entre Arabia Saudita, junto a sus aliados de Tel Aviv y Estados Unidos: impedir la influencia regional que está ejerciendo Irán. Esto, a través de sus alianzas con movimientos en El Líbano, Palestina, Yemen, Siria y que se han intensificado en el combate contra Estado islámico (Daesh en Árabe) tanto en Siria como en Irak y que le ha valido el reconocimiento de las comunidades de esos países que ven en el apoyo iraní a las milicias chiitas y al ejército iraquí y al gobierno sirio, una verdadera decisión de combatir el terrorismo. Con resultados visibles, cuantificables, con recuperación efectiva de ciudades, que se mantiene al margen de la parafernalia mediática de la Coalición Internacional Contra Daesh, liderada por Estados Unidos, que se ha limitado a bombardear ciertas posiciones terroristas pero que no esconden el objetivo de seguir minado la economía y la infraestructura del gobierno sirio aún si ello significa seguir suministrando armas, logística y financiamiento a los mismos que dicen combatir.
Es la política de la hipocresía que hoy se materializa en Yemen, donde se justifica el crimen, la intervención y la destrucción de un país porque se ha solicitado la intervención extranjera, ocultando que al mismo tiempo que se quiere destruir al Movimiento Popular Ansarolá, se desea detener el apoyo que Teherán ha dado a los movimientos que efectivamente combaten el terrorismo takfirí, el mismo que es sustentado por los petrodólares sauditas. El sostén decidido al trabajo de Hezbolá en El Líbano, su papel en materias de lucha contra el terrorismo takfirí y las buenas perspectivas que se tienen de las conversaciones con el denominado G5+1 (es decir, los miembros permanente del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas más Alemania) en materia relacionada con el programa de desarrollo Nuclear Iraní, que según las propias palabras de la jefe de la Diplomacia de la Unión Europea Federica Mogherini auguran buenos resultados, considerando que nunca han estado tan cerca de lograr un acuerdo definitivo sobre el programa nuclear del país persa.
Dicha visión y la necesidad de sumar actores en la lucha contra los movimientos terroristas de raíz takfirí, junto a la necesidad de lograr la necesaria estabilidad en una de las zonas más explosivas del mundo consolida esta tendencia de situar a Irán como una potencia regional con la que se debe contra sí o sí en materia de lograr la paz y estabilidad de esa zona del mundo. Israel, que no pierde oportunidad de criticar a Irán o buscar alternativas de atacarlo dio todo su apoyo a la Coalición liderada por Arabia Saudita en su agresión contra Yemen. Para el primer Ministro israelí “Irán pretende ocupar, a través del Movimiento Ansarolá gran parte de Yemen y así controlar el estrecho de Bab el-Mandeb, al suroeste de Yemen, lo que cambiará la balanza de la navegación marítima y el suministro mundial del petróleo”. Contradictoria afirmación, porque quien agrede militarmente, quien bombardea territorio yemení, incluso con aviones israelitas y apoyo de inteligencia del régimen sionista es precisamente la Casa al Saud, que probablemente tiene como apoderarse de Bab al Mandeb.
El Líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah resalta que la guerra contra Yemen se ha desatado bajo una premisa en esencia falsa, lo que Arabia Saudita, Israel y sus aliados denominan “la amenaza Iraní”. Se ha desatado una agresión bajo la clásica política del miedo fente a lo que “podría suceder” lo que piensan los enemigos de Irán podría estar planeando Teherán, sin más pruebas que sus propias elucubraciones. Para Nasrallah existe una hipocresía en la Colaición formada por países árabes que pretender combatir al Movimiento Ansarolá, bajo la idea que se acude en ayuda de un presidente legítimo como Hadi y evitando la supuesta expansión de irán en la zona. La Liga Arabe, para Nasrallah jamás ha propuesto una Fuerza de Tarea Conjunta que permita, atacar a Israel verdadero enemigo de los pueblos árabes y que ha generado una serie de guerras de agresión contra Palestina.
El apoyo de Tel Aviv a esta guerra de agresión no puede traer nada nuevo para la posibilidad de alcanzar la paz en Oriente Medio, sobre todo cuando la diplomacia iraní, en un trabajo de joyería se ha conducido con seriedad y en forma transparente en las discusiones sobre su Programa Nuclear, así reconocido por todos los miembros del G5 + 1 que incluye incluso a Estados Unidos. Todo lo que sea posible de usar contra Irán y su aliados es una herramienta útil para Israel y la Casa al Saud, que a pesar de sus antiguas diferencias religiosas, incluso cuando la Monarquía saudí apoyó al pueblo palestino, quedan supeditadas a su objetivo mayor: detener y cercar a Irán. Por ello, no existen operaciones militares, políticas, diplomáticas o económicas aisladas, cada una de ellas obedece a un planificado juego de intereses.
