Años atrás en una de las ferias de mi barrio en Estación Central, encontré un ejemplar sucio y viejo de Un Mundo Feliz, la novela de Aldous Huxley. Me llamó la atención el título, a todas luces anodino. Sospeché que tras el título se escondía, probablemente, un tema interesante. Fue mi primer contacto con la obra del escritor inglés.
Mucho tiempo después, en otra de estas ferias, me hice de un ejemplar –igualmente, sucio y en mal estado- de Contrapunto, la novela de Huxley considerada, según he leído en un comentario, la más característica, la más ambiciosa, la más lograda; en fín, el mejor trabajo de Huxley. Hace unos meses atrás, siguiendo con esta cadena de casualidades en torno a la obra de Huxley, conversaba con una señora que cada sábado se instala en la feria a vender libros viejos y nuevos. De pronto una jovencita de unos dieciséis años se acercó al puesto y le preguntó si tenía Un Mundo Feliz. La señora, para sorpresa mía, le dijo que sí y la chica se lo compró. Por curiosidad, le pregunté acerca de su interés por la novela del inglés y me dijo que era parte del programa de lecturas de su curso. Ella estudia en el Liceo 1.
Un Mundo Feliz, aunque es una enorme vitrina en que Huxley exhibe su admirable erudición, no es una gran obra literaria. Huxley lo reconoce en el prefacio de una reedición de su novela. Opina que arrepentirse de los errores literarios cometidos hace veinte años, intentar enmendar una obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los años de la madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos y legados por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, todo ello, sin duda, es vano y fútil.
Entonces, ¿Cuál es el mérito de la novela? El interés que despierta se debe, en mi opinión, al natural deseo de las personas de saber o al menos imaginarse cómo será su futuro y el de la humanidad. De ahí que, a pesar de lo discutible de algunas de sus predicciones, Un Mundo Feliz “deja la mesa servida” para que quien lo desee realice el mismo tipo de ejercicio que el escritor acometió en su trabajo Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz, casi treinta años después de la aparición de su novela; esto es, confrontar sus predicciones contenidas en Un Mundo Feliz con la realidad del mundo, como él la percibía, un cuarto de siglo después. Huxley opinaba que una obra sobre el futuro podía interesar solamente si sus profecías parecían destinadas, verosímilmente, a realizarse.
Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz reviste mayor interés que la novela. Aparece como un intento de redimirse por aquel “pecado de juventud” que –Huxley asume, creo yo-, fue su novela. Este conjunto de artículos claramente está influido por la Guerra Fría. Cuatro años antes de su publicación, el maccarthysmo, que lastimosamente Huxley no aborda, había iniciado su vergonzosa retirada, en Estados Unidos.
Innegable es que leyendo o releyendo ambos trabajos, también uno se siente tentado a comparar esos presagios con la situación actual en el mundo y en Chile, particularmente. Es que, a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición, tanto Un Mundo Feliz, como Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz, conservan el mérito de estimular la reflexión.
En la fábula de Un Mundo Feliz, aunque no se dice cómo, se ha llegado a la formación de un Estado mundial que dirige los destinos de la humanidad. ¿Es factible y, aun más, inevitable que en un futuro llegue a hacerse realidad la pesadilla de un Estado mundial? Los indicios no son pocos ni despreciables. El 7 y 8 de julio recién pasado sesionó la OTAN en Varsovia. Además de los representantes de los 28 Estados Miembros, de los 26 países asociados, asistieron representantes de las Naciones Unidas, la Unión Europea y Banco Mundial. ¿Fue la cumbre de un gobierno mundial en ciernes?
Un Mundo Feliz y Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz contienen episodios que invitan a compararlos con lo que sucede en la sociedad, en Chile. ¿Acaso a muchos chilenos no se les debería suministrar regularmente algún equivalente del imaginario soma de Un Mundo Feliz? Las altas tasas de suicidio, de las que da cuenta la Organización Mundial de la Salud (que ponen a Chile en los primeros lugares en el mundo) y los niveles de agresividad que se pueden observar a diario son datos reveladores del estado mental de buena parte de los chilenos. La OMS sitúa, igualmente, a Chile como primer consumidor de alcohol en América Latina (9,6 litros por año de alcohol puro per cápita) Aunque también han sido publicados resultados de encuestas que son contradictorios entre sí, respecto a cómo los chilenos sienten que son sus vidas, destacan por su crudeza los datos duros de la OMS.
Y, a propósito del dominio sin contrapeso de una élite en la fábula de Un Mundo Feliz, parece legítimo preguntarse si existe realmente democracia en Chile. ¿Acaso Chile no ha estado gobernado más de un cuarto de siglo por su propia élite, que desembozadamente o parapetada tras un discurso “progre” (dependiendo de qué fracción de esa élite está a cargo de la administración del modelo) y utilizando muchos de los métodos descritos por Huxley en Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz, ha mantenido un modelo de sociedad que favorece a una minoría, en contra de los intereses de la mayoría?
Huxley, un liberal, postula que las instituciones democráticas son expedientes para conciliar el orden social con la libertad y la iniciativa individuales y para someter el poder inmediato de los gobernantes de un país al poder último de los gobernados. ¿Es éste el caso de Chile?
