Número cero

  • 10-05-2015

Schadenfreude es una buena palabra alemana para definir a aquellos que se regodean con la mala suerte ajena. Los que ingresan en estado de éxtasis de puro pensar las consecuencias nefastas en un tercer cráter del Calbuco; los que vieron mil veces cómo se estrellaban los aviones en las torres gemelas o los reporteros de canales cuando llaman a la puerta de la madre cuyo hijo de diez años ha sido disuelto en ácido en un WC y le preguntan lo que siente.

A la gente se le humedecen los ojos y se quedan todos tan contentos”

Esto leemos en “Número Cero”, última novela de Umberto Eco. La idea de un magnate medio mafioso, un Commendadore, es tener a mano un diario amenaza destinado a jueces, políticos, la mafia que teman la publicación de un periódico, que desnude su fechorías y desvíen la mirada de las propias. También esta con la idea de no sacarlo nunca a la calle, pero trascender que está ahí, para un “cuidadito conmigo”.

Los periodistas de Mañana, pues publicaría las noticias que aun no han ocurrido pero eventualmente sucederían, se rompen la cabeza siguiendo las ideas del jefe de redacción.

Sin embargo un reportero viejo de idea fija, duda de que el Mussolini expuesto y colgado en una plaza con Clara Petacci sea el autentico y que en abril 1945 fue salvado gracias a la ayuda del Vaticano, los Gladia (organización mundial que usó efectivamente en su época, el nombre del arma usada por los gladiadores y protegida por mafia, USA, URSS para por si las moscas) en época pre CIA, pues esta fue creada después de la guerra. ¿Donde estaría el Duce? Por lo menos hasta los años noventa, pues a los 45, a fines de la guerra estaba con úlcera y en pésimo estado físico. Para variar en Argentina u oculto en algún lugar para hacerlo reaparecer cuando a conveniencia de los poderes.

Esta especulación increíble, dudosa y fantasiosa sin embargo culmina con el periodista asesinado. Alguna vena sensible tocó en su investigación y una buena puñalada en la espalda puede culpar a ladrones, asaltantes, la mafia, la CIA, pues todo esto ocurre ahora. El reportero se vale del informe forense que señala lo irreconocible de cómo estaban los cadáveres al momento de encontrarlos.

La novela no es mala, tampoco una joya. Es diferente a lo escrito por Umberto Eco, de ahora 83 años.

Hay un capitulo del cual merecen salvarse párrafos especiales. Aquí Eco reproduce las ideas de la manipulación informativa. Señala que la astucia proviene en cómo se entrecomillan las declaraciones. “Se derrumba un viaducto, un camión cae al vacío, el conductor muere. El texto tras haber referido rigurosamente el hecho, dirá: “Hemos escuchado al señor Rossi, de 42 años, que tiene un quiosco en la equina:“¿Qué quieren?. Fue una fatalidad”, ha dicho, Lo siento por ese pobrecillo pero cuando el destino se ceba con uno, se ceba”. Inmediatamente después un tal señor Bianchi (alcance de nombre), de 34 años, albañil dirá: “Es culpa del ayuntamiento. Hacía tiempo que este viaducto tenia problemas”.

¿Con quien se identificará el lector? Pues con el que apunta a alguien o a algo. El problema es qué y cómo entrecomillar.

Un juez metomentodo, tiene que investigar un caso que puede pisar muchos callos, incluso los del Commendadore, el dueño del periódico en ciernes. Cero manda a un reportero a Rimini con una grabadora y maquina fotográfica. Quizás el fiscal no es pedófilo ni ha asesinado a su abuela, pero algo raro habrá hecho.

Al regreso hay foto del magistrado en el banco de un parque quemando un cigarrillo tras otro, o sea está angustiado. Lo ven en un restaurante chino, ¿Por qué no en uno italiano comiendo spaghetti como todo el mundo? Si solo fuera eso, pero usaba calcetines digamos, esmeralda, o verde guisante y zapatillas de tenis.

De ahí a que el lector lo imagine fumando un par de porros hay un huequito. Entonces, ya la figura de este profesional queda como distorsionada y dudosa ante el lector sin que se manifieste nada especial. Y obviamente las conclusiones del fiscal merecerán dudas.

Con el asesinato del reportero obsesionado con que Mussolini vivió hasta muchos años después de 1945, le avisan al Commendadore, es decir, le hacen un guiño ¿Quiénes? que esta investigación molesta a alguien sea la CIA, al Vaticano, a la Cosa Nostra… y si continúa con ella puede saltar por los aires a bordo de su yate.

En consecuencia el valor de Número Cero es que usted sepa cómo se puede manipular la información sin matar con la cerbatana.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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