La Casa al Saud, con todo su poderío económico y el wahabismo como doctrina religiosa y fundamento político-ideológico son el sustento de la decisión de atacar a su vecino del sur utilizando como excusa el llamado del prófugo presidente Abdu Rabu Mansur Hadi, quien gobierna Yemen desde el 27 de febrero del año 2012 después de suceder (como vicepresidente en ejercicio) al derrocado ex mandatario Ali Abdalá Saleh, quien había gobernado el país desde el año 1990 hasta el año 2012, cuando tuvo que abdicar tras meses de protestas de la sociedad yemení.
Acciones donde el Movimiento Popular Ansarolá (Ansar allah: seguidores de Dios) Movimiento Armado Hutí, ha tenido una importancia radical al forzar la dimisión y huida de la capital yemení de Mansur Hadi, fiel aliado de Estados Unidos, Arabia Saudita y las denominadas Monarquías del Golfo, hechos que se concretaron en enero del año 2015. En esa fecha, el Movimiento Popular Ansarolá se hizo formalmente con el poder en Yemen, tomando decisiones que afectaban las bases mismas del derruido régimen: Disolver el Parlamento, concretar una Asamblea provisional que se diera una nueva carta Magna y generar un gobierno (Consejo provisional) que gobernaría por dos años.
Ansarolá reivindica no sólo que se elabore una nueva Constitución, sino que tener una efectiva participación en el poder y un gran pacto contra la corrupción y la aplicación de los acuerdos de setiembre de 2014. Idea que tuvo la inmediata oposición de algunas tribus suníes y los líderes tribales del sur del país, donde radica parte del sostén político del fugado Mansur Hadi. El Movimiento de los Hutíes es considerado un grupo insurgente cuya doctrina religiosa es Zaidí Chiita, con orígenes que se remontan al Siglo VIII. Componen el 35% de la población de Yemen y se sitúan, principalmente en el norte del país. Recibe el nombre de Movimiento Hutí por su fundador Hussein Badreddin al Houthi, líder religioso y ex Miembro del parlamento de Yemen entre los años 1993-1997. Fue muerto por las fuerzas de seguridad yemenitas del ex presidente Ali Abdalah Saleh el año 2004.
Este movimiento popular, conocido también como Ansarolá ha mantenido una intensa disputa con los gobiernos yemenitas, tanto de Ali Abdullah Saleh, como el de Mansur al Hadi, principalmente desde sus posiciones en el norte de Yemen, desde la región de Sa´dah, expandiendo lentamente su influencia y sus operaciones contra el régimen. A fines del mes de febrero del 2015 Mansur al Hadi escapa de Saná, la capital Yemení y se refugia en el puerto de Adén, declarándola capital de facto. Durante el mes de marzo las fuerzas Hutíes siguieron su avance imparable apoderándose de la tercera ciudad de este país situado en el sur de la Península Arábiga, Taiz. Operación que les permitió cercar definitivamente a la ciudad de Adén.
Hadi y el llamado a asesinar a su pueblo
Ante esta situación al Hadi solicita el día miércoles 25 de marzo que la Liga Árabe envíe tropas al país para detener el avance de los Hutíes en la ciudad de Adén. La Monarquía saudí aprovechando este llamado – que a la luz de los acontecimientos de ha mostrado como un plan preconcebido, programado entre el asediado presidente yemení y la Casa al Saud – comenzó en la madrugada del jueves 26 de marzo el bombardeo de posiciones de Ansarolá, tanto en la conquistada capital Yemení de Saná, como en el perímetro de la asediada ciudad de Adén, como también en la ciudad de Taiz.
Mohamad Abdel Salam, portavoz del Movimiento Popular Ansarolá, afirmó que a su movimiento no le sorprendió la petición de Hadi para que la Liga Árabe y en especial Arabia Saudita se inclinasen por bombardear su propio país lo que viene a demostrar que Hadi y aquellos que lo apoyan, secunda las políticas del régimen de Israel en materia regional. Salam también acusó al presidente fugitivo yemení Abdu Rabu Mansur Hadi de alta traición por solicitar a esta coalición militar árabe que continúe bombardeando Yemen, hasta que el movimiento de Ansarolá se rinda.
