La película comienza con un primer plano de un Alejandro Goic fuera de sí. Evidentemente afectado por alguna droga, sonríe y llama a gritos al atractivo joven delante de él, quien lo mira insinuante. Corte, y la narración se traslada a una hermosa casa con vista al mar donde dos mujeres se recuperan de la fiesta de despedida de una de ellas. En los primeros minutos de película no entendemos bien la relación entre ellas. El personaje de Paulina Urrutia es demandante y crítico, mientras el interpretado por Paula Zúñiga es servicial y paciente. Con el paso de los minutos iremos descubriendo que las dos mujeres son pareja y que ésta relación desequilibrada se fundamenta también en los orígenes sociales y económicos de cada una.
Las tensiones entre ellas se agudizan cuando aparece, sin invitación, un conocido que asistió a la fiesta de la noche anterior. Gastón – el joven que vimos en la escena anterior- que, ahora, con actitud humilde viene a disculparse por alguna situación ocurrida en la fiesta y que trae como ofrenda un vino blanco. Los tres personajes se instalan en la agradable terraza a compartir el vino y es en esa conversación que las diferencias entre ellos se hacen evidentes. Muy lentamente el tono placido de esta primera parte del filme será reemplazado por escenas de violencia que no son muy bien justificadas desde la historia, excepto por la evidente psicopatía del personaje.
El director y guionista Jorge Riquelme Serrano hace su debut en el largometraje con esta película que demuestra un muy buen manejo de actores y una hábil dirección de cámaras. La película tiene varios elementos destacables. El trabajo de Paulina Urrutia, Paula Zuñiga y Gastón Salgado es potente y equilibrado. Cada uno de los personajes demuestra matices y complejidades que los vuelven interesantes, a pesar de la poca información que el espectador tiene de ellos. Por otro lado, casi toda la acción sucede en una sola locación – esta casa en la playa- y la puesta en escena, el uso de los espacios y la iluminación para para pasar de ambientes acogedores a otros escalofriantes está bien logrado. Otro elemento que siempre se agradece es la música de Carlos Cabezas, reconocido líder de “Electrodomésticos” y compositor de varias bandas sonoras del cine chileno, que -en las pocas escenas en donde hay música- aporta con sus temas un dinamismo que se agradece.
Podríamos decir que el problema general de “Camaleón” es que es una película que resulta muy fría. Al espectador se le entregan pocos puntos de conexión con los personajes para que, más allá de la curiosidad, nos importe realmente lo que les sucede. No entendemos sus razones, ni intenciones hasta muy avanzado el metraje, lo que hace que la primera parte se perciba lenta y que cuando finalmente suceden cosas, la percepción sea que lo hacen desde un lugar que resulta más bien antojadizo.
La película coquetea con una crítica a la manera en que las distintas clases sociales se relacionan en el Chile de hoy, que resulta atractiva, pero que no resuelve. En resumen, podríamos decir que se trata de un debut correctamente filmado y muy bien actuado que no alcanza mayores alturas por un guión al que le falto consistencia para vincular al espectador con los personajes y con una historia que, aunque con muchas posibilidades, se pierde en el efecto sin dejarnos mucho más que los ecos de la violencia a la que asistimos.