Según Huxley, dos son los procesos básicos -con todos sus efectos contradictorios y paradójicos-, los que estaban llevando al mundo real a las pesadillas de la fábula de Un Mundo Feliz: el exceso de población y su creciente presión sobre los recursos disponibles, y el desarrollo tecnológico. Todo lo demás –exceso de organización, lavado de cerebro, propaganda, educación, etc-, analizado latamente en su Nueva Visita a Un Mundo Feliz, no hace más que espolear esos dos procesos básicos, en una relación de retroalimentación.
En su Nueva Visita a Un Mundo Feliz, Huxley aborda los avances en el campo de la salud los que, en su opinión, no sólo estaban generando un exceso de población en el mundo real debido, entre otros factores, a los avances de la sanidad, la farmacología y la consciencia social, sino que junto con ello, esos avances posibilitaban que ese mayor número fuese también biológicamente más pobre. Se preguntaba, ¿qué decir de los organismos congénitamente insuficientes, a los que nuestra medicina y nuestros servicios sociales preservan en la actualidad de forma que les permiten propagarse? Ayudar a los infortunados es evidentemente bueno. Pero la transmisión al por mayor a nuestros descendientes de los resultados de mutaciones desfavorables y la progresiva contaminación del fondo común genético al que tendrán que recurrir los miembros de nuestra especie son cosas malas con no menor evidencia. Huxley concluye su reflexión señalando que se estaba en los extremos de un dilema ético y que encontrar el término medio exigirá toda nuestra inteligencia y toda nuestra voluntad.
En la fábula de Un Mundo Feliz, había “chipe libre” para practicar el sexo heterogéneo, pero no se permitía que la mujer quedara embarazada ni a ésta se le ocurría embarazarse. El problema del número de seres humanos en su relación con los recursos había quedado solucionado y se mantenía en alrededor de dos mil millones de personas. Se recurría sistemáticamente a la eugenesia y disgenesia, las que Huxley describe pormenorizadamente en su Nueva Visita a UnMundo Feliz.
Huxley expresa que no son asuntos imposibles llegar a reproducir seres humanos en botellas e instalar la regulación centralizada de la reproducción. Sin embargo, afirma que la especie humana continuaría por mucho tiempo siendo vivípara y perpetuándose al azar.
Huxley postula en Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz que el desarrollo tecnológico ha llevado a la concentración del poder económico y político y al desarrollo de una sociedad gobernada (implacablemente en los Estados totalitarios y cortés e invisiblemente en las democracias) por la Gran Empresa y el Gran Gobierno. De cómo se llega a ello, Huxley da cuenta pormenorizadamente en este trabajo.
El progreso tecnológico exige mayor organización y adaptación del personal. Las aglomeraciones humanas crecen continuamente en las áreas urbanas debido a las demandas de la industria. El avance tecnológico y el exceso de población han llevado, en consecuencia, a la pesadilla del exceso de organización y a la desindividualización. Esta última entendida como la renuncia por parte del individuo a su diversidad nativa y la obligación de someterse a módulos uniformes. En otras palabras, los individuos han tenido que hacer todo lo posible para convertirse en autómatas. De ahí que Huxley postula que la única forma segura es la del término medio entre los extremos del laissez faire y de la regulación absoluta.
Los capítulos IV, V y VI de Una Nueva Visita a Un Mundo Feliz, Huxley los dedica a analizar lo que él denomina la propaganda de masa en que describe las técnicas de manipulación al por mayor de las mentes. En ellos se refiere, entre otros temas, al proceso de concentración de los medios de comunicación en masa, la forma en que esta concentración va cercenando la libertad de expresión de la mayoría. Aborda el papel que juegan la industria de la entretención, y la religión. Al respecto opina que si la mayoría de la población pasa la mayor parte de su tiempo en los ajenos otros mundos del deporte y de la ópera cómica, de la mitología y la fantasía metafísica, tendrá dificultades para hacer frente a las intrusiones de los dispuestos a manipularla y dominarla.
De especial interés es el capítulo VI. El Arte de Vender. Recomiendo vivamente su lectura. Arroja luz acerca de cómo se manipulan las emociones, debilidades, esperanzas, miedos, etc., de las personas para venderles un producto, un servicio o cualquiera otra cosa susceptible de ser transada, convencerlos para que voten por un determinado candidato, piensen y actúen de determinada manera, etc.
De las técnicas de manipulación al por mayor, Huxley pasa a elucidar las técnicas de la manipulación de individuos aislados. Aborda, entre otras técnicas, el siempre excitante, controvertido, entretenido y a veces cómico tema del lavado de cerebro. La polémica acerca de este tema a mí me parece inconducente. Yo lo comparo con un episodio del que fui testigo hace decenios de años atrás. Conversaba un estudiante colombiano con uno mexicano. Uno le decía al otro: ustedes tienen acento al hablar castellano. El otro le respondía: no, si son ustedes los que tienen acento. Inconducente, ¿verdad? Algo parecido sucede con el tema del lavado de cerebro. Este recurso propagandístico ha ido en franca retirada. Es cierto, todavía se usa, pero son pocos quienes se la creen y los que se la creen es porque…les han lavado el cerebro.
(En conmemoración del nacimiento, el 26 de Julio de 1894, de Aldous Huxley)