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2016: a desabrocharse los cinturones

Por eso, basta de hablar de la DC, que desde las presidenciales de 1993 intuyó que nunca más –o al menos no durante mucho tiempo- ocuparía el sillón presidencial, de ahí sus pataletas, y pongamos el foco en un poder permanente e inalterable de nuestra república andina: El Mercurio.

Víctor Herrero

  Lunes 4 de enero 2016 8:57 hrs. 
Consejo DC

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Si los acontecimientos políticos de las últimas horas del 2015 y de las primeras del 2016 fueran indicios de lo venidero, hay que desabrocharse los cinturones: este nuevo año vislumbra ser muy predecible y aburrido.

La pataleta de la DC –gatillada porque su ministro del Interior Jorge Burgos nunca supo del viaje militarizado e infectivo de la Presidenta Bachelet a la Araucanía- es políticamente tan intrascendente como el partido que Colo Colo y Wanderers disputarán para cerrar el campeonato de fútbol del año recién pasado. El hecho de que Burgos decidiera pasar por algunas horas el año nuevo en esa región junto a Carabineros, sólo empeora la tragicomedia de la política chilena.

A estas alturas, la DC se ha convertido en esa señora o señor con el cual nadie quiere bailar en la fiesta del matrimonio. No por viejos, sino que por santurrones engreídos. Radomiro Tomic, Gabriel Valdés, Bernardo Leighton y, tal vez, Eduardo Frei Montalva, estarían probablemente muertos de vergüenza al ver cómo actúan sus camaradas de hoy. Más aún cuando después del episodio de la Araucanía, el presidente del partido Jorge Pizarro afirma, sin ponerse rojo, que Burgos puede ser una carta presidencial en 2017. Parafraseando a Camilo Escalona versión 2014, ¿qué opio están fumando en la DC?

Y para qué mencionar esa carta de supuestos militantes históricos de ese partido –ampliamente difundida por Reportajes de El Mercurio ayer– que le pide al gobierno cambiar de rumbo porque se ha perdido el centro (cuando, en rigor, hasta septiembre de 1973 la DC nunca fue de centro, sino que de izquierda, si bien reformista y no revolucionaria).

Hasta ahora a la DC le han resultado los llantos de niño malcriado. Como afirmó ayer en su columna dominical de La Tercera Óscar Contardo, “cuando se ha hablado de reforma tributaria, educacional o laboral se ha terminado hablando de la Democracia Cristiana”.  Pero, unas líneas más abajo, el columnista afirma respecto a ese partido: “No vaya a ser cosa que un día caigamos en la tentación de pensar que son prescindibles, irrelevantes o francamente añejos”.

Por eso, basta de hablar de la DC, que desde las presidenciales de 1993 intuyó que nunca más –o al menos no durante mucho tiempo- ocuparía el sillón presidencial, de ahí sus pataletas, y pongamos el foco en un poder permanente e inalterable de nuestra república andina: El Mercurio.

En un intento por pautear a la clase política, periodística, social y empresarial de nuestro país, ese diario puso en la portada de su Cuerpo de Reportajes una encuesta sui generis sobre quién deberían ser los “nuevos” rostros para renovar la política chilena.

Spoiler-alert (vienen esos nombres): Mariana Aylwin, Roberto Ampuero, René Cortázar, Alfredo Moreno, Andrés Santa Cruz, Claudio Hohmann, entre otros. O sea, ex ministros DC, ex ministros de Piñera, ex dirigentes empresariales y ex ministros de la Concertación convertidos en lobbistas o ejecutivos de las grandes empresas de Chile. Si fueran un poco más de osados, tal vez entrarían a la lista Patricio Aylwin o Sergio Onofre Jarpa u otros “rostros renovadores” de la política criolla.

La encuesta se basó en las opiniones de más de dos decenas de líderes políticos. Nombres tan refrescantes como José Miguel Insulza, Lily Pérez, José Antonio Viera Gallo, Roberto Méndez y Joaquín Lavín, entre otros.

Tal vez el único que nombró a alguien realmente novedoso fue el diputado Gabriel Boric (Izquierda Autónoma). Consultado sobre quién debería ser alguien nuevo en entrar a la política, dijo: “Andrónico Luksic: sería bueno que deje de financiar campañas e incidir en política detrás del telón, y milite abierta y transparentemente en la Nueva Mayoría”.

Eso sí sería novedad, y merecería abrocharse los cinturones de seguridad.

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