Reality show presidencial

  • 10-05-2015

Todo empezó cuando estalló el caso Caval. La Presidenta se ha quejado de que la política se convirtió en un cuenta gotas, pero ella misma ha contribuido a eso desde el primer momento. No abandonó sus vacaciones junto al hijo y nuera, siguiendo el consejo de su ministro Rodrigo Peñailillo de que no viniese a Santiago, para enfrentar con rapidez y contundencia el escándalo desatado en Machalí.

El Ministro no fue capaz de prever lo que venía, declarando que sólo se trataba de un asunto entre privados. Bachelet continuó con el cuenta gotas al declarar en tres oportunidades sucesivas que no fuimos capaces, “no lo fui yo” de prevenir esta costumbre inaceptable de vender terrenos a precios mayores que el comprado, en un implícito mea culpa, y que se dictarían normas para evitar estas malas prácticas.

Todo esto demostró que la Presidenta no es rápida si no dubitativa para tomar decisiones.

Lo mismo ocurrió cuando dio un giro de reality show y anunció el miércoles pasado al animador Mario Kreutzberger que había pedido hace dos horas antes la renuncia de todos sus ministros y que en 72 horas decidiría quiénes se van y quiénes se quedan.

Si adoptó esta fórmula poco republicana para dar un golpe de efecto y de autoridad, es algo que importa menos que su olvido de excluir expresamente al canciller Heraldo Muñoz, quien en esos momentos dirigía en la Haya la defensa por la demanda de Bolivia, una desprolijidad que se corrigió pocas horas después.

Está clara la acuciante necesidad presidencial de reaccionar ante su notable baja en las encuestas, pero la forma elegida inevitablemente desató las presiones de los dirigentes políticos por influir en las orientaciones de la conformación del nuevo gabinete. Ella hizo lo mismo que al inaugurar su segundo gobierno de prescindir de ellos, pero ahora tendrá que redoblar su esfuerzo por demostrar que es ella quien sigue mandando, pese a su debilitada posición, con todos los demás muy desprestigiados.

Efectivamente el goteo de boletas ha revertido el aserto judicial de que todos son inocentes mientras no se demuestre lo contrario. Ahora son todos sospechosos antes de cualquier imputación o juicio. Así ocurrió con el mismo ministro Peñailillo, quien estuvo contradictorio y errático cuando justificó ciertos boleteos. Eso lo puso más en ascuas.

Su eventual salida del gabinete, más que representar el sacrificio de un favorito de la presidenta significaría el fin de una nueva generación dentro del oficialismo, al parecer contaminada por las prácticas de la vieja guardia.

Pero Bachelet tendría carta de recambio, sin necesidad de acudir a los Insulza, Vidal y Viera Gallo. Están Carolina Tohá y Benito Baranda. ¿Puede integrar el gabinete un cura activo como Felipe Berrios, tal como el Presidente Allende acudió a los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas para integrar su Gabinete de “la última oportunidad”?.

Los considerados para la actual ocasión no son gente de partido y esto podría desatar las renuencias de los dirigentes.

Una crítica que se hizo a Bachelet fue incluir una Nueva Constitución después de mencionar la lucha contra la colusión entre el dinero y la política. Pero no podría ser de otra manera y queda claro que la derecha política y empresarial buscara siempre la forma de torpedear una nueva Carta Fundamental.

La Presidenta tendrá que ver en su momento que mecanismo institucional usara para lograrlo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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