Grecia o las veleidades de la señora Merkel

  • 11-07-2015

En una conferencia de prensa ofrecida por los primeros mandatarios de Venezuela, Portugal y Cuba que conformaban la troika que en ese momento daban conducción a la VIII Cumbre Iberoamericana en Oporto, Portugal, el 18 de octubre de 1998 el Comandante Fidel Castro preguntaba “¿Hablaste de dictadura económica?¿ y cómo vas a calificar las funciones y el papel del Banco Central Europeo, absolutamente independiente en materia de algo tan decisivo como son las tasas de interés que han manejado todos los gobiernos de Europa, por parte de funcionarios que no los eligió nadie, que no sacaron un solo voto en ninguna parte y que tienen más poder que cualquier gobierno, porque están asociados al inmenso poder de la política económica?”

Esta reflexión en forma de pregunta vino a mi recuerdo al observar los recientes acontecimientos en Grecia. Los mismos tienen una repercusión inmediata para el pueblo griego y para Europa, pero sus ramificaciones y efectos tendrán indudables consecuencias para todo el planeta.

Mucho se ha hablado del tema en los últimos días, sobre todo después de la avasallante victoria del pueblo griego en el referéndum convocado por su gobierno para fijar posición respecto de la situación existente en el país. Resulta casi inverosímil que a pesar de las propias recomendaciones del Fondo Monetario Internacional a favor de la restructuración de la deuda, de las intenciones de Estados Unidos por evitar que la situación griega sea el preludio de una crisis financiera global de incalculables dimensiones, de las opiniones a favor de la negociación de Italia y en menor medida de Francia que muestra sus dos caras como ha sido la característica de sus actuaciones en política internacional en los últimos años, siga prevaleciendo la opinión unilateral de Alemania en el momento de tomar decisiones. Si algo ha quedado claro con la crisis griega es que Europa no existe. Europa es Alemania y un grupo de Estados satélites de cuya órbita ha tratado de escapar Grecia. De ahí la colérica furia del imperio germano y su nueva führer.

En julio de 2012, el entonces Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner visitó en Alemania al ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble. En sus memorias, Geithner refiere con asombro las opiniones de su colega  germano: “Al mismo tiempo, un Grexit sería lo bastante traumático como para asustar al resto de Europa para que entregara más soberanía a una unión fiscal y bancaria más fuerte. La razón era que dejar que Grecia se quemara facilitaría construir una Europa más fuerte con un cortafuegos más creíble”. Este hecho ocurrió hace tres años. Desde entonces se preparaba el golpe contra Grecia.

Parecieran olvidarse el gobierno germano y sus adláteres que después de provocar dos veces la destrucción de Europa y de regiones importantes del planeta durante el siglo XX, Alemania logró recuperarse gracias a la ayuda financiera -proveniente básicamente de Estados Unidos- que generó una deuda que nunca pagaron. Al respecto el renombrado economista francés Thomas Piketty afirmó que “Lo que Alemania está haciendo hoy, insistiendo en que los Estados sigan en la penuria bajo los mecanismos que el propio Berlín está ignorando, socava la democracia europea. Alemania es realmente el mejor ejemplo de un país que nunca ha pagado su deuda externa. Ni después de la Primera Guerra Mundial ni después de la Segunda. No está en condiciones de dar lecciones a otros países”. Piketty recordó que el Acuerdo de Londres de 1953, anuló más de un 60% de la deuda externa alemana acumulada tras las dos guerras y reestructuró sus deudas internas. Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, la deuda de Berlín se posicionó en más del 200 por ciento de su PIB, sin embargo una década más tarde la deuda pública de Alemania Occidental era de menos de un 20 por ciento. “Nunca hubiéramos logrado esta reducción increíblemente rápida de la deuda con la disciplina fiscal que hoy recomendamos a Grecia”, subrayó el economista francés.

Culpar a los trabajadores griegos de la situación creada es como hacer cargar al pueblo alemán la responsabilidad de los desmanes cometidos por las hordas nazis en los países ocupados. Sin embargo, al igual que Hitler, pareciera que hoy la señora Merkel pretende exterminar poblaciones enteras, aunque ha descubierto que lo puede hacer sin necesidad de utilizar tanques y aviones, sin recurrir a la SS o a la opresión física y la tortura.

