Una de las críticas más corrientes sobre el estado de la economía mundial proviene de la calificación del modelo actual como “capitalismo financiero”, es decir, un sistema económico, subclase del capitalismo, que, surgido a inicios del siglo XX, se caracteriza por la subordinación de los medios de producción a la obtención de ganancias a través del mercado financiero (acciones, productos financieros, valores, derivados y mercado de divisas).
Se afirma, asimismo, que dicha cualidad es la que explica, en buena parte, no solo la debilitada actividad de la economía real -física- de los países, sino también el aumento de la desigualdad económica a nivel internacional, donde el 1% de la población mundial tiene más riqueza que el 99% restante, fenómeno que, además, va en aumento: según un reciente estudio de Oxfam, los más ricos del mundo aumentaron su proporción de riqueza del 44% en 2009 al 48% en 2014 y si dichas tendencias se mantenían, la proporción superará el 50% en 2016.
Entonces, si un reducido número de multimillonarios posee la capacidad de decidir dónde invertir el 50% de la riqueza mundial -porque no pueden humanamente consumirla-, con seguridad lo harán en aquellas áreas en las que su capital se multiplique, no sólo en mayor porcentaje, sino más velozmente y con la mayor liquidez posible. Es de suponer, por consiguiente, que el destino más probable de esas inversiones no serán obras públicas, educación, o industrias innovadoras -que demoran años en rentar, si es que lo hacen-; sino que, en acciones, productos financieros, valores, derivados y mercado de divisas, que, cumplen con buena parte de los requisitos citados.
Con esos enormes volúmenes de liquidez moviéndose de bolsa en bolsa, monedas, futuros, derivados y demás ingenios de inversión en papeles transados internacionalmente a la velocidad de la luz gracias a las TIC’s, no hay que ser sabio para explicarse las “burbujas” en diversos sectores, empresas y mercados; y porqué, no obstante los masivos planes de liquidez de los bancos centrales del mundo, la actividad económica sigue debilitada, pues el 99% de la población restante no haya sido capaz de incidir con su 50% en una mayor demanda y consumo.
Pero este proceso no solo ha afectado al 99% de la población, sino también a muchos de quienes, se supone, son los beneficiarios del capitalismo financiero: los bancos. En efecto, hacia fines de mayo, el director del Departamento de Asuntos Monetarios y Mercados del Fondo Monetario Internacional (FMI), José Viñals, los instaba a continuar con los procesos de concentración en Europa, para hacer frente “a la baja renta” de esas entidades.
Según informó El País, de España, en una conferencia en la XXXII Reunión del Círculo de Economía en Sitges, Viñals dijo que el 30% de los activos bancarios de la zona euro (unos US$ 13 millones de millones), pertenecen a bancos con “ajustes pendientes en su modelo de negocio”, es decir, no generan utilidad suficiente. Para Viñals, “hay demasiados bancos y demasiado débiles”. Y en su macro resumen señaló que el 60% de los bancos de economías avanzadas goza de buena salud, pero el 40% restante tiene problemas de rentabilidad. De este último grupo, 25% no podrá salir adelante, pero el 15% restante presenta una “situación más complicada” y su “viabilidad está en riesgo”. Y aunque no cree que aquellos vayan a producir otra crisis global, estimó que el crecimiento económico mundial “está en juego”.
El FMI prevé una expansión económica para este año del 3,2% y del 3,5% en 2017, pero ha advertido de que la senda de los próximos años estará marcada por las decisiones de políticos y gobiernos en materia de ajustes fiscales y reformas, insistiendo en que las “políticas monetarias han llevado todo el peso, pero no se está haciendo lo suficiente en reformas y políticas fiscales, fundamentales para mejorar el potencial de crecimiento y el empleo de calidad”. Según estudios de la entidad, nuevas fusiones y compras en el sector bancario permitirían ahorros de escala que van desde el 8% al 27%.
Críticos de la visión del FMI, empero, han recordado que tras la crisis de 2008 se produjo una gran concentración de ese mercado en pocas entidades bancarias. Y desde ese año hasta finales del 2015, el número de organismos de depósitos ha caído 24 por ciento, y de bancos, 40 por ciento. En Francia la baja ha sido de 36 por ciento; en Italia, 20 por ciento y en Alemania, 11 por ciento. En Grecia, el guarismo sube a 90 por ciento, con alta concentración y menos competencia. En la Euro Zona, en fin, llega al 17 por ciento y grandes cinco entidades ya controlan el 50 por ciento de la cuota de mercado. Las cifras, como puede deducirse, no sólo implican mayor riesgo sistémico, sino también para el crecimiento económico
La reestructuración del sector bancario europeo ha significado el cierre de 14.811 sucursales, el 32 por ciento del total, y el despido de 70 mil empleados, un 25 por ciento. Y se estima que Italia, Francia y Alemania deberán realizar similar proceso de fusiones y reestructuraciones. Es decir, se trata de un proceso que, iniciado en 2008, aún no ha terminado y se espera que, superada la crisis, recapitalizadas y saneadas las entidades bancarias, éstas enfrentarán luego un entorno aún más desafiante, dada la debilidad de ingresos de los sectores medios, bajas tasas de interés y la menor demanda, mientras que la revolución digital implicará una reducción mayor de las actuales redes bancarias físicas para reducir costos, ganar eficiencia y adaptarse al nuevo entorno tecnológico, incrementando la desocupación sectorial.
Viñals advirtió que si no se produce un “cambio” en políticas económicas hacia un mayor equilibrio y la adopción de medidas fiscales “inteligentes”, la situación puede derivar en una “pérdida de confianza de los ciudadanos en los sistemas políticos y las democracias”.
¿Y en Chile? La crisis bancaria del 80 hizo el milagro de una adelantada mejor fiscalización y mayor regulación, por lo que el sistema, según los estándares internacionales, está sano, aunque su Índice de Adecuación de Capital (IAC) ha venido decreciendo desde 2011, producto de repartos de dividendos altos, según el BC; y si en 2015 la tasa promedio para los mutuos hipotecarios a 20 años fue de 3,95%, en febrero pasado el interés comenzó a ubicarse por encima del 4% producto del cambio en el modelo de provisiones que afectó a la banca en enero.
Por lo demás, ya hace años que la banca del país se concentró y hoy solo tres bancos controlan más del 60% de las colocaciones, recogiendo similar porcentaje de las utilidades. La nueva ley del sector, en proceso, se apresta, además, a ajustarlas a los requerimientos de Basilea III, en un entorno en el que, así y todo, las modernizaciones a las que se han abocado no han estado exentas de despidos de varios centenares de trabajadores y altos ejecutivos, unido a las primeras huelgas del área.