Notas para tratar de entender el conflicto en Siria

  • 27-02-2016

Los acontecimientos en el Medio Oriente evolucionan a ritmos tan asombrosos, que es bastante difícil seguir el pulso de la situación, sin embargo existe plena convicción de que en esa región se están definiendo las posibilidades de las potencias imperiales para establecer un nuevo orden mundial que fije las pautas del comportamiento internacional desde una posición de fuerza. Por eso no es exagerado decir que en esta región y particularmente en Siria, se están jugando los destinos de la humanidad.

En el marco global, estamos ante una situación que tiene una gran importancia geoestratégica para la paz del planeta, considerando los gigantescos recursos energéticos: petróleo, gas y agua que guarda su subsuelo, haciendo que el tablero estratégico en el que se mueven las preocupaciones de las potencias confluyan en la región a partir de actuaciones de todo tipo, incluyendo la violación del derecho internacional y la utilización de la violencia y la guerra como instrumento de hacer política en función de beneficios corporativos y de grupo, que soslayan los intereses mayoritarios de los pueblos.

Hoy, la región está cubierta por guerras en Siria, Libia, Irak y Yemen, fuertes conflictos políticos en Líbano y Bahréin, y caos en Egipto por la acción de grupos fundamentalistas, todo lo cual configura una situación explosiva en demasía, con muchas variables de análisis e innumerables elementos que deben considerarse en el momento de tomar decisiones.

Siguiendo con el aspecto global, la presencia de Estados Unidos y Rusia, (de manera primordial) pero también de la Unión Europea y la OTAN, y de China en menor medida, dan cuenta de una zona a la que concurren intereses globales contradictorios. Desde 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán, la correlación de fuerzas ha cambiado una y otra vez, sin que pueda establecerse una situación de potencial estabilidad.

La destrucción de estructuras seculares, el cataclismo producido en Estados nacionales creados por los propios intereses coloniales de las potencias en el pasado, el desbordamiento del terrorismo criminal y el incremento hasta niveles nunca antes visto de migrantes que huyen de las áreas de conflicto y sus ramificaciones, son algunas de las consecuencias de la demencial política impuesta a los países árabes y musulmanes.

En el plano regional, también asisten innumerables variables que coadyuvan al fomento y desarrollo del conflicto. Por un lado, una supuesta contradicción entre árabes e israelíes que existe solamente en el discurso interesado de los mercaderes de armas para obtener jugosas ganancias de tal conflicto, incluso sin que el mismo llegue al enfrentamiento bélico con la entidad sionista, pero que, por el contrario ayudan a su soporte y fortalecimiento, en detrimento de una vida estable para el pueblo palestino.

Por otro lado no se puede soslayar la deformación fundamentalista y terrorista del islam presente en la ideología dominante en Arabia Saudita que no escatima medios ni recursos a fin de consolidar y mantener una hegemonía por cualquier vía incluyendo el desarrollo, financiamiento y armamento de grupos terroristas, aceptados por Occidente y denominados por la terminología oficial como “luchadores por la libertad y la democracia”, lo cual resulta bastante difícil de aceptar, porque no hay ningún organismo de derechos humanos en el mundo que sea capaz de sostener que en estas monarquías decadentes exista libertad y democracia.

Así mismo, hay que considerar el afán desmedido del islam de corte británico configurado como corriente de pensamiento oficial en Turquía, país que pretende revivir el imperio otomano, del cual el gobierno actual se considera continuador y bajo cuyo dominio permanecieron durante varios siglos, muchos de los países hoy en conflicto.

De la misma manera, es imprescindible recalcar la presencia de organizaciones terroristas seudo islámicas, las que incubadas a partir de las intervenciones militares estadounidenses en Afganistán e Irak, han desatado un terror que recuerda los peores momentos de la humanidad. La hipocresía de Occidente que dice combatir dichas huestes no resiste análisis ante las innumerables pruebas que muestran su apoyo, protección, financiamiento, preparación combativa y abastecimiento con armamento de todo tipo.

