Un reciente informe sobre las perspectivas laborales realizado por la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económica (OCDE) con datos del 2015, revela que Chile es el tercer país, entre 38 analizados, en el que se trabajan más horas al año (1.988 horas), siendo superado solo por México (2.246 horas) y Costa Rica (2.230 horas).
Otros estudios del Ministerio de Salud de Chile advierten, a su turno, sobre el sostenido aumento de las enfermedades mentales en el país. Cifras del Minsal indican que unas 700 mil personas se atienden por trastornos siquiáticos en el sistema público, lo que significa que unos 3,5 millones de chilenos requieren tratamiento. Según la OCDE, en tanto, la tasa de crecimiento de suicidios en el país entre 1990 y 2011 alcanza al 90%, ubicándose en el segundo lugar, tras Corea del Norte.
Pero talvez la conclusión más llamativa del estudio sea que, contraintuitivamente, a los países que les va mejor, trabajan en promedio, menos que nosotros. En efecto, los alemanes son los que laboran menos horas al año, unas 1.371, seguido por los holandeses, con 1.419; noruegos, con 1.424 y daneses con 1.457 horas, todos países prósperos y exitosos.
De acuerdo a la visión de sicólogos laborales, la capacidad de combinar con éxito el trabajo, compromisos familiares, entretenimiento, descanso y vida personal es relevante no solo para el bienestar de todos los miembros de una familia, sino también para mejorar nuestra productividad. Un horario de trabajo demasiado largo puede resultar perjudicial para la salud, poner en peligro la seguridad y aumentar el estrés, tal como parecen indicar las cifras del Minsal, al tiempo que puede también reducir los niveles de producción por unidad de tiempo.
La investigación de la OCDE incluye a trabajadores fijos a tiempo completo y temporales, así como a contratados a tiempo parcial, lo que hace que países como Holanda o Alemania, con mayor desocupación o más contratos a tiempo parcial, presenten menor número medio de horas trabajadas que otros, donde el empleo a medio tiempo está poco extendido, como en México, que en 2015 aumentó 18 horas su promedio respecto a 2014, o Costa Rica, que en 2015 observó un total de 2.230 horas, con un alza de 14 horas trabajadas en relación a 2014.
Chile, por su parte, durante 2015 presentó una media de 1.988 horas trabajadas, dos menos que en 2014, siendo la segunda vez que la cifra cae por debajo de las 2.000 horas. Por cierto, los investigadores ponen una nota de precaución, en la medida que caracterizan a Latinoamérica como una región con países de largas jornadas laborales, pero con una productividad baja por hora trabajada. Dicho fenómeno, por lo demás, ha sido advertido por nuestras autoridades, especialistas, dirigentes empresariales y laborales, al tiempo que el Gobierno ha lanzado una serie de medidas para transformar 2016 en el Año de la Productividad.
De acuerdo al estudio, los cambios en las horas trabajadas están directamente vinculados con el crecimiento de la temporalidad y flexibilidad para los trabajadores a tiempo parcial, que cuentan por igual a los con contratos a tiempo completo, hecho que amplía o comprime el horario medio disponible para una mejor vida familiar.
En los hechos, la proporción de quienes trabajan 50 horas o más a la semana en países OCDE es de 13%, aunque en Alemania llega solo a 5%. En Chile, empero, el 14% de los trabajadores tiene empleos de sobre 50 horas semanales, de los cuales 17% corresponden a hombres y 8% a mujeres. En términos de contratos, más de 62% de los trabajadores chilenos entre 15 y 64 años de edad tiene convenios a tiempo completo -guarismo bajo el promedio OCDE de 66%- de los cuales el 73% son hombres, aunque solo 52% mujeres. Y de estos, 8,1% manifiesta temor a perder ingresos por desempleo, cifra superior a la media OCDE, de 6,3%.
Si a tales guarismos se agregan los largos tiempos familiarmente inútiles dedicado al transporte, especialmente en Santiago, la presión y estrés consiguiente, denunciado por el informe del Minsal, son explicables.
Así y todo, al relacionar estos números con los resultados del Índice OCDE Better Life, el trabajo muestra que, en general, los chilenos manifiestan satisfacción más que regular con sus vidas, y cuando se les pregunta sobre tal nivel de satisfacción, en una escala de 0 a 10, estos responden positivamente con una calificación de 6.5, en línea con el promedio OCDE.
Respecto de los tiempos diarios para el ocio y la familia, en Alemania, sus trabajadores de tiempo completo dedican como media el 65% de su día (15,6 horas) al cuidado personal, descanso y entretenimiento, cifra ligeramente superior a la de ODCE, que llega a 15 horas. Ambas cifras son superiores a la de Chile, mientras que la brecha salarial de género es de 13.4%, y de la ODCE de 17,9 por ciento. En Chile se eleva a casi el 30%.
Para aumentar la eficacia de las políticas públicas dirigidas a equilibrar trabajo y vida familiar se requiere superar barreras en la participación de la mujer en el mercado laboral y ampliar la capacidad de atención infantil formal, una ecuación difícil de conjugar bajo el modelo jurídico laboral vigente, las presiones político sectoriales y deficitarios Estados.
El informe OCDE destaca el ejemplo de Holanda, donde solo el 0,5% tiene trabajos prolongados, mostrando tasas de desempleo juvenil muy bajas, altos niveles de competencias de lectura, pobreza infantil por debajo de la media y niveles notables de satisfacción ante la vida entre los menores: más del 93% de los niños de entre 11 a 15 años expresan satisfacción con su vida, por encima de la media OCDE, cifra que, por lo demás, avergüenza si se las compara con situaciones como las ocurridas en los últimos años en el Sename.
Asimismo, siendo Holanda el país con mayor porcentaje de mujeres trabajadores (69,9%), por encima de la media OCDE (57,5%), las holandesas dedican al trabajo en el hogar dos horas más al día que los hombres. A comienzos de los ’80, su tasa de trabajo femenino era una de las más bajas de la OCDE. Sin embargo, ya en 2009, gracias a sus políticas públicas, se había duplicado.
De acuerdo a la organización, este aumento se consiguió, en gran medida, gracias a la expansión de los empleos a tiempo parcial flexibles: más del 61% de las mujeres que trabajan lo hacen a tiempo medio, lo que les brinda mayor espacio para la familia y abre espacios ocupacionales a los jóvenes, aunque, como contrapartida, a menudo esto tenga consecuencias negativas en su desarrollo profesional, la brecha salarial y por no aprovechar socialmente en plenitud la preparación académica y competencias de las mujeres.
Se trata, como vemos, de una ecuación que exige estudios más profundos de la actual estructura productiva, de manera realizar un mejor diseño de nuestra vida laboral y legislar adecuadamente las próximas reformas que, con seguridad, deberá sufrir la presente norma, tan alejada aún de las nuevas realidades de la llamada Sociedad del Conocimiento.