Para qué insistir en los 55 segundos que la Presidenta destinó en su discurso del 21 de Mayo recién pasado a la cultura, cuando habría bastado la mitad de ese tiempo para establecer la importancia que le asigna en la construcción de un país. Porque esos escasos segundos habrían sido suficientes para establecer a la cultura como columna vertebral de su Cuenta Pública ante el Congreso Nacional. Así, luego de saludar a los ciudadanos y ciudadanas, y de establecer que su alocuciónes “un ejercicio de transparencia democrática que nos hace bien a todos”, y aclarar que no se centraría en cifras y más cifras sino que en poner las acciones de su gestión en perspectiva histórica, habría respondido su pregunta de otra manera. “¿Dónde estamos hoy? ¿En qué lugar de nuestra marcha?”, se preguntó la Presidenta, para responder ella misma: “Chile es un país de progreso. Un patria donde su gente puede vivir en libertad y aspira al bienestar”. Así, las nociones de progreso, libertad y bienestar fueron los conceptos sobre los cuales se estructuró su oratoria de más de una hora y media y, por tanto, los fundacionales para su idea de país. Por cierto que se trata de ideas esenciales. Indiscutible la libertad, aun cuando haya sido entendida de manera tan distinta en nuestra historia reciente, como cuando en el gobierno de Eduardo Frei Montalva se buscaba consolidar una Revolución en libertad y, diez años más tarde, un dictador encendía frente a La Moneda la Llama de la Libertad o, cuando respecto de la educación la presenta carta fundamental consigna la libertad de enseñanza, como una manera de negar el derecho a una educación gratuita y de calidad. Respecto del progreso es el ideal hacia el que todo buen gobierno debiera encaminarse, entendiendo que conlleva el bienestar de todos… sin embargo, en un país inequitativo como el nuestro, gran parte de este progreso ha quedado en manos de unos pocos mientras la población, como bien dice la Presidenta debe limitarse a “aspirar al bienestar”.
Un grave problema enfrentamos hoy en Chile cuando las palabras se han ido adelgazando, perdiendo su densidad, hasta quedar prácticamente translúcidas, sin contenido. Ese es el problema que están enfrentando las instancias ciudadanas que participan del proceso constituyente, cuando las plantillas entregadas por el Estado, repiten conceptos, otorgándole el mismo o casi el mismo sentido a unos y otros. Así entonces, Estado de derecho y participación, por ejemplo, parecen como diferentes cuando el primero comprende al segundo.
La pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles de los conceptos fundantes de su intervención comprenden a la cultura? ¿ Acaso el progreso, la libertad o el bienestar? Vemos entonces una concepción muy acotada de cultura y es por esto que, finalmente, se le destinan 55 segundos a un par de anuncios de infraestructura cultural a la hora de referirse a ella. Así, entonces, la educación de nuestro pueblo, queda escindida de la cultura, más aun cuando solo se la entiende en términos económicos: la gratuidad, desplazándose para siempre la discusión de la exigencia de una educación de calidad. Y así entonces, como todo está separado, cuando la Presidenta anuncia la creación de un Centro Nacional de Arte Contemporáneo en lo que antes fue el aeródromo de Cerrillos, olvida al Museo de Arte Contemporáneo, sin mencionarlo siquiera. Así entonces, le da vida a “una institución pública dedicada a conservar, exponer y educar” en las artes visuales, ignorando que esa ha sido la misión en la larga historia del MAC y de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que lo administra. Más aun, cuando la institución que guarda el más amplio patrimonio visual de nuestro país sobrevive a duras penas, a pesar de que se trata de la institución pública que más ha hecho por el arte contemporáneo en el siglo pasado y en el presente.
Y porque cultura no se entiende como el elemento esencial, densificador y aglutinador de una nación, es que las industrias culturales asociadas a diferentes áreas de la economía quedan invisibilizadas. Así, entonces, la lectura y el libro ni se asoman en su discurso aunque sean una de las más importantes herramientas de promoción social, sin mencionar el disfrute y hasta la felicidad que provoca.
La buena noticia que significa la importancia y la consiguiente inyección de recursos que entregará el Estado a las Artes Visuales se empaña con la exclusión del MAC de esta iniciativa.
El engrosamiento de nuestra densidad cultural en todos los ámbitos: ciudadano, educativo o artístico, por ejemplo, deberá esperar mejores tiempos.