Operación que ha significado la muerte de un centenar de yemeníes, a contrapelo de cualquier decisión de las Naciones Unidas, una Resolución de su Consejo de Seguridad o una posición unánime de la comunidad internacional. Ello permite calificarla como una acción contraria al Derecho Internacional, por más que el día sábado 28 y domingo 29 de marzo en el exclusivo balneario egipcio de Sharm el Sheij, esta Liga árabe haya decidido, en el marco de la agresión a Yemen, avanzar en concretar la formación de una Fuerza Militar Conjunta, para afrontar según el Presidente de Egipto, “para afrontar las amenazas a la seguridad regional”
La declaración final de la Liga árabe, que además decidió apoyar y continuar, con el beneplácito de gran parte de sus miembros, con las operaciones militares contra Yemen señala que “durante los próximos días se creará una comisión formada por responsables militares de alto nivel de los países miembros que se encargará de concretar los detalles relativos a la fuerza de respuesta rápida conjunta. En teoría, el nuevo cuerpo militar tendrá como objetivo combatir contra “los grupos terroristas” Para ello contará con 40 mil efectivos con uso de aeronaves de combate, fuerzas de tarea naval y tropas de intervención rápida.
Irán ha exigido el cese inmediato de los ataques contra Yemen bajo la consideración que viola la soberanía de Yemen sin más, resultados que derramar sangre y que sólo servirá a los intereses de los movimientos takfiries. Para la Unión Europea, que ha sido más cauta que su socio estadounidense “la acción militar liderada por Arabia saudita no es la solución a la crisis yemení. La jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini afirmó que “los últimos acontecimientos agravan la ya frágil situación en el país y el riesgo de tener graves consecuencias regionales. La acción militar no es una solución a la crisis que vive Yemen. Sólo un amplio consenso político en las negociaciones puede proporcionar una solución sostenible, restaurar la paz y preservar la integridad y unidad territorial en Yemen” si esto no es así, Mogherini considera que “la capacidad de los grupos extremistas y terroristas para tomar ventaja de la situación podría aumentar de forma drástica”.
Para Rusia, un proveedor habitual de armas para los gobiernos yemenitas y con participación activa en el Yemen anterior a la unificación (La República Democrática de Yemen) sostuvo, a través del enviado especial de Rusia para Oriente Medio y África, Mijaíl Bogdanov que “Tenemos contactos con todas las partes: el presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, el ex presidente Ali Abdalá Saleh, y con el grupo rebelde de los hutíes, todos ellos se dirigen a nosotros para que les ayudemos a encontrar una solución al conflicto”. Las declaraciones de Bogdanov fueron emitidas al margen de la cumbre árabe que se celebró en la ciudad egipcia de Sharm al Sheij. El diplomático ruso sostuvo que “solicitamos el cese del uso de la fuerza y la celebración de negociaciones bajo la supervisión de la ONU. Instamos a que el papel de los países árabes sea equilibrado y que no apoyen a una parte u a otra. Por ello, sobre el proyecto de la formación de una fuerza militar árabe conjunta, necesitamos más aclaraciones de los amigos árabes”
China, por su parte, a través de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Hua Chunying afirmó que “seguimos con profunda preocupación lo que está aconteciendo en Yemen y estamos en contra de la incursiones áreas pues empeoran aún más la situación en ese país. Instamos a las partes a dirimir sus disputas mediante el diálogo político y esperamos que todas las partes implicadas puedan actuar de acuerdo a las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones unidas y otras instituciones internacionales”. A la par de estas declaraciones, China comenzó a evacuar a su personal diplomático y ciudadanos chinos. Para ello enviará una flotilla naval y al mismo tiempo ha declarado que se retirará de forma temporal del patrullaje de las aguas del golfo de Adén cuyo objetivo era impedir la piratería que se había hecho habitual desde las costas de Somalia.
Para Irak y Siria – que viven bajo el asedio de grupos terroristas – la acción bélica contra Yemen, que ha contado con el apoyo de Arabia Saudita, sus socios regionales y Washington “sólo complicará la crisis que reina en ese país” sostuvo el Ministro de Asuntos Exteriores de Irak Ibrahim al Yafari. Por su parte la cancillería Siria afirmó que “el ataque lanzado contra Yemen es una clara violación a la soberanía de ese país”. Estas palabras de países que han sufrido en carne propia la intervención de potencias extranjeras con su carga de muerte y destrucción, va en sentido contrario al apoyo irrestricto que países como Inglaterra – con fuertes intereses en la zona – al igual que Francia, han dado a Arabia Saudita y a la coalición creada al efecto con los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. En una conducta que los muestra en su real dimensión de potencias de segundo orden frente a Estados unidos, pero deseosas de participar en cuanto festín bélico les proporcione mercado para ventas de armas, intereses en hidrocarburos y presencia política y militar que les permita defender sus intereses globales.
La intervención de Arabia Saudita se inscribe en la defensa de sus intereses regionales, la propagación del Wahabismo y la intensificación de la represión contra todo movimiento que se proponga generar aires de libertad. Así sucedió en Bahréin, donde la Casa al Saud intervino con puño de hierro sin que occidente levantara su voz de condena. La monarquía saudí ha intervenido política y militarmente en Bahréin, temeroso que la influencia de la lucha en este pequeño país, con población mayoritariamente chiita, se extienda con su fuego de indignación al este del país, donde vive una significativa minoría chií en la región del Al Qatif, en la provincia de Al Sharqiya, en torno a las ciudades de Dharhan y Awamiyah. Las protestas contra Riad, se intensificaron desde noviembre del año 2011, sobre todo en la mencionada región este del país, lo que explica la fuerte represión contra las demandas de mayor libertad política, libertad de expresión y movilización además del fin de la discriminación económica y religiosa.
