Un puerto y una trinchera para las ideas

  • 08-11-2015

El Festival Puerto de Ideas es una de las iniciativas más refrescantes de la escena cultural chilena reciente, no porque lo auspicie, entre otros, el Instituto de la Felicidad Coca-Cola, sino porque viene a poner al pensamiento como una actividad entretenida, capaz de concitar el interés de amplias audiencias. No deja de ser sintomático el que se desarrolle justamente durante el último fin de semana de Feria Internacional del Libro de Santiago, como si se produjera un vaciamiento de ideas desde la capital hasta el puerto principal. Puede resultar exagerado e irónico pero el éxito de Puerto de Ideas radica justamente en el haber situado al pensamiento al centro de su quehacer rodeándolo de personas comunes y corrientes. Hombres y mujeres que están desplazando las barreras del conocimiento en múltiples áreas de la creación, la ciencia o el arte, que salen de sus espacios habituales de trabajo, sean salas de clases de las universidades, laboratorios o talleres, para contarles a otros hombres y mujeres, jóvenes y niños lo que hacen, con soltura, fascinación y respeto. Una audiencia que es considerada como sujetos pensantes y no solamente como consumidores.

En Puerto de Ideas, se dictan durante tres días conferencias magistrales y charlas abiertas con un valor que especifican es de $1500, con un recargo de otros $500 por la empresa que gestiona la venta de boletos que son válidos solo para una actividad. De modo que en Valparaíso hay personas que pagan esa cantidad de dinero por ir a escuchar durante una hora una charla, en tanto en Santiago, otras personas deben pagar casi doble por ingresar a la FILSA, por todo un día, una ecuación que podría parecer lógica si no fuera porque estos últimos van en un afán de compra de libros, en cambio los primeros solo lo hacen con un afán más contemplativo que de consumo. El solo goce de asistir a una charla curada por Puerto de Ideas ha despertado el interés de muchas personas, cada vez más, que están privilegiando el nutrirse del pensamiento y eso es algo que no se puede pasar por alto.

Tanto detrás de Puerto de Ideas como de la FILSA hay dineros del Estado involucrados, lo que nos entrega un dato interesante respecto del valor que se asigna desde lo público a otro tipo de educación, una que está afuera de las aulas pero puede producir cambios tanto o más importantes que los que se suscitan al interior de una sala de clases. El cada vez mayor interés de las personas por asistir a Puerto de Ideas es una señal que deben considerar no solo quienes organizan o participan en la FILSA, como es casi toda la cadena del libro en Chile, sino el Estado mismo, en momentos en que comienza a debatir sobre la televisión cultural. Estamos hablando de consumo cultural, ese es el tema, un concepto que podría haber parecido hace unos años como un oxímoron, con términos opuestos entre sí, esto de poner al arte y al pensamiento como un producto de consumo, pero que a estas alturas ya está bastante aceptado que es así y lo que se debe hacer es dotarlo cada vez de un mayor valor agregado, entendiendo por esto, su enriquecimiento en profundidad y sentido.

Lo que se ha llamado el desembarco de los países nórdicos en FILSA, con la presencia de la producción editorial y de los autores suecos, finlandeses, daneses y noruegos, ha sido un punto de inflexión que se debe aceptar. Han dejado un nivel de lo que debiera significar la presencia de un país invitado en la Feria del Libro que no debe bajar y que si se aprovecha debidamente a México, como próximo país invitador de honor, augura tiempos mejores. Debiéramos esperar para el próximo año entonces, que la FILSA sea, como definió el autor mexicano Carlos Monsiváis a la Feria de Guadalajara hace unos años, como un “espacio de resistencia cultural”, donde fluyen más las ideas y el pensamiento de la mano de los libros. Convertir a la más importante Feria del Libro de nuestro país en un puerto y una trinchera para creadores de todo tipo, para que el pensamiento permee diversos ámbitos contagiando a amplias audiencias, que es, a la postre, la ciudadanía. Y esta es una tarea no solo del Estado, es una tarea que responsablemente deben enfrentar todos quienes queremos hacer de este país un lugar mejor.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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