Finalmente, pero no menos importante es la presencia de Israel como actor interesado más que ningún otro en el desmembramiento de los Estados nacionales a fin de desatar su ánimo expansionista como peón imperial que pretende ocupar para siempre el territorio palestino. Para ello, no ha escatimado esfuerzos para establecer alianzas con sus “enemigos” árabes de Catar, Arabia Saudita, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y también con Turquía con quienes ha concretado sólidos acuerdos de cooperación, sobre todo en materia militar y de seguridad.

Vistas así las cosas, nos encontramos ante una amplia alianza conformada por Estados Unidos, la OTAN, las monarquías árabes del Golfo Pérsico, Arabia Saudita, Israel y las organizaciones terroristas. Alguien podría pensar que esto es inaudito y poco creíble, pero diariamente se encuentran nuevas evidencias que permiten asegurar la configuración de tan demencial coalición: aviones estadounidenses protegiendo las caravanas de camiones del Estado Islámico (EI) que transportan petróleo robado, jefes militares del EI y de Al Nusra, que reciben tratamiento médico en Israel donde son visitados por sus principales autoridades, anuncios de intervención militar ilegal de Arabia Saudita y Turquía en Siria, no autorizadas por la ONU, bombardeos de la artillería turca a las fuerzas patrióticas que se enfrentan al EI, derribo de un avión militar ruso por parte de Turquía cuando se encontraba cumpliendo misiones de ataque a los terroristas, comercio ilegal de petróleo entre el EI, Turquía e Israel, en el que incluso participa directamente el hijo del presidente turco y muchas otras más.

Como colofón, la actitud ambigua e irresponsable del presidente de Estados Unidos que un día dice una cosa y al siguiente, refuta con otra, generando incertidumbres y dudas sobre su real voluntad de trabajar por solucionar el conflicto. El diplomático de un país del Medio Oriente lo denominó “la política de un paso adelante y dos atrás”. En el hecho más reciente, los presidentes de Rusia y Estados Unidos conversaron a petición del primero a fin de discutir el establecimiento de condiciones para un cese al fuego en Siria entre el gobierno y la oposición, que permita fortalecer las acciones contra el EI.

El mandatario ruso Vladimir Putin anunció el pasado lunes 22 de febrero que “hemos aprobado las declaraciones conjuntas sobre el cese de los combates en este país”, y agregó que “La declaración fue precedida por un trabajo intenso de los grupos de expertos rusos y estadounidenses. Al mismo tiempo, se utilizó la experiencia útil acumulada durante la colaboración a la hora de destruir las armas químicas en Siria”. Así, se alcanzó un acuerdo para el cese del fuego en Siria entre el gobierno y la oposición armada considerada democrática por Occidente, desde la medianoche del 27 de febrero de 2016, el cual no tendrá validez para seguir realizando acciones en contra del EI y Al Nusra.

Pero como todo gobierno de Estados Unidos, acostumbrado genéticamente a las amenazas, solo un día después, el martes 23, el secretario de Estado John Kerry hizo referencia a un eventual “plan B” para Siria que pondría más el acento en la opción militar internacional en caso de que fracase el diálogo diplomático y político que Estados Unidos y Rusia intentan promover a través del cese del fuego acordado.

Esta vez, fue su homologo ruso Serguei Lavrov quien tuvo que salir al paso a las declaraciones de su colega estadounidense, reflejando contradicciones entre el presidente Obama y su secretario de Estado y falta de autoridad del primero. El jefe de la diplomacia rusa afirmó en relación con un supuesto “Plan B” sobre Siria, “que no existe ni existirá alternativa al armisticio pacificador concertado el lunes pasado por los mandatarios de Rusia y Estados Unidos, agregando que “Ya dijimos todo sobre el ´Plan B`, nunca existió y nunca existirá”.

Al concluir estas líneas, restan pocas horas para el inicio del esperanzador cese del fuego en Siria, sin embargo, analistas locales consultados tienen profundas dudas de que el mismo pueda verificarse en toda su extensión, dados los disimiles actores e intereses presentes en el país árabe. Con todo, lo más deseable sería que este cese del fuego sea el comienzo de la paz y la estabilidad para el abnegado y heroico pueblo sirio y para todos los pueblos de la región.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X