En política se premia el fracaso

  • 29-06-2015

La promoción del ministro Nicolás Eyzaguirre a las Secretaría de la Presidencia no logrará disimular su fracaso en resolver el Paro del Magisterio, las demandas estudiantiles y en definirle un rumbo certero a la Reforma Educacional. Más de un año de conflictos y toda suerte de movilizaciones sociales que no fue capaz de encarar pese a la enorme cantidad de asesores y recursos con lo que se le dotó para ejecutar el proyecto estrella de la actual Administración. Pero ya se sabe que los gobiernos de la posdictadura premian a los más ineficaces o, en su defecto, les depara un buen destino diplomático, incluso a los que incurren en actos de corrupción.

Este fenómeno se explica en las complicidades de la clase política, como que la oposición esté dispuesta a lanzarle un salvavidas al oficialismo en el viejo predicamento “hoy por ti, mañana por mí”, como ocurriera desde el momento de las primeras indecencias del MOP Gate. De allí, entonces, que hoy algunos busquen protegerse hasta con una ley de amnistía para frenar la acción de los fiscales y el Ministerio Público, antes muchos de los moradores de La Moneda y el Parlamento puedan acabar formalizados y condenados. Aunque tampoco debamos excluir que en la marea de la descomposición, muchos jueces no sean seducidos también por el cohecho, como ya se teme que ocurrió en el reciente y escandaloso fallo de la Corte de Apelaciones sobre el Caso Farmacias, después de siete años de pruebas contundentes de la colusión entre los ejecutivos de las tres cadenas que comercializan los medicamentos.

En efecto, mucho más que la denuncia cruzada entre los distintos referentes de la Derecha y la Nueva Mayoría a lo que más se teme ahora es al “fuego amigo”, esto es al reproche que viene del interior de los propios partidos y pactos electorales. Tal es el caso del senador Alejandro Navarro, del MAS, con sus insistencia en demandar que sus colegas del Parlamento trasparenten haber recibido dinero de las industrias pesqueras a la hora de discutirse y aprobarse la nueva ley del sector; actitud por la cual está amenazado con un voto de censura para erradicarlo de la testera de la Cámara Alta. O como es el caso de la Democracia Cristiana donde un conjunto numeroso de dirigentes y militantes demandan que el Presidente de esta colectividad, el senador Jorge Pizarro, deje su cargo por la sospechosa recepción de dos hijos suyos de dineros de Soquimich. Esta empresa donada por Pinochet a su yerno Julio Ponce y que, en vez de ser recuperada para el Estado después de la Dictadura, no ha cesado de crecer, recibir nuevas concesiones mineras y contar con todo tipo de prebendas fiscales a cambio de los ingentes recursos que por largos años a destinado a financiar transversalmente las campañas electorales y la actividad de algunas fundaciones políticas.

Seguramente que la demora de la Presidenta Bachelet en llenar los cargos políticos vacantes se explique en la bajísima disposición de los chilenos honestos a involucrarse en tareas políticas que los arrastren al descrédito generalizado de los partidos y miembros del Ejecutivo y Legislativo. Ello explicaría, además, que los que fracasan en sus tareas sean recogidos en nuevas reparticiones públicas y hasta que La Moneda se obligue a desvestir a algunos legisladores para investirlos de ministros. En el temor generalizado que existe en la política, por lo demás, de que algún operador resentido pueda correr a los medios de comunicación para filtrar más impropiedades como las que se conocen a diario. Se teme lo que le ocurrió a algunas empresas involucradas en los sobornos, es decir que sean ejecutivos menores, secretarias y otros que las hayan alertado a la Justicia y que ahora aporten tantas pruebas de sus distintos delitos en su colusión con el poder político.

Es justo, en este sentido, que algunos dirigentes políticos expresen remilgos por el nombramiento de Eyzaguirre en la cartera ministerial encargada de los vínculos de La Moneda con el Poder legislativo. Una duda que se funda en su nula experiencia parlamentaria, su manifiesto desprecio por el diálogo, como en la obtusa actitud que demostró como ministro de Educación. Pero sin duda que a este militante del PPD hay que reconocerle su estrecha amistad con la propia Jefa de Estado, con lo que en las reuniones del primer círculo de La Moneda podría ocurrir que sea él, ahora, el que le lance un salvavidas a la Jefa de Estado, a fin de neutralizar la acción de los ministros de Hacienda y del Interior tan empeñados en ponerle freno a los cambios, desahuciar una nueva Constitución y dejar aguachentas las reforma laboral, previsional y de salud.

Pero lo que no consideró, tal vez, la Presidenta es que Eyzaguirre es un economista de cuño neoliberal, como se hiciera tan palmario durante su gestión como ministro de Hacienda del entonces Presidente Lagos; cuyo gobierno “socialista” ha sido el más celebrado en las últimas décadas por la derecha, el gran empresariado y El Mercurio. No sería extraño, por lo mismo, que éste se convirtiera en un aliado de estas dos voces ministeriales, más que un disidente dentro de un Gobierno más bien convencido de la necesidad de ponerse freno o recular en sus ímpetus de cambio inicial. A objeto, por cierto, de mantenerse como se pueda en La Moneda durante esta severa crisis institucional y política. Con la anuencia, por supuesto, de los poderes fácticos, y aunque sea al precio y riesgo del desencanto generalizado del país, como del avance de la indignación ciudadana.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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