Una lúcida canción de Joan Manuel Serrat, llamada Disculpe el señor, relata cómo los pobres llegan por montones al recibidor, en busca de algo que les pertenece. Una escena homologable a los masivos y desesperados arribos de refugiados a Europa, con una cifra de 500 mil seres humanos que se han desplazado ante la perplejidad e incoherencia en las decisiones del llamado viejo continente.
Nada de lo que se haga impedirá que lleguen. Ante las medidas de rechazo y represión del gobierno de ultraderecha de Hungría, que cerró su frontera con Serbia y promulgó nuevas leyes que penalizan los cruces fronterizos hasta con tres años de prisión, los refugiados igual se amontonan o buscan otro modo de desplazarse. Contra la consigna levantada en estos días de que “ningún ser humano es ilegal”, la policía húngara corrió con gas pimienta y carros lanza-aguas a los refugiados, pero eso no resolverá nada: ahora intentan llegar a Croacia y seguirán abriéndose camino contra todo riesgo o amenaza, porque el instinto de supervivencia manda.
Abordar el problema en serio implica no solo hacerse cargo de las muchedumbres que llegan, sino también de las causas que les obligaron a huir de donde vienen. Solo en lo que respecta a Medio Oriente, la responsabilidad de las potencias europeas -junto a su aliado Estados Unidos- en la desestabilización de la región es total durante los últimos 15 años. A sumar: invasión a Irak (con pruebas falsas en contra de Sadam Hussein); destrucción institucional de Afganistán; invasión a Libia; e intervención a favor del bando rebelde de la Guerra Civil Siria, de donde surgió y se consolidó la presencia del Estado Islámico en ese país y en Irak.
Hay analistas que estiman que en todas estas acciones se expresa el propósito de balcanizar la región. Es decir, que el exterminio de los anteriores líderes fuertes buscaba dar lugar a este escenario de caos y atomización del poder, de modo que no haya resistencias estructuradas y eficaces al pretendido ingreso de las corporaciones petroleras en la región.
Al respecto, el presidente sirio, Bashar el Assad, ha hecho un razonamiento lapidario en extensa entrevista dada a conocer este miércoles. “En lo que se refiere a la cooperación de Occidente con el Frente Al Nusra, esto es un hecho comprobado. Todos sabemos que Turquía, que tiene estrechas relaciones con Occidente, abastece de armas, dinero y voluntarios tanto al Frente Al Nusra como al Estado Islámico”. A su juicio, “Europa trata de presentar la cuestión como si ella solo fuera culpable de no haber puesto los medios o de no haber podido garantizar una inmigración organizada, razón por la cual los refugiados se ahogan al tratar de atravesar el Mediterráneo. Lo sentimos por todas las víctimas inocentes, pero ¿acaso la vida de los que se ahogan en el mar es más valiosa que la de los que mueren en Siria? ¿Por qué ha de ser su vida más valiosa que las de los que mueren degollados a manos de los terroristas? Este bochornoso doble rasero de los europeos se ha hecho evidente para todos y ya no se acepta. Carece de lógica sentir compasión por algunas de las víctimas e ignorar a todas las demás”.
El Assad se refiere a las cifras dramáticas de la Guerra Civil Siria: más de 250 mil personas han muerto y más de la mitad de la población se ha visto obligada a huir de su lugar de origen. Ocultos por la visibilidad de Europa, en el propio país hay ocho millones de desplazados internos, mientras que cuatro millones de personas están viviendo precariamente en los países limítrofes: Turquía, Líbano y Jordania.
El punto, aquí, es que todo lo que Estados Unidos y las potencias europeas han hecho en los últimos 15 años en la región, movidos por un muy mal disimulado afán de expansión capitalista, ha empeorado las cosas. El mundo es hoy peor –más violento, más inseguro, más inestable- que con Sadam Hussein y Muamar Gadafi y las consecuencias de esas acciones se le devuelven hoy a Europa, en la forma de miles de refugiados. Ya lo decía Noam Chomsky: “la gran mayoría de los eventos responsables del sufrimiento de innumerables seres humanos en todo el mundo están relacionados con la avaricia, con el deseo de dirigir y controlar, provenientes casi exclusivamente del “Viejo Continente” y de sus despiadados asociados del otro lado del Atlántico. La causa podrá tener muchos nombres –colonialismo, neocolonialismo, imperialismo o avaricia corporativa-, pero el nombre no importa demasiado, lo único que importa es el sufrimiento”.
Así, una Europa que no puede enfrentarse a la insoportable verdad de las causas de la crisis migratoria, tampoco logra actuar consistentemente frente a sus consecuencias. Los ministros del Interior de la Unión Europea se reunieron para debatir un amplio conjunto de propuestas recientes de la Comisión Europea, incluido un mecanismo de reasentamiento de urgencia que alivie la presión sobre los Estados miembros en primera línea. La reunión concluyó con la aprobación de una propuesta formulada en mayo para reasentar sólo a 40 mil personas de Estados miembros en primera línea, pero no hubo consenso sobre una propuesta de mayor alcance para reasentar a otras 120 mil personas.
Hoy Europa se complica, se contradice y no logra impedir que se exhiban sus contradicciones y faltas. El campo de batalla de la guerra civil siria también son también las calles del viejo continente.