La victoria del NO en el referéndum ha irritado aún más al establishment europeo que pretende apelar a la confrontación con el gobierno griego ubicándolo como intransigente. La amenaza de expulsión de Grecia del euro y de la Unión Europea, las limitaciones para obtener liquidez y las exigencias del Fondo Europeo de Apoyo Financiero exigiendo la devolución inmediata de sus préstamos serán el nuevo wehrmacht que utilizarán las instituciones financieras que actúan como el moderno ejército de choque de la señora Merkel. El hipócrita desempeño de estos funcionarios sin rostro al servicio del nuevo reich alemán se manifiesta en la doblez en el cumplimiento de sus funciones cuando se trata de salvar grandes empresas transnacionales o bancos, a diferencia de lo que hacen cuando actúan contra gobiernos que representan a sus pueblos. El dimitido ministro de economía y finanzas griego, Yanis Varufakis lo explicaba de la siguiente manera:”General Motors. Hoy es una compañía que va bien. ¿Por qué? Porque cuando General Motors fue declarada insolvente en 2009, su deuda se reestructuró y eso le permitió obtener beneficios y pagar sus deudas. Eso es lo que queremos. Nosotros no pedimos ninguna locura, ninguna cosa rara, ninguna medida de izquierda radical. Pedimos algo que en el mundo de las empresas y las finanzas se hace todo el tiempo. Cuando una compañía está en apuros, va al banco y pide que le reestructuren sus deudas. Los bancos lo hacen, la compañía de ese modo se recupera y el propio banco cobra su dinero. Eso es lo que nosotros pedimos.”

Pero la crisis griega tiene otras repercusiones de carácter más amplio. La eventual expulsión de Grecia del euro podría desatar una reacción en cadena, toda vez que debilitaría la confianza en la zona euro con repercusiones inmediatas en los mercados financieros que podrían emigrar a otras regiones. Es lo que Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional quieren evitar.

La continuidad de la aplicación de las políticas de austeridad –que han sido rechazadas hasta por el Papa Francisco- podría significar el inicio de una crisis política que cuestione la democracia como sistema. El furibundo ataque de las instituciones y los políticos de la derecha conservadora y social demócrata europea en contra de uno de los más elementales principios de la democracia cual es consultar al pueblo, ha sido rechazado y refutado e incluso ridiculizado por las huestes merkelianas, tal vez soñando con la prepotencia y la soberbia fascista como método de la política.

Los resultados del referéndum griego tienen el valor de ser expresión de la resistencia y de la voluntad de un pueblo que no se arrodilló ante la amenaza, la mentira y los intentos de avasallamiento. Así como Hitler tuvo su Stalingrado, Merkel tuvo su 5 de julio, pero al igual que los pueblos de la Unión Soviética tuvieron que combatir dos años más para extirpar la barbarie nazi, el pueblo griego todavía debe pasar otras pruebas en el camino de su resurrección. Los acreedores no han bajado la guardia después del domingo. A pesar que el gobierno griego ha flexibilizado sus posiciones y ha cedido en algunas de sus decisiones iniciales, los organismos financieros siguen sin atender dichas propuestas. Lo que no lograron en las urnas, lo pretenden lograr a través de la fuerza y el chantaje. La democracia es una palabra que utilizan solo cuando les conviene.

El domingo 12 de julio Europa decidirá o no la expulsión de Grecia, salvo que el primer ministro griego Alexis Tsipras acepte continuar aplicando los planes de austeridad. Lo único que recibirá a cambio es un “después veremos la cuestión de la sustentabilidad de la deuda” de parte de la señora Merkel que viene acompañada del recordatorio de la cancelación de la deuda está prohibida por los estatutos que rigen el funcionamiento de la Unión Europea.

Tal vez haya que recordar nuevamente a Fidel Castro cuando en la clausura del V Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) el 28 de septiembre de 1998 expresó que “…aunque lo hagan, lo más que lograrían es posponer la crisis un tiempo; se volvería a repetir y se volverá a agravar con más fuerza todavía. Tendría que volar el Fondo Monetario completo, todo el sistema financiero que se ha establecido; tendría que volar en pedazos el orden económico mundial que han impuesto, inventar algo que salve lo que más se quiere del capitalismo; pero lo actual no puede sostenerse, tiene que cambiar. Por lo pronto hay que ir bastante más lejos si quieren evitar una catástrofe inminente. Ya lo está reclamando bastante gente, cada vez más gente. No se pueden seguir exigiendo las reglas, las normas, las barbaridades que se están exigiendo a los gobiernos y a los pueblos; son inviables económica y políticamente, e insoportables desde el punto de vista humano”.

 

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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