La importancia de formar bien a los deportistas

No basta con buenos discursos o conceptos románticos alejados de la realidad. Trabajar para desarrollar una actividad implica planificación seria, humildad, generosidad, trabajo productivo, consecuencia y convicción en las herramientas elegidas, amor por la tarea cotidiana, dedicación y por supuesto, tiempo.

No basta con buenos discursos o conceptos románticos alejados de la realidad. Trabajar para desarrollar una actividad implica planificación seria, humildad, generosidad, trabajo productivo, consecuencia y convicción en las herramientas elegidas, amor por la tarea cotidiana, dedicación y por supuesto, tiempo.

Se ha puesto de moda criticar a las escuelas de fútbol. Quienes lo hacen dicen que todo lo esquematizan y que le quitan la picardía al jugador. Que el fútbol de barrio les enseñaba gallardía y fiereza y que ahora solo quieren dinero y fama. Dicen también que no están los mejores y que los “pitutos” andan a la orden del día, que los entrenadores no tienen buena formación y que solo quieren llegar al primer equipo lo antes posible, descuidando sus labores primordiales. Esta es la verdad, sucede, es vergonzoso y habla mal del sistema y su organización, pero no descalifica al mecanismo académico que ha perfeccionado las diferentes facetas del conocimiento humano.Los que abogan arduamente por el regreso del amateurismo en realidad quieren demostrar su descontento y desacuerdo con un sistema fracasado y corrupto pero equivocan el diagnóstico del origen.

En nuestro país hacer mal las cosas ha sido la lógica de muchos años y ahora sólo cosechamos los frutos de esa pobreza ideológica. Para mejorar habrá que mirar lo que sí se hace bien y adecuarlo a los tiempos que corren y a las características particulares de nuestro país. Sabemos que hoy las condiciones obligan a mirar más lejos y mejor, sin la necesidad de retroceder.

Cualquier proyecto serio o que se precie de tal, debe incluir (entre muchas cosas) el contexto en que se desarrolla y los pasos para modificarlo o impactarlo con la metodología programada. No basta con buenos discursos o conceptos románticos alejados de la realidad. Trabajar para desarrollar una actividad implica planificación seria, humildad, generosidad, trabajo productivo, consecuencia y convicción en las herramientas elegidas, amor por la tarea cotidiana, dedicación y por supuesto, tiempo. Esta es la fórmula que aproxima al éxito y aunque algunos creen que no es compatible con los mercados y la publicidad, sabemos que esos mecanismos se oponen a todo lo que no se hace sin la única motivación de la ganancia y seria errado prestarles demasiada atención en este asunto.

En la actualidad, los niños y jóvenes viven un contexto particular, que aunque no nos guste, es la realidad. Ellos conviven con un montón de distracciones tecnológicas, responsabilidades escolares, sociales y con la inmensa presión de modelos ficticios a los que ceñirse. Esto les impide dedicar cinco o seis horas al día para jugar al fútbol o cualquier otro deporte. Así, se vuelve urgente contar con mecanismos actualizados y sistemáticos que sean atractivos para este grupo y que garanticen, al mismo tiempo, su correcta formación. Por otra parte, la formula formativa de antaño (a la que refieren los críticos) iba acompañada de la oportunidad de asistir a los estadios con frecuencia y convivir un poco con las figuras del momento, aprender de ellas e imitarlas posteriormente en el campo. Hoy los estadios son caros, los jugadores se marchan muy pronto de sus clubes originarios y la fortuna prematura los convierte en estrellas lejanas para los niños y jóvenes del país. Por otra parte, las condiciones en las que se desarrollan las ligas amateur en Chile son precarias e incluso peligrosas y lo correcto sería modificarlas no perpetuarlas como “aulas” de nuestros futuros talentos. Quienes crean que Gary Medel es el jugador que conocemos gracias al ambiente en el que creció, no hacen otra cosa que justificar la miseria y la injusticia. Lo que sería realmente interesante es saber que hubiera sido de él en un entorno diferente, con mejor formación y lejos de la violencia obligada.

Entonces resultan urgentes modelos formativos bien planificados y con atención especial para cada sector. Escuelas de fútbol donde los niños y jóvenes puedan recibir una formación responsable, sistemática e integral que los convierta finalmente en deportistas profesionales. Necesitamos una metodología de lo que queremos enseñar y de los mecanismos para garantizar ese aprendizaje. También del tiempo que se necesita invertir en dicho proceso. Cada concepto técnico debe ir acompañado del ejercicio que lo enseña, corrige y perfecciona. Y esto es válido para el pase o asociación más sencilla, hasta una idea más compleja como el funcionamiento colectivo o la distribución posicional. Además, con variaciones sencillas, debe servir para formar a los más pequeños y entrenar también a los profesionales guiando de este modo todo el proceso formativo. Además, deben prepararse entrenadores que puedan responsabilizarse de cada etapa formativa y que cuenten con los conocimientos y habilidades para corregir y detectar errores oportunamente en cada rango de edad, que disfruten su trabajo y se les reconozca (económicamente también) la importancia del mismo.

Ya no podemos permitir proyectos deportivos mediocres donde no hay trabajo sistematizado constante y donde con la misma frecuencia no se pueda poner el método a discusión y revisión según sus avances programados. Es el mismo modelo el que debe incluir parámetros para medir su éxito y pertinencia en una institución deportiva. Evidentemente por el tipo de actividad de la que hablamos, dichos análisis no pueden basarse únicamente en los resultados deportivos del primer equipo profesional, aunque se reconoce que es uno de los factores determinantes del correcto desarrollo y trabajo de una planificación deportiva.

Es inadmisible que equipos profesionales no cuenten con un programa rector que guíe el curso de sus actividades formativas y deportivas. En el fútbol actual ya no se puede cambiar todo por el entrenador en turno. Las instituciones deben ser claras en su forma de manejarse tanto administrativa como deportivamente. También deben ser responsables para asumir la nobleza o no de los argumentos que defienden y representan en la competencia. Son los clubes, sus dirigentes, jugadores e hinchas quienes deben determinar el tipo de institución a la que quieren pertenecer. Después, los proyectos buscaran a los entrenadores y jugadores que puedan favorecer la búsqueda exitosa de esos conceptos en la cancha. Lo otro es palabrería, no hacer bien el trabajo y estar preocupado del negocio más que del fútbol y su desarrollo. Y así como estamos, es imposible pedirle a los espectadores que se identifiquen realmente con un proyecto y una camiseta y que se involucren y participen activamente. Frente a la realidad innegable, eso del amor incondicional suena a ignorancia más que a pasión y de seguro sólo infla los bolsillos de algunos malos dirigentes.

Recordamos que hace unos años una institución importante del fútbol de este país nos pidió leer un proyecto presentado por un entrenador profesional que se vendía también como tal. El proyecto estaba escrito a mano con tinta azul, una cuartilla muy espaciada en hoja blanca que, en la parte superior decía “Proyecto de fútbol”; unas líneas más abajo decía “Objetivo: salir campeón, Método: entrenamientos todos los días”. Nos pareció un pésimo chiste y hasta hoy seguimos queriendo que hubiera sido eso y no la realidad de nuestro supuesto “deporte privilegiado”.





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