La influencia de Bahréin se deja sentir ahora en Yemen y posiblemente sea un catalizador para aquellas sociedades que viven bajo el marco de gobiernos y monarquías totalitarias como son aquellos que conforman en Consejo de Cooperación del Golfo, fieles aliados de la triada Washington-Tel Aviv-Riad. Mohamad Abdel Salam, portavoz de Ansarolá, afirmó que este movimiento no se sorprendió por el hecho que los 22 países miembros de la Liga Arabe secundaran la operación de bombardeo saudita contra Yemen siguiendo en ello las pautas israelitas. “La Liga Árabe apoya los ataques ilegítimos saudíes en Yemen, pero no ha hecho nada por liberar Palestina, pese a que desde hace décadas está ocupada por el régimen de Israel” sostuvo el dirigente yemení acusando al presidente fugitivo Abdu Rabu Mansur Hadi de alta traición por solicitar a esta coalición militar árabe que continúe bombardeando Yemen, hasta que el movimiento de Ansarolá se rinda.
Medios occidentales han querido presentar las operaciones bélicas de Arabia Saudita como acciones independientes, decididas al calor de su propia estrategia de combate a fuerzas que considera hostiles. Incluso algunos de esos medios han dado a conocer cierta molestia de Riad frente a las posturas de la Administración de Obama en las conversaciones con irán sobre su programa Nuclear. La propia Casa al Saud se encarga de desmentir esta línea de análisis, demostrando de paso que en oriente medio no se mueve una piedra sin que se cuenten con el beneplácito y autorización de Washington y su complejo militar -industrial. El embajador de Arabia Saudí en Washington, Adel al-Jubeir, ha asegurado este lunes que su país dio comienzo a la agresión contra Yemen, después que la propia casa Blanca le diera luz verde . “Tras varios meses de consultas con EE.UU., Arabia Saudí decidió realizar la operación de Asifat al-Hazm (Tormenta Decisiva) en Yemen”, ha subrayado en una entrevista concedida a la cadena Sky News en lengua árabe.
Las operaciones de bombardeo impulsadas por Arabia saudita sin autorización alguna de organismos internacionales, por más que se le pretenda dar cierta legalidad tras la Cumbre de la liga árabe de los días 28 y 29 de Marzo en Egipto, son violatorias del derecho internacional. Esos bombardeos demuestran que no se pretende restaurar a un gobierno ilegítimo como el de Mansur Hadi, sino que influir sobre las negociaciones que se llevan a cabo entre el G5+1 e Irán, sacar del centro de la noticia la ineficacia de las operaciones militares de la Coalición Internacional Contra Daesh en Siria e Irak y, sobre todo seguir en estos intentos de cercar a Irán y hacerla responsable de los problemas que aquejan a Oriente Medio, señalándolo como aquella potencia que apoya al Movimiento Popular Ansarolá y con ello conducirse como un país que pretende extender su influencia en la zona.
El ajedrez geopolítico llevado a cabo por la triada Washington-Tel Aviv-Riad ha desviado sus dardos mediáticos y políticos a la Península Arábiga, pretendiendo delinear lo que se debe o no condenar, a qué gobiernos por más totalitarios que estos sean se deben defender bajo la excusa del respeto a la legalidad y, sobre todo, seguir creando condiciones que permitan mantener una hegemonía desde el Magreb a Oriente Medio, que se desmorona día a día y que se mantiene en pie gracias a la muerte de decenas de miles de sirios, palestinos, yemeníes, iraquíes, bahreiníes y libios.
Si para concretar los afanes hegemónico de las grandes potencias y sus aliados regionales, especialmente Arabia Saudita e Israel hay que incrementar el genocidio de los pueblos que se oponen a sus designios, hay que apoyar a grupos terroristas takfiries – Daesh, Al Qaeda en el Magreb, Al Qaeda en Península Arábiga, Ansar al Dine, Al ShababBoko Haram entre otros, como lo han hecho hasta ahora en una labor hipócrita y criminal, lo seguirán plasmando con todo el costo humano que ello conlleva. Esto, pues en esa zona del mundo los intereses energéticos, ideológicos, políticos y religiosos se conjugan bajo los nombres de Petróleo, Gas, neocolonialismo, Wahabismo y Sionismo en una amalgama cuyas víctimas principales son las sociedades del Magreb y Oriente Medio pero sin perder de vista la presa mayor: Irán