Hay pocas veces en que uno puede denominar una película como imprescindible. Para llegar a eso el filme en cuestión debe tener no sólo una alta calidad técnica y un uso apropiado del lenguaje audiovisual, sino aportar con sus contenidos, de manera significativa, a la mirada que tenemos sobre el mundo que nos rodea. Darnos pistas y dejarnos con muchas preguntas. El documental Chicago boys cumple con todo eso y más.
“Ellos construyeron el país en que vives” es la frase que ha acompañado la difusión de la película. Y en un momento en que el modelo neoliberal hace crisis por doquier ayuda mucho poder conocer –o recordar- de dónde viene este sistema y como llegamos hasta acá. Cuales eran y son los valores de aquellos encargados de transformar Chile en el laboratorio del sistema neoliberal, que para algunos se instala como el gran mérito de la dictadura, y que la gran mayoría de los chilenos endeudados y precarizados laboralmente, seguimos sufriendo hasta hoy.
Aunque hay quienes han tildado el documental de televisivo – probablemente por la experiencia laboral de sus creadores y por el apoyo de los fondos del Consejo Nacional de Televisión para su desarrollo- me parece que los realizadores tienen consciencia de las posibilidades que separan el cine del reportaje televisivo y utilizan esas posibilidades como herramientas para ir armando un discurso más complejo de lo que el formato televisivo permite.
Esto es evidente especialmente en el montaje de la película. Hay una construcción dramática muy eficiente que parte de las anécdotas y simpatías que pueden generar las experiencias de un grupo de jóvenes chilenos estudiando en la prestigiosa Universidad de Chicago en la década de los ’50. Hay sonrisas en los recuerdos y delicioso material audiovisual para acompañar el relato, el que de a poco –y casi imperceptiblemente- se va volviendo cada vez más denso hasta llegar a explicitar la manera en que se pusieron en obra esos conocimientos adquiridos en Estados Unidos, en el Chile bajo dictadura; la visión de estos economistas de las violaciones a los derechos humanos que permitieron estos radicales cambios y su mirada sobre la desigualdad que impera en el Chile actual.
Chicago boys es valioso como un ejercicio de reconstrucción histórica –el material de archivo que presenta es notable- pero especialmente como ejercicio testimonial. Son los mismos protagonistas de la historia económica del Chile de los últimos cuarenta años quienes dan cuenta de su visión del pasado y del presente del país con una conciencia y una desenvoltura realmente impresionante. Ahí los méritos son especialmente de Carola Fuentes como entrevistadora, que mediantes conversaciones largas (de más de dos horas cada vez) logró que este grupo de economistas –varios de ellos ministros de Pinochet- dijeran cosas que no dejan de impresionar escuchar.
Es en el montaje también en donde se va construyendo el discurso propio de los realizadores, contraponiendo los testimonios de los personajes con material de archivo y actuales, sin sobre enfatizar. Sin una voz en off que vaya guiando el relato, sino exponiendo las imágenes de manera que sea el propio espectador el que evalúe lo visto desde su propia experiencia. Un Chile que construyó sus méritos económicos sobre la sangre de compatriotas, en donde el PIB es propiedad del 2% de la población y en donde los derechos –como las salud y la educación- se transan en el mercado, no se creó sólo. En Chicago boys hay una valiosa mirada a cómo fue posible el Chile que hoy vivimos y sufrimos.