“La idea es que sea como esa muralla donde hay muchos afiches. O como la muralla del dormitorio, donde se van pegando los afiches desordenadamente”, dice Mauricio Vico para describir el montaje de 40 años de afiche político en Chile, la exposición que acaba de inaugurar el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA).
Así, justamente, es como se ven algunos de los carteles repartidos por el segundo piso del edificio ubicado en calle República: amontonados, unos más arriba que otros, y no en una sucesión horizontal de obras, como se acostumbra en los museos.
Mauricio Vico es académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile (FAU) y coautor del libro Un grito en la pared: psicodelia, compromiso político y exilio en el cartel chileno (Ocho Libros, 2009). Ahora, junto al también académico Rodrigo Vera, recopilaron más de un centenar de afiches para exponerlos, como parte de un proyecto que también incluye coloquios, la edición de un catálogo y el sitio Afiche Político en Chile.
Para eso, distinguieron cuatro períodos: la Unidad Popular; la clandestinidad durante la dictadura; el plebiscito y la posterior transición; y los movimientos sociales más recientes.
“La Unidad Popular tiene características muy particulares”, explica Rodrigo Vera. “Tienen que ver con la esperanza en un proyecto político, que contrasta con el segundo periodo (1977-1988), donde hay un silencio desde el punto de vista social, por el contexto de dictadura. Acá desaparece el color, la efervescencia de la UP y se vuelve a un formato más pequeño. Ya no hay pliegos completos a todo color, sino cosas materialmente más precarias. Denotan la intención de comunicar algo de manera muy soterrada, clandestina. Muchos de estos afiches se guardaron por mucho tiempo, entonces están en condiciones que tienen que ver con eso”.
El especialista continúa y señala que “otra sala ya tiene que ver con el desarrollo desde los ’90, cuando encontramos las primeras experimentaciones con softwares gráficos y se encuentran afiches de candidatos con una gráfica muy noventera. Luego viene la sala de los movimientos sociales, entre 2006 y 2011, donde se encuentra una vuelta a algunas de las mismas retóricas de la UP, en cuanto a mensajes y técnicas serigráficas, pero en otra clave de utilización. También hay un imaginario parecido, lo que nos lleva a lo que dice Gabriel Salazar: cómo aflora una memoria política que puede estar escondida mucho tiempo. Pueden pasar las generaciones, pero siempre son las mismas formas de expresión, la construcción de un imaginario. En ese periodo también incluimos una sala sobre la campaña de Michelle Bachelet”.
“La gracia de la exposición es que puedes ver y reflexionar sobre los últimos 40 años de la historia política del país”, sintetiza Mauricio Vico.
El espacio habitual del afiche es la calle, ¿por qué llevarlo a un museo?
Mauricio Vico: Es que acá no tenemos esa cultura de ver afiches en los museos, pero en otros países siempre hay alguna exposición de un periodo, de un afichista o de algún artista que los hizo. Nuestro objetivo es que la gente los vea. Yo hablo de la experiencia con el objeto real. No es lo mismo verlo impreso en un libro, en la web o en una fotografía, que estar en contacto con él. Lo mismo pasa cuando ves una pintura. Genera otras sensaciones, otras reflexiones, una mirada más crítica. Lo que ha pasado mucho con estos trabajos es que terminan poniéndole mucho valor al verlo.
La educación y los Derechos Humanos se repiten a lo largo del tiempo, ¿cuáles son otros temas transversales?
Rodrigo Vera: También está el tema de la participación de la mujer y la introducción de un imaginario industrial o técnico, de los cuales hay mucho que extraer, mucha información que se puede sacar de esa información visual.
MV: Hay afiches de utilidad pública, educativos, como ocurre con la Polla Chilena de Beneficencia, que es un contrapunto con lo que vemos hoy. También está el tema de la solidaridad, la concepción del trabajo, sobre todo entre el ’70 y el ’73. También los temas del mundo juvenil y su lenguaje, que se puede ver en la sala del 2006-2011. Hay temas muy variados, pero se pueden resumir en DD.HH., solidaridad, educación, compromiso con la gente y con los jóvenes.
Otro tema interesante es el símbolo de la madre y el hijo, que siempre está presente, la familia se repite. Lo encontramos en los ’70, en la clandestinidad, en la transición, es una cuestión particular del afiche político local. Siempre aparece la familia.
RV: Es la célula que construye ciudadanía. Hay un afiche en que sale una familia desayunando y dice “esto es un asunto familiar”, en función de los movimientos sociales. Es decir, hace notar que es una lucha de todos y que nace desde la familia hacia la sociedad.
¿Qué particularidad hay en los afiches más recientes?
RV: Tiene que ver con los contextos de comunicación contemporáneos, es decir, la inmediatez. Hay que elaborarlos rápido, sacarlos al exterior, ya no están en el taller del diseñador o de quien haga los afiches, sino en la calle. Los afiches se hacían ahí, durante las marchas, es la inmediatez en el mensaje y en el medio. El afiche competía como medio de expresión con las redes sociales, entonces no se queda atrás y se pone a tono con ese sentido de la inmediatez, de hacerlo in situ en la marcha. Trabaja las técnicas y los formatos en función de eso.
MV: Además, a diferencia de los anteriores, hay un concepto de lo colectivo que lo caracteriza. Es un trabajo que hacen todos, no hay autoría. Obviamente hay estudiantes que hacen algo más, pero no es importante para ellos. Hay una concepción de las nuevas generaciones en oposición a la construcción de una economía de mercado basada en lo individual. Lo colectivo también se refleja en los ’70, la construcción del proyecto de la UP es del colectivo. Los afiches representan a toda la gente. Hay uno sobre el cobre donde ves a toda la gente, el carabinero, el sacerdote, hasta el gato y el perro. Ese sentido lo retoman los estudiantes. Como dice Rodrigo, es una memoria que vuelve a aparecer.
RV: De todos modos, hay que separarlo en dos partes: las retóricas visuales de comunicación y los soportes. Las retóricas vuelven a esa memoria de la UP, ocupando incluso iconografía similar, pero los soportes de difusión -el papel, las técnicas- remiten a los años de la clandestinidad: son frágiles, no están pensados para trascender en el tiempo. En las marchas no te puedes llevar un pliego gigante, pero sí una serigrafía.
Hoy hay una lógica muy coherente porque no se puede competir contra la publicidad de bienes de mercado. No puedes competir contra el retail o gigantografías preciosas, entonces se trata de recuperar medios que son propios de la comunicación visual y contrarrestar esa hegemonía de la publicidad en el espacio público. Son otras formas de lucha y de resistencia.