En el Estadio Nacional repleto la Selección Chilena no pudo establecer diferencias significativas con su rival de turno y terminaron dividiendo los puntos. De este modo se pone una cuota de incertidumbre en la definición del ganador del grupo y habrá que esperar hasta la última fecha para conocer las posiciones finales. La segunda presentación del local estuvo llena de imprecisiones, descoordinación defensiva y mal funcionamiento colectivo. Sumando lo anterior a los errores del rival y al bajo nivel de su propuesta, el enfrentamiento resultó en un mal jugado, pero entretenido partido donde cada aproximación profunda, en cualquiera de las dos áreas, terminaba en gol.
Y es que de no ser por la marcada diferencia de categoría individual el trámite del partido pudo ser mucho más complicado para los locales. Hoy hay jugadores chilenos que pasan por un momento especial y cuando participan realmente se notan porque marcan diferencias y resuelven favorablemente las dificultades. Sin embargo, como conjunto se mostraron opacos, ansiosos y sin sorpresa. Lo que sí resultó asombroso fueron las declaraciones del entrenador nacional quien al término del cotejo señaló que se jugó bien, mejor que en el debut y que sólo por culpa del árbitro no se obtuvo el triunfo pues anuló dos legítimos goles. La falta de autocrítica y objetividad del cuerpo técnico es exasperante. Si bien hay simpatía por el entrenador argentino, también se va generando una distancia enorme hacia su propuesta actual.
La defensa fue un desastre en el primer tiempo y aunque mejoró un poco en la segunda fracción, igual cometieron muchos errores de marcación. Todas las pelotas aéreas se resolvieron en derrota para los nuestros y esta vez la eficacia de la visita transformó esos triunfos en anotaciones. Los retrocesos fueron lentos y contra delanteros más rápidos eso resulta fatal. Lo sorprendente es que Raúl Jiménez viene de jugar prácticamente nada en el Atlético de Madrid y Vicente Matías Vuoso está en la etapa final de su carrera y en mala forma física, lo que incluso ha despertado muchas críticas por su convocatoria en el medio mexicano. Si pensamos que pronto tendremos que enfrentar a delanteros de real jerarquía, el panorama no parece alentador.
Arriba se ha sacrificado la búsqueda constante por un ataque más cadencioso e insulso. En el primer tiempo la Selección Nacional atacó sólo con Alexis Sánchez porque Eduardo Vargas estuvo sujeto a funciones defensivas por el costado izquierdo. Mauricio Isla subía poco y Jorge Valdivia jugaba lejos del área. Además con poca gente arriba se cedió en la presión adelantada y se dejó de recuperar la pelota en zona determinante. Entonces cuando los mediocampistas chilenos levantaban la cabeza encontraban únicamente a Sánchez siempre rodeado por la poblada defensa mexicana. Curiosamente, pese a esa línea de cinco defensas que puso el técnico Miguel Herrera, los goles chilenos fueron logrados por rematadores que aparecieron sin marca en el área rival lo que demuestra lo endeble de su sistema defensivo. Quizá con más compromiso en ataque y con mayor libertad para que Vidal y Aránguiz se sumaran por sorpresa al área, la situación hubiera sido distinta. Finalmente hay que mencionar que Marcelo Díaz no ha llegado en su mejor nivel al campeonato y aunque de igual manera es uno de los más precisos, sus pases carecen de la profundidad y la ventaja de otro tiempo. Esto termina siendo fundamental ya que sin una salida verdaderamente limpia el talento ofensivo chileno queda en desventaja frente al juego físico y la rudeza de la marcación.
Al final, la selección mexicana con un juego bien discreto, logró confundir y enredar a los chilenos que no pudieron imponer su estilo de juego y que terminaron extraviados buscando por cualquier vía un triunfo que resultó esquivo. El empate en tres goles resultó un entretenido partido que puso algo de justicia al pobre juego que ambos propusieron. Un partido lleno de errores donde los goles lograron divertir a los espectadores, pero no alcanzaron para elevar la calidad del espectáculo.
Otra vez hubo decisiones que llaman la atención porque cuando Chile necesitaba construir de un modo alternativo y asegurar la tenencia de la pelota cerca del área rival, Sampaoli decidió dejar en la banca a David Pizarro que ya había demostrado su capacidad para resolver esa faceta del juego. Con ello nos quedamos únicamente con Valdivia quien pese al enorme esfuerzo terminó perdiendo con la fortaleza física de los mexicanos. En cambio, el Director Técnico optó por hacer un doble equipo con Mena y Beausejour por el sector izquierdo para cubrir así el ingreso de Javier Aquino, lo cual mermó el ataque privilegiando la defensa del resultado que entonces era favorable. Incluso las pocas veces que lograron doblar la marca y ganar línea de fondo, los centros fueron desmedidos y con ventajas para los defensores volviéndose intrascendentes. El otro cambio lo ocupó el ingreso de Pinilla que entró muy pocos minutos como para valorarlo. Además su inclusión coincidió con la pérdida de la posesión de la pelota y con las pocas posibilidades de colocar un centro al área donde el delantero pudiera sacar ventaja. Esta vez los cambios no resolvieron el puzzle y el planteamiento inicial también dejó muchas dudas
Algunos integrantes hablaron durante los días previos que ahora Chile buscaba jugar con la posesión del balón y dominar desde esa vertiente del juego a los contrincantes. Imitando lo realizado por el Barcelona de España. Habría que recordar que lo más destacado de aquella propuesta es la precisión en el espacio reducido, la velocidad en el toque del balón y la movilidad constante para ofrecer alternativas de juego. En el segundo partido de la Copa los chilenos se vieron lentos, tremendamente imprecisos y muy estáticos cuando no tenían la pelota. Correr por todos lados no garantiza necesariamente tener un funcionamiento colectivo armónico ni efectivo. Eso requiere de un mayor esfuerzo y coordinación de todos. Creo que lo mejor es guardar las proporciones, dedicarse a trabajar, corregir errores, encontrar el equipo que favorezca realmente lo mejor de nuestros jugadores y disputar con convicción y seguridad un torneo que está resultando mucho más competitivo de lo esperado.
El siguiente rival es Bolivia y contra ellos se definirá el primer lugar del grupo. Ganar es imprescindible pero lo es tanto como reencontrarse con el juego veloz y ofensivo que queremos que nos represente. Hay que intentar ganar la Copa pero me parece relevante hacerlo con una propuesta arriesgada que nos enorgullezca e identifique. En este segundo partido la gente estuvo más fría e incluso se oyeron algunos silbidos de reprobación y enfado que reflejan la falta de sintonía. Los elevados costos, las ansiedad de un buen resultado, las dificultades en la cancha, la revuelta situación social y nuestra propia idiosincrasia han jugado a favor de un distanciamiento que se origina por la elección de una propuesta que no resulta mayoritaria.
Desde el cuerpo técnico nacional han insistido en recordar las lecciones que dejó el mundial de Brasil y en la “mutación” que desde su óptica necesitaba el juego de la Selección para poder vencer a las grandes potencias. Y aunque todavía es pronto para saber si esta propuesta será o no más exitosa que la anterior, si podemos afirmar que es, definitivamente, mucho más aburrida.