El Padre José Aldunate

  • 26-04-2016

El Padre José Aldunate cumplirá un siglo de vida el próximo año. A diferencias de los arribistas y de los fachos pobres, este sacerdote pertenece a la categoría de los “abajistas” – para utilizar la terminología del escritor Óscar Contardo – que nacen ricos y de noble cuna y, siguiendo el evangelio de Cristo, se van a vivir entre los pobres. Los “abajistas”, al menos a mí, me reconcilian con el género humano, mientras que los fachos pobres y los “arribistas” me inspiran pena y compasión. Afortunadamente, he conocido muy buenos “abajistas”, como Bernardo Leighton – a la muerte de su padre, repartió su herencia entre los pobres –; mi tío Esteban Gumucio, que de hijo de político se hizo sacerdote y fue a vivir en la población Joao Goulard; Mariano Puga, cura obrero, hijo de un rico político, don Mariano Puga Vega, que aún vive como pobre; es digno de mencionar también al cura Felipe Berríos, “el tábano de los hipócritas”, que tanto abundan en este país – además  los miles de curas y laicos anónimos.(El gran amigo Ronaldo Muñoz)

Gracias al Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica está definida como el Pueblo de Dios, es decir, no es propiedad del Papa de turno, de los obispos, de los curas. La Iglesia de Constantino, se convirtió también en la “ramera” de los poderosos,  quienes adoraban más el poder y el dinero que el pobre galileo y sus seguidores los pesadores, elegidos por él para servir a los más necesitados; hay una jerarquía eclesiástica corrupta, que representa bancos para lavar el dinero del narcotráfico y de otros negocios sucios, unos curas pedófilos, de obispos que lucen joyas y casas lujosas – hay que considerar que el Vaticano ha sido el mejor agente inmobiliario de Roma, incluso, es sabido que regentan prostíbulos en que las “rameras” son los propios seminaristas; la Iglesia de Filadelfia es la más rica que empresas como General Motors y la  General Electric -. Para estos prelados de la curia romana, Jesucristo es un ginecólogo que se mete en las honduras de las mujeres, o bien, un agente de la Bolsa de Comercio, muy enterado de las finanzas mundiales. Esta maldita Iglesia no puede vivir sin el dios “Mamón”.

Afortunadamente, frente a esta calamidad, hay otra Iglesia, la de los sacerdotes obreros, que creen más en el “Cristo carpintero que en el Cristo rey”. En Francia un puñado de sacerdotes decidió hacerse obrero, con el consecuente escándalo generado en la iglesia jerárquica; muchos curas, adoradores del poder y del dinero, sostenían que al vivir como tales, se iban a convertir en comunistas; baste leer el libro Los  Santos  van al infierno para comprobar el rosario de condenación que la jerarquía eclesiástica lanzó contra los curas obreros.

En lo personal, don Pepe me es muy querido: fue, junto a mi padre, el fundador de la revista teológica Reflexión y Liberación  – aún se publica en internet – y que durante decenios ininterrumpidos se ha convertido en la voz del cristianismo progresista, pos-Concilio Vaticano II; don Pepe también era muy amigo y confesor de mi madre – sus cuitas se las contaba en inglés para que las empleadas de la casa no se enteraran de sus pecados que, generalmente, eran pelambres sobre ellas – y el último día que don Pepe acudió a su casa, hace como ocho años, le dijo: “Martita, nos veremos en el cielo”. Ambos tenían en común  haber sido educados por institutrices, como correspondía a la aristocracia de comienzos del siglo XX – don Pepe habla inglés a las maravillas gracias a su británica institutriz.

Don Pepe fue un valiente entre los valientes, no quisiera dárselas de héroe y salir en revistas y diarios, sino porque tenía una fuerza moral que lo hacía luchar, incluso arriesgando su vida, contra la brutalidad de la tortura, por ejemplo cuando en las marchas iba a la vanguardia para ser apresado por la policía. Muy entendieron como él  el sentido revolucionario de la no violencia activa – forma de oponerse a la tiranía sin usar las armas, salvo aquellas de la moral y la justicia -.(Es la violencia del amor al prójimo )

Don Pepe entendió muy las palabras del predicador de Galilea, Jesús, sobre la pregunta “quién es mi prójimo” y que también en el cielo estará, en un lugar privilegiado, el “pobre Lázaro” y no  “el cardenal Epulón”

La distribución de premios es un chiste: pensar que Henri Kissinger y Barak Obama fueron  distinguidos con el premio Nobel de la Paz, como también Milton Friedman lo fue de Economía, y Jacinto Benavente, de Literatura – en muchos casos, la adjudicación del Premio Nobel es más bien una infamia que un honor -. La postulación del Padre José Aldunate al premio de Los Derechos Humanos ya está decidida en el corazón de la mayoría de los chilenos.

Siempre hay un contraste entre los verdaderos santos y héroes y los que viven del boato y aprovechamiento de funerales oficiales, donde las alabanzas proliferan; la gracia de José Aldunate es que no necesita ni oro, ni incienso, ni mirra, para ser reconocido como un grande entre los grandes.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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