Al inicio de un nuevo año, parece oportuno anticiparse a la segura renovación de la polémica por el cambio de horario establecido por el gobierno a través de su ministro de Energía. A estas altura, parece claro que no ha aportado ningún beneficio y sólo provoca inconvenientes.
El horario actual va contra el sentido común y la misma naturaleza de las cosas, que desde siempre ha hecho que los seres vivan y se desplacen sobre el planeta de acuerdo al ciclo solar y no a caprichos autoritarios. Lo sano es iniciar la jornada bajo la luz solar, lo que favorece la actividad diaria y no causa ningún perjuicio a los noctámbulos
Asimismo, como no se produce el voceado ahorro de energía que se pretende, sino que su consumo aumenta considerablemente ante el hecho evidente de vernos forzados a iniciar la jornada en tinieblas, parece más sensato sustraer la determinación del horario nacional al ministro de Energía, cuyo descriterio en la imposición de este horario artificial y atrabiliario, sólo es comparable al mostrado con el anuncio del nombramiento de Pablo Longueira como asesor de Energía, insólita decisión que hubo de ser retirada en pocas horas.
Actualmente, está decretado que nos rijamos todo el año por un horario único, en lo que estamos de acuerdo, pero se ha decidido que éste sea el antiguo horario de verano, o sea, el más alejado de lo que nos corresponde geográficamente de acuerdo al UTC (Universal Time Coordinate) o antiguo GMT (Greenwich Mean Time), correspondiente a la longitud 0 del meridiano de Greenwich que pasa por Londres.
A lo anterior hay que agregar que la longitud de nuestro país -una y la misma, dada la forma y emplazamiento de nuestro territorio continental- corresponde al huso horario GMT -5 y no GMT -4 ó -3, de los antiguos horarios de invierno y verano (el que ahora sufrimos ininterrumpidamente todo el año). En consecuencia, lo natural y conveniente es regirnos por nuestro emplazamiento geográfico y adoptar como horario único para nuestro territorio continental el huso horario UCT o GMT -5.
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