El discurso que pronunció Fernando del Paso al recibir de manos de los Reyes de España el Premio Cervantes refleja toda la soltura y el orgullo de quien habita el castellano de manera gozosa. Ni la silla de ruedas en que llegó pudo quitarle ese aire de dandy coqueto del que ha hecho gala siempre, corbata en rojo y amarillo con la que homenajeaba a sus anfitriones, la Patria de Cervantes que le daba el Premio que tanto lo ha vitalizado a sus más de 80 años. Suelto y resuelto, Fernando del Paso, se dio el gusto de la vida, diciendo las verdades de su país y haciendo reír a una audiencia que lo escuchaba fascinada mientras confesaba hasta sus primeros balbuceos.
Sobre México, con vergüenza confesó que la aprobación de la Ley llamada Atenco, llevaba a su país a las puertas de un estado totalitario, donde las fuerzas de orden pueden impedir cualquier manifestación y reunión pública… un grito de auxilio ante la comunidad internacional justo a pocos días de que se cumplieran dos año desde que desaparecieran los 43 normalistas de Ayotzinapa. Confesaba su vergüenza de tener que usar el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para llamar la atención de la precaria y peligrosa situación por la que pasa México respecto de la libertad de expresión, pero luego decía que le resultaba más vergonzoso no hacerlo. ¡Qué valor y entereza la de Fernando del Paso! Es la talla de humanista que hubiéramos querido nosotros, los chilenos, cuando hace dos años, nuestro poeta Nicanor Parra recibía el mismo Premio y ni siquiera se resolvió a enviar una señal escrita y de manera antipoética dijo que lo haría más adelante… ¡Tan distante nuestro poeta de los problemas que aquejan a nuestra Patria!
Hace un año, Fernando del Paso no podía hablar. Dos series de infartos cerebrales de carácter isquémico lo dejaron sin la posibilidad de pronunciar palabra, sin embargo, se recuperó de manera lenta al comienzo y ya frenética cuando supo que había ganado el Premio Cervantes y su decisión de ir a recibirlo a España, fuera “en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.
Encantador resulta Fernando del Paso, cuya vitalidad y humor la enfermedad no ha hecho mella. En su discurso confesaba su historial médico que comenzó con “una operación de adenoides, siguió una de apendicitis, dos hernias, dos tumores benignos, un desgarre en el corazón, un stent en la arteria femoral superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales y entre otras cosas dos operaciones de las que llaman a corazón abierto. Además – agregaba-, de recurrentes ataques de gota y una fractura del tobillo derecho”. Pero si de confesiones inusuales se trata, la de sus primeras palabras es la más, cuando al parecer, algunas tías rezongonas le habrían pronosticado un mal andar en la lengua castellana al escucharle: “Nano Papo quiee cuca pan quiquía”, una frase que su madre interpretaba de manera perfecta como: “Fernando del Paso quiere azúcar, pan y mantequilla”, dando cuenta de su fascinación por la lengua castellana en sus múltiples formas, las primarias, cuando disfrutaba de las historietas dominicales de Lorenzo y Pepita, por ejemplo, y también las más sofisticadas, cuando ya había decidido convertirse en escritor y pudo traducir su fascinación por la lengua náhualt en la novela José Trigo. Después vendría Palinuro de México y también su obra cumbre, la arrolladora Noticias del Imperio. Pero olvidó o no quiso presumir en su discurso con una obra de hace diez años, Viaje alrededor de El Quijote, el que según los especialistas es una particular y mexicanísima manera de acercarse a la obra de Cervantes, de quien este año se conmemoran 400 años de su muerte, junto a Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. También nombró largamente a todos los autores que lo formaron y otros contemporáneos que impactaron en su escritura, artistas de aquí y de allá, en inglés y castellano…más de una veintena de hombres que están en el cénit literario, y entre todos ellos, una sola mujer, la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Fernando del Paso hace dos años, en el living de su casa, en Guadalajara. En una sala llena de recuerdos y cuyas paredes exhibían los dibujos que también lo han hecho famoso, el autor mexicano encantaba con un verbo vital y refinado. En España hizo lo mismo, y al final, agradeció a la Providencia, a sus padres y a España, la casualidad o causalidad de haberlo hecho súbdito de la lengua castellana. Un gesto que sus lectores también agradecemos.