Selección Nacional de Fútbol: otra vez en cero


Después de la ruidosa y lúgubre salida de Jorge Sampaoli de la Selección Nacional de Fútbol y el fin de su relación con la ANFP, el nuevo directorio encabezado por Arturo Salah se abocó a la tarea de conseguir un nuevo entrenador. Con premura y sin titubeos la dirigencia dejó claras sus prioridades y requisitos.

Así, el nombre de Marcelo Bielsa apareció como la gran y única opción y muchos soñamos que se hiciera realidad. Claro que era un sueño poco probable, dada las condiciones actuales del seleccionado y las conocidas exigencias del entrenador, pero valía la pena intentarlo, aún pudiendo predecir la respuesta.

En todo caso lo de Chile no era una propuesta de trabajo, era un llamado de auxilio y un intento desesperado por enmendar el rumbo. Algo muy parecido a la primera vez.

Cuando Marcelo Bielsa vino a Chile lo hizo porque descubrió un proyecto de trabajo donde debía construir y crear. Formar un plantel, potenciarlo y competir. Ese era el reto que lo motivaba. Y de su mano Chile creció, armó un grupo de jugadores extraordinarios y después de un largo proceso terminó ganando por primera vez una Copa América.

Es cierto que el mérito de ganar el torneo obedece más a los jugadores y al cuerpo técnico de Jorge Sampaoli, pero el origen de todo es Bielsa y su equipo de trabajo. Ellos ayudaron a profesionalizar el funcionamiento cotidiano de la selección de fútbol y sus aportaciones trascendieron a todos los sectores de la sociedad.

Una muestra de ello son las conferencias dadas por el entrenador argentino a lo largo del país y la enorme carga formativa que ellas todavía poseen. Sin duda volver a tener a Marcelo Bielsa hubiera sido un lujo que hoy no merecemos.

El confirmado rechazo del entrenador argentino para ocupar la vacante oscureció el panorama. Sin él no se acaba el mundo, es verdad, pero sí perdimos la posibilidad de tener al mejor. Todo se complica aún más si miramos la oferta de nombres y el calendario que se avecina. Ahora ya no importa si la FIFA dice que somos la quinta mejor selección del mundo porque todos sabemos que si no trabajamos bien, cuando este grupo de jugadores se retire, será imposible mantener ese sitial o cualquier otro.

Debajo de esta generación brillante de jugadores hay muy poco que mirar. No es la ausencia de talento lo que nos ahoga sino la falta de formación y competencia.

Por eso la elección del nuevo entrenador debe ser inteligente y con proyección. La decisión del directorio es importante porque no está en juego únicamente la clasificación al próximo mundial sino el futuro del fútbol chileno completo. El nuevo entrenador debe saber gestionar el éxito de un plantel maduro que se prepara para enfrentar su último ciclo mundialista. En ese sentido el equipo y los nombres propios obligan a pelear en lo más alto y sin excusas.

Al mismo tiempo se debe incidir fuertemente en el fútbol formativo y renovar la plantilla actual en un proceso gradual que equilibre la alta competencia y el necesario recambio. Entrenadores hay muchos pero formadores pocos. Ahí radica la complejidad de la búsqueda y la necesidad primordial del proyecto.

El triunfo en Copa América ha tenido un costo enorme: la crisis de la ANFP, la salida del técnico campeón, el fin inconcluso de un proyecto deportivo y la urgente necesidad de encontrar un nuevo entrenador en medio de la crisis administrativa. El daño ha sido severo y es difícil cuantificar el retroceso. Después de una década de trabajo logramos al fin una selección de primer nivel que brinda alegrías y éxitos deportivos al país. ¿A qué costo? Nos rendimos a los primeros laureles y, mientras, otros se robaron el ahorro o lo mal gastaron.

Ojalá aprendamos la lección. Lo complicado es que después de tanto esfuerzo, un único éxito deportivo y mucho despilfarro, estamos otra vez en el mismo punto de partida. Otra vez en cero.





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