Grandes científicos, menos humanos

  • 11-08-2016

El talento y genio de la artista chilena Virginia Hunneus era demasiado sofisticado para el empobrecido Chile de los años 60. Fue entonces cuando obtuvo una beca Fullbright con la que acudió nada menos que al centro de Estudios Visuales Avanzados del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT. Cuenta, Virginia Hunneus que en “ese centro de alta tecnología, de luces estroboscópicas, neón, electromagnetos, rayos láser y otros medios experimentales siente la necesidad de humanizar ese entorno hipertecnologizado y se sumerge con el beneplácito de Pablo Neruda en su Alturas de Machhu Picchu para realizar la primera obra multimedial a partir de este poema de Canto General”.

Pero cuenta que a su regreso a Chile y al darse cuenta que ni siquiera los hospitales contaban con esta tecnología, le parecía versallesco, demasiado burdo insistir en esos recursos, de modo que decidió explorar otros, más sencillos, más adecuados para el medio en el que se hallaba inserta.

Un medio que, a más de 50 años, aun no logra comprender el aporte de las artes y las humanidades y su estrecha relación con la ciencia.

Porque así como se suscitan debates y divergencias sobre cuanta cosa vana y superficial, hay una discusión que apenas ha comenzado y que remece los cimientos de toda nuestra cultura y del país que aspiramos convertirnos. Pudiera para algunos resultar una discusión de especialistas, sin embargo, no lo es, cuando la manera de enfrentar un futuro Ministerio de la Ciencia es un concepto mucho más amplio y crítico para nuestro futuro desarrollo que el que se puede pensar.

Hagamos algo de historia. A comienzos de 2015, el Gobierno creó la Comisión Presidencial Ciencia para el desarrollo de Chile, cuya tarea era “elaborar una propuesta para dar un mayor impulso a esta área y promover una cultura científica y de innovación en el país”. Y así lo hizo, cuando seis meses más tarde, la Presidenta Bachelet recibía de manos de esta Comisión un Informe que llamaron “Un sueño compartido para el futuro de Chile” y que era el resultado del trabajo de más hombres que mujeres, para ser fieles con la porfiada realidad, pertenecientes al mundo de la ciencia donde postulaban la creación de un Ministerio de la Ciencia. Cuando la Presidenta recibió el informe dijo que “la vocación de este informe no es terminar en una repisa o en un escritorio. Nuestro objetivo al crear esta Comisión ha sido generar un instrumento de trabajo que permita tener un marco y avanzar en medidas concretas de corto y mediano plazo. Por eso les pedí que, junto con la definición de un horizonte, se planteara una estrategia sólida y muy aplicable”. En marzo de este año, la presidenta de la República designó a astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas Mario Hamuy como  presidente del Consejo de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, y además, como asesor científico de la Presidencia, para materializar el anuncio que hiciera el 21 de mayo pasado coordinando al comité que creará lo que se ha decidido llamar Ministerio de Ciencias y Tecnología. Este destacado científico se ha abocado a la gestión de uno de los dolores de cabeza persistentes de los gobiernos recientes, como es CONICYT, y junto a ello ha ido trabajando una propuesta para un Ministerio dedicado a las ciencias y tecnologías de nuestro país. En este marco, es que los científicos de las humanidades, deciden alzar la voz y lo hacen a través de HUMANIORA. Y lo han hecho a través de uno de sus miembros, Cristián Opazo, quien se ha manifestado a nombre de esta Red de Posgrados en Artes, Humanidades, Ciencias Sociales y de la Comunicación de las Universidades cuyos académicos están afiliados al Consejo de Rectores. Opazo así, da cuenta de algunos alcances de tipo metodológico con que habitualmente se ha maltratado a las humanidades junto a una serie de preguntas que atraviesan el núcleo de una conversación de especialistas pero que por su natural condición de interrogantes esenciales permiten a todo aquél que se llame ciudadano a participar de ellas.

Los que expone Opazo es una lectura crítica del informe de hace un año, por lo que han tenido el suficiente tiempo de analizarlo y ya era hora de que se pronunciaran, lo que evidencia que ciertas metodologías que utilizó la Comisión Presidencial Ciencia para el desarrollo de Chile podrían sonrojar y hasta enfurecer a sus miembros en cuanto a que se recogen errores históricos respecto del lugar que le cabe a las humanidades y al arte en el amplio concepto de ciencia. Errores que han impedido el desarrollo de ciertas áreas del saber científico humanista y también de la experimentación artística debido a su deficiente tipificación.

Vale la pena reproducir aquí las preguntas que lanzó el científico cual botella a ese mar que es la comunidad, no solamente académica ni científica, con el ánimo de alentar la discusión:

¿Cómo participan las artes y humanidades de la noción de ciencia barajada por los demás interlocutores de este debate nacional?

¿Qué modelos y prácticas específicas despliegan nuestras disciplinas al generar conocimiento?

¿Qué deslindes es imperioso discernir dentro de lo que, generalmente, denominamos artes, humanidades o ciencias sociales?

¿Hasta qué punto se hace necesario, antes de diseñar el nuevo ministerio, que seamos capaces de repensar la estructura organizativa de nuestras universidades, casi siempre, atomizadas en guetos disciplinares?

¿Es viable pensar un ministerio del área sin que exista coordinación con otras esferas críticas, tales como cultura o educación?

¿Es pertinente incluir una categoría como innovación a la par de las ciencia y tecnología?

Y , si de cuestiones léxicas se trata, ¿quienes nos dedicamos a las artes, humanidades y ciencias sociales estamos de acuerdo con la instalación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología o, más bien, preferiríamos proyectar un Ministerio de la Investigación?…

Al echar un vistazo a la historia de ciencia, nos percatamos que el azar y la casualidad, como también la causalidad han sido fundamentales en el avance científico a la hora de hacer los grandes descubrimientos que han cambiado la historia del hombre, donde la formación humanista de esos genios ha sido determinante.

Es necesario que dejemos de pensar que la ciencia es solo aquella que se puede verificar a través de microscopios o telescopios, y que las humanidades, las artes, las ciencias sociales y de la comunicación son tan ciencias como la biología o la astronomía. Pero que a diferencia de ellas, producen otro tipo de datos, cuantificables pero de manera distinta, como son los valores humanos.

Esta no es solo una discusión para iniciados, es algo que nos toca a todos, sobre todo, a las futuras generaciones que deben desenvolverse en equipos multidisciplinarios. Porque la figura del sabio renacentista como Leonardo da Vinci, es imposible de reproducir en ámbitos educativos como los actuales, donde a los científicos se les cercenan desde muy jóvenes las posibilidades de desarrollar a la par sus talentos matemáticos y artísticos, condenándolos finalmente, a ser menos humanos.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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