Copa América Centenario: Debut sin magia

Para Chile se vuelven urgentes el triunfo y la efectividad. No hay duda de que el sistema gusta y convence pero debe ser asumido con mayor esfuerzo físico y decisión e involucrar mayores alternativas de ataque.

Para Chile se vuelven urgentes el triunfo y la efectividad. No hay duda de que el sistema gusta y convence pero debe ser asumido con mayor esfuerzo físico y decisión e involucrar mayores alternativas de ataque.

Llegó el debut de la selección en la Copa América Centenario. Después de las derrotas en los amistosos previos y con varios cuestionamientos encima, el equipo dirigido por Juan Antonio Pizzi enfrentó al representativo argentino. Y aunque no todo fue malo, lo negativo terminó imponiéndose. No es sólo la derrota de 2 a 0, también preocupa la falta de efectividad, la poca generación de oportunidades claras de gol, la imprecisión en el medio campo y los constantes errores defensivos.

En el análisis, una de las cosas que más llamó la atención fue que durante el primero tiempo la selección no presionó a la defensa argentina y tampoco hizo esfuerzos por recuperar el balón lejos de su arco. Por eso casi todos los ataques rivales terminaron resolviéndose cerca del área propia y sólo la eficiencia defensiva o la falta de contundencia rival, mantuvieron el arco en cero. Si bien los chilenos estuvieron atentos, el equipo se vio complicado defendiendo tan atrás y no mostró la velocidad y presión acostumbrados. Pudo ser una orden táctica pero los jugadores parecían confundidos y con poca intensidad en su juego.

En la segunda parte las cosas cambiaron y el adelantamiento del equipo permitió jugar en campo contrario y mantener la posesión de la pelota por más tiempo. Sin embargo cuando mejor jugaba la selección vinieron los errores propios y los goles argentinos. El primero llegó en una sumatoria de equivocaciones. Primero Charles Aránguiz  perdió la pelota en la salida provocando un contragolpe ventajoso que encontró a Marcelo Díaz fuera de posición, después hay un retroceso lento de Mauricio Isla y finalmente cuando Gary Medel cubría el posible remate a segundo palo, Claudio Bravo no cubre bien su poste y permite el tanto de Ángel Di María. Responsabilidades compartidas que se repetirían de forma similar en el segundo gol, donde otro error de salida produjo un ataque que fue bien retrasado por Medel pero donde una vacilación de Isla terminó dejándolo lejos del remate de Éver Banega que terminó rebotando en el cuerpo del defensor antes de meterse en el mismo lugar y frente a la nula reacción del arquero chileno.

Esta vez pese a que la selección tuvo mayor posesión de balón que su rival, hubo demasiados inconvenientes para crear y tener la pelota con seguridad en el medio campo. Quizá la explicación se encuentre en que en esta zona se peleó mucho y muy fuerte, lo que generó un nivel de imprecisión muy alto, balones divididos, excesivo contacto físico y poco fútbol. En esa fase del juego la selección chilena fue superada y no pudo imponer nunca su estilo. En definitiva que a la asociación propuesta por Chile se impuso la destrucción y la rudeza del oponente. Nada nuevo pero preocupa que muchos de los rivales que pueden encontrarse en este torneo son verdaderamente fuertes en esa faceta y el Chile actual parece no tener respuesta para equilibrarlo ni superarlo.

En labores ofensivas el equipo jugó con mucha imprecisión y ansiedad, faltando la pausa necesaria para acertar el último pase. Toda la verticalidad y vértigo ofensivo requieren de una momento de calma y sorpresa. Un pase que haga que todo el esfuerzo físico del resto se vuelva eficiente. Las pocas veces que Alexis Sánchez pudo encontrar espacio y pensar con claridad se abrieron oportunidades y la selección encontró profundidad. Sin embargo fueron muy pocas y terminó coartando también su efectividad cerca del área. Sabemos que en labores creativas Sánchez suele caer en excesos individuales y esta vez no fue diferente. Otra vez terminó agotado y con poco respaldo de sus compañeros de ataque que también fueron inoperantes a la hora de la definición.

Después de los dos goles y con el marcador a favor, los argentinos se metieron muy atrás y la eficiencia de su sistema defensivo terminó agotando los esfuerzos chilenos, que frustrados veían perderse cada intento sin poder generar riesgo en el arco rival. Además la defensa argentina y su arquero estuvieron atentos para controlar las pocas situaciones de peligro y eso cerró definitivamente el partido. La búsqueda chilena sólo tuvo recompensa en los descuentos cuando un error grosero de Sergio Romero decretó el gol de José Pedro Fuenzalida que acortó distancias y puso un marcador más ajustado al trámite del partido sin alterarlo.

Al final una justa victoria de Argentina que, sin Lionel Messi todavía, se va llenando de ilusiones y se hace fuerte. Para Chile se vuelven urgentes el triunfo y la efectividad. No hay duda de que el sistema gusta y convence pero debe ser asumido con mayor esfuerzo físico y decisión e involucrar mayores alternativas de ataque. Además la presión colectiva debe ejercerse sin excusas durante los noventa minutos de juego y deben afinarse los pases sobre todo en la salida. Ya no hay margen de error y se requiere respuesta inmediata. Ya viene Bolivia y esta vez sólo sirve ganar.





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