Karadima en los años 50

  • 17-05-2015

Hice mi primera comunión y el me casó. Jugué de niño en los patios de la iglesia colorada de El Bosque. Recorríamos las dependencias del seminario, los recintos de descanso de los sacerdotes como Pedro por su casa. Las mesas de ping pong y otros juegos estaban abiertas al barrio de lunes a domingo. Era un sitio de encuentro infanto juvenil.

Nadie nos miraba raro y Fernando Karadima era un cura veinteañero, que chacoteaba y jamás usaba el tono mandón que nos muestra Luis Gnecco en el film de Matías Lira donde además vemos a Aline Kuppenheim con quien Gnecco ya estuvo en Jóvenes y Alocadas. Otra forma cinematográfica de tocar la religión.

Se escribía el segundo lustro de la década del cincuenta, siglo XX.

Lo que abrigaba el sacerdote en su fuero interno, lo desplegó cuarentón. Los otros curas de la parroquia del SSCC, cada uno en lo suyo, Karadima no destacaba de los otros, los “grandes”. Eran el párroco y unos sacerdotes más veteranos que oficiaban las misas dominicales.

Por eso la película me dolió y me ronda por la cabeza todos estos días. Creo en todo lo que delata, pero no calza con ese Karadima, salvo en un detalle.

Para la Primera Comunión me hizo subir a su habitación. Era más grande y cómoda que la del film. De rodillas con mi cabeza sobre su muslo me hizo algunas preguntas y una desconcertante para mi edad: si jugaba con mi pene. Tenía ocho o nueve años.

Le relaté este episodio a mi madre y ella me ordenó: “No vas más a jugar a la iglesia. Harás la primera comunión como todo el mundo del colegio San Gabriel. Pero no te acerques más a ese cura”.

18 años mas tarde, le fui a pedir que me casara sin exigir que comulgáramos pues mi esposa era del PC y lo hacía por presión de sus padres. Karadima que ya era Patria y Libertad, yo lo ignoraba, en 1972 accedió hasta con ánimo hacer un favor sin interponer obstáculos.

¿Por qué esta in quietud, entonces? Yo no tenía intenciones sacerdotales ni un acercamiento espectacular con ese Dios gigante dibujado en el cielo de la Iglesia, pero era mi parroquia, mi lugar de juegos como hijo único. Karadima hizo la vista gorda cuando subimos al campanario; estaba estrictamente prohibido porque la escala caracol carecía de baranda. Era cosa de mandarse abajo al primer tropezón.

Nada en Gnecco evoca a Karadima, el no tenía el tono mandón del actor, al contrario, era de leseo. Gnecco retoma ciertos modales del pastor que encarnó en Jóvenes y Alocadas. Pero su actuación es excelente, y realmente logra inspirar asco y un desgarro, especialmente cuando mantiene relaciones con Vicuña mientras su esposa con los dos niños esperan abajo entumidos en un banquillo.

La iglesia donde fue filmada la película obviamente no es la colorada; el pasillo que lleva a las habitaciones de los curas sí que es idéntico al de El Bosque.

Todo lo terrible ocurrió después de los años setenta. La atracción hasta entonces las constituían las misas solemnes, los juegos en el patio, el libre acceso a la sala de reposo de los curas que tenía un piano vertical y otro de cola, la libertad y la talla del cura Fernando.

No quiero pensar si hubiese tenido diez años más, pero queda en evidencia que el protagonista tiene tendencia homosexual porque cualquier persona con dos dedos de frente sabe que la aproximación con Dios no es a través del onanismo que le proporcione un sacerdote.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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