Durante 2015 se dieron a conocer los nuevos rostros del SIDA en Chile. Población infanto-adolescente que había crecido estadísticamente en su contagio. Para ellos, se trabaja en diseñar un plan de promoción de la salud sexual y prevención del VIH, para disminuir el número de personas que desarrollan la enfermedad de inmuno deficiencia adquirida.
25 años atrás, nadie se atrevía a hablar públicamente de “la peste”. El mal contraído “principalmente por población homosexual” era una deshonra familiar y social. Quienes la padecían estaban condenados a la muerte física, pero antes el sistema aniquilaba cualquier rastro de su existencia.
Con lucha sin vergüenza, avances farmacológicos, y más lucha, en Chile y en el mundo se logró empezar a desinstalar la condena a muerte que significaba ser portador de VIH o enfermar de SIDA. Muchos personajes surgieron en el camino, Pedro Lemebel, Víctor Pérez, y organizaciones de por la reivindicación de derechos de los homosexuales, solo forman parte de una larga lista de gente que enseñó a la sociedad a caminar por nuevos caminos.
En 2016 el VIH es una enfermedad crónica. Según las últimas, al menos 47 mil personas viven hoy con el virus. El problema ya no es la medicación, la triterapia es desde 2005 un tratamiento de acceso universal y gratuito. El desafío actual está en la prevención y temprana detección: “El VIH no mata, tu miedo sí”, dice uno de las últimas campañas publicitarias con que se buscaba dejar en evidencia que no hacer el examen de diagnóstico es la peor decisión que se puede tomar.
En paralelo, el sistema de salud en Chile ha seguido desarrollándose. La molestia de los usuarios con los cobros de las clínicas y las Isapres, también. Ni siquiera la Ley de Urgencias, aprobada en 1999 y que por definición busca toda persona en riesgo vital pueda ser atendida en el centro asistencial más cercano al lugar donde se encuentran, logra resolver situaciones cotidianas. En una de éstas, se juntan los caminos del SIDA, la muerte y el mercado neoliberal.
Hija de Perra, era la dueña y señora del mundo under de Santiago. Nacida como Víctor Pérez Peñaloza, licenciada en Artes, diseñadora de vestuario, productora, animadora, cantante y luchadora social, su estampa se fue consolidando en cada uno de los proyectos que encabezó: el festival FemFest, o la banda Indecencia Trangénica, son parte de un recorrido que la llevó a ser protagonista de la película Empaná de pino y del documental Pérdida Hija de Perra.
Su activismo político también la llevó a enseñar; trabajó como instructora de enfermedades venéreas en distintas universidad nacionales. Además fue una comprometida incansable con la promoción y prevención de los derechos de las mujeres.
Dos años han pasado desde su muerte. Su madre, la señora Rosa, sigue día a día luchando, ahora por una nueva causa: la condonación de una millonaria deuda hospitalaria contraída mientras Víctor era atendido en Clínica Dávila, tratando de salvar su vida de una infección pulmonar a causa del SIDA.
El reclamo de la madre es uno: Hija de perra ingresó a ese centro asistencial con riesgo vital. Sin embargo, el médico que la recibió no lo consideró tal. Desde ahí, hasta el día que la trasladaron a la clínica Familia – dos meses y medio después- la cuenta no paró de correr.
“Nosotros hicimos una mediación con la clínica, que fue fallida. La propuesta que nos entregaron es que o pagábamos la cuenta o buscábamos a alguien que la pagara. Después de eso, la Superintendencia de Salud no ha dado respuesta concreta. Ningún término de conflicto”.
Así describe que cuatro días después de perder a su hijo comenzó el acoso de cobranzas “a veces descansan tres o cuatro días, después nuevamente vuelven a llamar. Insisten en que me acerque a la Clínica, yo no he hecho caso y no he firmado ningún papel”.
Tras la muerte de Víctor, sus amigos la siguen recordando. Este 27 de febrero a las 14.00 horas, se realiza la segunda versión de Procesión Pagana, que busca visibilizar el lucro con la salud de los chilenos; por supuesto que también el lucro con el que se trata el SIDA.
58 millones de besos con SIDA se llama la acción. El nombre lo dan los 58 millones que adeuda Rosa Peñaloza y que pese a sus constantes reclamos y visitas al Ministerio de Salud aún no logra destrabar. La ley es clara: si hay riesgo vital, es urgencia. La pregunta es una ¿por qué en este caso no aplicó? Las hipótesis y respuestas, son varias.
Rosa trata de explicar el argumento usado por la abogada que representa los intereses de Clínica Dávila, institución que asegura que el estado de Víctor no era de riesgo vital, pese a que a las horas de su llegada entró en un estado de coma que no superó hasta su partida: “El médico dijo que no correspondía, porque el paciente había llegado con un poco de oxígeno y, por eso, no aplicaron la Ley de Urgencia”.
Pero también narra que ésta no es una situación particular. Que el suyo no es el único caso donde no se quiere atender a pacientes con SIDA, incluso en el sistema público: “Es un malestar para ellos, es un gasto y los profesionales se rehúsan a atenderlos. Es una situación muy conflictiva”.
Sus amigos creadores lo plantean así: “La muerte de Víctor Pérez/Hija de Perra no solo es cruel porque se lleva a un creador de la disidencia sexual, sino porque también devela la cruda realidad de quienes se ven enfrentados desde el SIDA a un sistema de salud que solo busca lucrar con ellos”.
Diana, organizadora y amiga de Víctor es tajante en su posición: “Si el SIDA está en el AUGE, las crisis –como la de hija de perra- tendrían que estar cubiertas. No tiene sentido que se vanaglorie un sistema de salud demasiado deficiente. Con esta visibilización alegórica vamos a hacer una procesión, tipo vía crucis, que quiere marcar una distancia con la situación. Le queremos decir a la clínica que no les tenemos miedo, no les vamos a pedir por favor que recapaciten. Esto es insensato”, porque se lucra con la enfermedad.