El dilema del capital: Alemania vs Banco Central Europeo

Cualquier conflicto entre Alemania y representantes del BCE conlleva riesgos, pues podría limitar su capacidad de maniobra, haciendo menos efectiva la política monetaria para el área, generando flujos de capital adicionales hacia una más confiable Alemania, dañando una mejor comunicación de la política del BCE y afectando la ya debilitada confianza.

Cualquier conflicto entre Alemania y representantes del BCE conlleva riesgos, pues podría limitar su capacidad de maniobra, haciendo menos efectiva la política monetaria para el área, generando flujos de capital adicionales hacia una más confiable Alemania, dañando una mejor comunicación de la política del BCE y afectando la ya debilitada confianza.

A mediados de marzo pasado, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció una drástica baja adicional de las tasas de interés -dejándolas en 0 por ciento- más compras de bonos y mayor liquidez para la banca, con el propósito de “hacer todo lo que sea necesario” para defender el euro y evitar una nueva recesión.

Las medidas llevaron el QE (Quantitative Easing) zonal -programa de compra de bonos- a su máxima expresión, adicionando 80 mil millones de euros mensuales, y otorgó facilidades extraordinarias a los bancos para tener liquidez -el BCE les paga por prestarles dinero-, de manera que, esta vez, el crédito fluya hacia la economía real de Europa, vistas las turbulencias de los mercados financieros, caída de los precios del petróleo y sombras de deflación que se extienden por el área.

Junto con esto, Draghi, como es lógico, rebajó las previsiones de crecimiento de la Eurozona, estimando que esa economía crecerá, en 2016, un 1,4 por ciento frente al 1,7 por ciento anterior, mientras que para 2017 las redujo del 1,9 por ciento al 1,7 por ciento. De allí que el presidente del BCE instara a los países de la región a consolidar y concluir sus reformar estructurales para hacer frente a eventualidades económicas, puesto que, si no las terminan, todas las medidas serán insuficientes.

Pero a casi dos meses de la decisión, los resultados del proceso no parecen alentadores. La inicial buena acogida, que elevó las acciones del sector bancario en 4,9 por ciento, se fue diluyendo hasta una pérdida actual de valor de alrededor del 9 por ciento, al ritmo de estudios que prevén que las entidades financieras de la zona cerrarán el ejercicio 2016 con beneficios de unos 42,8 mil millones de euros, frente a los 43,2 mil millones que pronosticaban antes de la reunión del BCE.

En definitiva, las medidas de Draghi parecen no solo no haber conseguido impulsar la actividad, sino que, además, han reducido en 1 por ciento los beneficios de la banca. Según “El Economista”, la lectura original que aumentó el optimismo inicial de los inversionistas era que las entidades bancarias tendrían financiación al 0 por ciento, con lo que concederían créditos baratos, impulsando así el consumo y reduciendo el nocivo impacto que, en sus rentas, tienen las tasas negativas.

Pero los analistas del sector calculan que los bancos europeos ganarán unos 400 millones de euros menos que antes de las medidas y el QE reforzado, mientras que el TLTRO (Targeted Longer-Term Refinancing Operations) no alcanzará a compensar el efecto. El TLTRO o Préstamos Condicionados a Largo Plazo es un mecanismo destinado a mejorar el crédito bancario al sector privado no financiero de la zona euro -excluyendo préstamos para la compra de viviendas- a través de una ventana de liquidez del BCE de dos años por 400 mil millones de euros.

El cambio de percepción por parte de los bancos es consecuencia de que, si bien el QE inyecta liquidez, las entidades bancarias tienen hoy liquidez suficiente para prestar y lo que requieren es capital. Pero si elevan sus recursos de capital, encarecen el crédito, al tener que pedir a los clientes márgenes más altos.

Según los analistas, la clave de este fenómeno está en la baja a -0,4 por ciento de la facilidad de depósitos, otra de las medidas de Draghi, puesto que, cobrar a los bancos por sus depósitos en el Central, ejercerá efecto negativo sobre sus beneficios a mediano plazo, reduciendo su capacidad para otorgar créditos a la economía real. Asimismo, al recortar las tasas a 0 por ciento, el Euribor -índice de referencia diario que muestra la tasa promedio a la que se prestan los bancos entre ellos- cae, reduciendo aún más los márgenes de intereses de los bancos, los que, según los analistas, por cada 10 puntos básicos de baja, suponen una reducción del margen del 5 por ciento.

Así, cuando se vayan renovando los préstamos hipotecarios, sus utilidades se irán reduciendo, frente a lo cual, para compensar esta caída, los bancos deberán optar por liberar provisiones o reducir costos. Y como esta última vía está agotada, el ajuste vendría por fusiones o adquisiciones.

En este marco, la lucha entre las estrategias del BCE y Alemania ha recrudecido y el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble ha sugerido que las medidas de Draghi explican en parte el ascenso de los partidos de ultra derecha en su país, mientras que el ex ministro del Interior, el conservador Hans-Peter Friedrich, ha pedido que el próximo presidente del BCE sea un alemán que cambie la actual política.

Como es obvio, cualquier conflicto entre Alemania y representantes del BCE conlleva riesgos, pues podría limitar su capacidad de maniobra, haciendo menos efectiva la política monetaria para el área, generando flujos de capital adicionales hacia una más confiable Alemania, dañando una mejor comunicación de la política del BCE y afectando la ya debilitada confianza.

Alemania alega que el BCE está expropiando los ahorros de sus ciudadanos, puesto que aquellos no reciben renta por sus esfuerzos de postergar el consumo presente. Pero, aunque formalmente la denuncia es correcta, el problema de fondo parece estar en que, mientras las inversiones sigan fluyendo al interior del sistema financiero, esquivando la economía real debido a la incertidumbre por la recesión, baja de precios de los commodities y escasa actividad, el estancamiento seguirá.

Las decisiones de inversión buscan las mayores utilidades alcanzables en el menor plazo y mayor liquidez posible, impulsando muchas veces operaciones muy riesgosas vía burbujas financieras. De otro lado, las alternativas de inversión real en grandes OO.PP. e infraestructura en naciones desarrolladas son menores que en las emergentes, donde hay menos estabilidad económica y política, son menos líquidas y a más a largo plazo, pero que reactivarían el empleo y la demanda.

Entonces, aún a costa de pérdidas en el corto plazo para el capital, pareciera que cuando más se apoye al BCE a estimular la demanda de la economía real -y sobre todo la confianza- un alza en el uso de esos recursos debería estimular subas de las tasas de interés en los próximos años y, con ello, posibilitar que esos capitales aporten tanto al desarrollo y crecimiento de Europa y sus áreas de influencia e inversiones, como a mejorar las justas utilidades de los ahorrantes germanos.





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