¡Qué vuelva la política!

  • 09-06-2015

A pesar de las manifestaciones y el generalizado malestar, estoy convencida que las personas comunes en Chile estamos envilecidos por el discurso que nos bombardea día a día y que pone todo el mundo al revés. La muy efectiva criminalización de la protesta, la lejanía que se siente respecto a casos como el de la polar, la sensación compartida por muchos de que da igual quien este en el poder porque su vida seguirá igual, la creencia de que la política es corrupta y no los políticos y empresarios con nombre y apellido, la idea permanente que hay que legislar para todos y no para esas supuestas minorías ruidosas como los pueblos indígenas, los pobres, los estudiantes de educación pública, las mujeres maltratadas, etc., la convicción de que los grandes empresarios no deben ser  presionados por la legislación laboral, ambiental, tributaria, porque podrían verse obligados a despedir trabajadores/as, y las sentencias que eliminan toda posibilidad de construir una asamblea constituyente por el tiempo, los recursos, o lo innecesario que sería simplemente porque la ciudadanía está interesada en otros temas -que nadie sabe cuáles son- confirman sin duda este envilecimiento que permite que todo siga igual.

Por otro lado, una parte no menor de la clase política y el empresariado, a pesar de sus negocios oscuros, sus relaciones corruptas e intereses comunes que han salido a la luz, aun parecen estar convencidos de que saben exactamente qué es lo que hay que hacer y de que este conocimiento de expertos todos debemos agradecérselos por ponerlo al servicio del país, parecen estar convencidos que sus privilegios hacen un bien a todos los demás. Mal que mal pronto llegará, gracias a ellos también, la copa América, los problemas de la política pasarán a un segundo plano y estaremos aun más envilecidos.

Pero tan envilecidos ya estamos que hemos sido incapaces de increpar al discurso de las clases dirigentes -que pone todo lo que pasa en Chile patas arriba- haciendo uso de los ejemplos concretos de nuestros vecinos latinoamericanos. Evidentemente no nos ha sido posible ver a nuestros vecinos, sus acciones e incluso importantes avances, porque también nos hemos creído desde hace ya algún tiempo el discurso que nos llamó los jaguares de la región y que hoy nos dice que somos los más desarrollados, miembros de la OCDE, los más cultos, en definitiva los más blancos-europeos, los menos indios, y que por tanto no tenemos nada que aprender del resto, sino que darles cátedra. Sin embargo, mientras nuestras ilusiones patrióticas ponen un gran velo sobre la opresión injusta que unos ejercen sobre otros en Chile, varios países de la región han avanzado significativamente en temas que Chile está muy lejos siquiera de problematizar. Varios países han tenido su Asamblea Constituyente (Bolivia, Ecuador, Venezuela), han discutido abiertamente los problemas que los llevaron a crisis similares a las que vivimos hoy, han refundado su Estado. A nuestro alrededor hoy hay Estados plurinacionales, democracias que combinan la representación, la democracia directa y la democracia comunitaria. Tenemos vecinos que han replanteado el papel del Estado y los privados hacia un proyecto de país más solidario, que consagran constitucionalmente el resguardo del medio ambiente, que han discutido sobre la prohibición y el uso de drogas, entre muchos otros temas. Es hora de ver más allá, conocer y aprender que hay muchos pasos aun que dar para ser democráticos, porque el camino de la práctica democrática no termina, no tiene fin.

Que vuelva la política, la discusión entre todas y todos quienes constituimos esta comunidad política sobre qué y cómo queremos discutir. Que vuelva con una Asamblea Constituyente que permita realizar esa discusión deliberativa para darnos un marco institucional democrático y no heredado de la dictadura militar, desde un nuevo espacio -la Asamblea- distinta a todas las instituciones que la dictadura construyó y que hemos utilizado durante estos últimos veinticinco años como si diese lo mismo. En el contexto actual unos debemos des-envilecernos y otros deben abandonar la soberbia para encontrarnos cara a cara, de igual a igual en una Asamblea Constituyente que permita sin corrupción, con tiempo y con confianza refundar este país que se está quebrando a pedazos por la inflexibilidad del sistema social y económico que alimenta el miedo a la política moderna democrática y emancipadora.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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