La corriente de “Los Annales”, la historia y los abuelos

  • 11-04-2016

Durante la Edad media la historiografía estaba vinculada al poder político, la monarquía, la iglesia y a las clases sociales como la nobleza y la burguesía. Además a un proceso de sentimiento nacionalista. A fines del siglo XVIII la historia comienza a tomar importancia en el ámbito de las ciencias humanas y sociales.

En el siglo XIX la historiografía incorpora aportes de profesores de historia y se caracterizaba por personalizar la historia en sus personajes, priorizaba la conversación académica, defendía la historia como ciencia, basada en el análisis y la crítica, utilizaba documentación, pretendía ser objetiva, dando origen a la historia económica y social que analiza aspectos de la vida como la pobreza, las diferencias sociales y la salud.

En 1929 después de la primera Guerra Mundial, en Europa surge un pequeño grupo de historiadores radicales, a cuya cabeza estaban Marc Bloch y Lucien Febvre. Ellos fundaron en Estrasburgo la revista Annales d’Histoire Economique et Sociale, la cual da origen a la corriente historiográfica llamada de Los Annales. Prosperó durante los años 30 en Europa una numerosa diversidad cultural. Surgieron pensadores, escritores y artistas de distintas tendencias: fascistas, nihilistas, existencialistas, socialistas, etc. En este marco esta corriente planteó una nueva forma de escribir la historia, dando un nuevo significado al trabajo del historiador y al estudio de los acontecimientos. Le dieron un carácter más analítico, interpretan y comparan hechos e ideas de distintos momentos y procesos históricos, amplían los temas de estudio, complementan el conocimiento de la historia con otras ciencias como la geografía, la antropología, la economía, el derecho, la literatura, la sociología o la psicología. Marc Bloch, dice “la historia me entretiene y hay que interpretarla y los responsables de trasmitirla son los abuelos”, dando mucha importancia a las tradiciones. Este pensamiento sustenta la idea que la historia se construye a través de la propia historia.

Ha pasado casi un siglo desde que la corriente de “Los Annales” nos plantea una manera de ver la historia no sólo como un conjunto de acontecimientos y fechas. Como dice Bloch, los historiadores pueden ser los abuelos, contando sus propias vivencias y relatar con palabras simples los acontecimientos que vivieron. Sean estas experiencias laborales, políticas, sociales, incluso comentar sobre música y aspectos de la moda. Los temas para abordar son infinitos cualquier edad tenga su interlocutor.

Está en la capacidad de imaginación y de creatividad hacerle más o menos entretenido el relato. Los abuelos cuentan hoy con medios que antes no se tenían como fotos, internet, libros y un mayor conocimiento de los hechos. En las escuelas el conocimiento de la historia aún se hace de manera memorística, lo cual no motiva y resulta aburrida. En cambio el aprendizaje de la historia debe entregarse de manera más comprensiva, que el niño o el joven entienda cuales fueron las decisiones del pasado, su problemática y sus procesos.

Conversar con los nietos, llevarlos a reflexionar sobre su propia historia y la de su familia, les permitirá ubicarse en el ayer, el hoy y en el mañana. En el siglo XXI, quizás, hoy más que nunca, en un mundo globalizado, sin lugares ni sitios por conocer se hace más necesario el conocimiento y el reconocimiento del hoy y del ayer. Los abuelos pueden darse el tiempo de trasmitir a los nietos cultura, conversar sobre diversas realidades económicas, de aspectos psicosociales, de movimientos migratorios, interiorizarse de los acontecimientos políticos del país y del mundo, de cuestiones relacionadas a las zonas urbanas y rurales, o sobre sus propias tradiciones familiares y su propia historia personal, etc. Las nuevas generaciones deben conocer la historia, priorizando los acontecimiento más que personalizando a los personajes, ser capaces de entender sobre los grandes grupos sociales y sus movimientos. Los abuelos deben utilizar estrategias que sean creativas y eficaces, de manera sistemática, para que el nieto logre ser reflexivo y facilitar así el aprendizaje de la historia para que pueda interpretarla.

“Las ciencias se renuevan, se reconstruyen y remozan. Las generaciones anteriores relatan y las que vienen escuchan. La historia escrita aporta lo propio. La escuela de “los annales” como nuevo relato y perspectiva a partir de los primeros treinta años del siglo XX es un magnífico ejemplo”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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