Mujeres con memoria

Sandra Lorenzano es una mujer con memoria. Ella misma debió huir, siendo adolescente de la dictadura militar de su Argentina natal para refugiarse en México, donde se ha convertido en una de las más importantes plumas femeninas de ese país. Pero su verdadera patria es la escritura y en ese territorio es donde ella y muchas otras mujeres se encuentran y pueden decir lo que tanto se calla.

Sandra Lorenzano es una mujer con memoria. Ella misma debió huir, siendo adolescente de la dictadura militar de su Argentina natal para refugiarse en México, donde se ha convertido en una de las más importantes plumas femeninas de ese país. Pero su verdadera patria es la escritura y en ese territorio es donde ella y muchas otras mujeres se encuentran y pueden decir lo que tanto se calla.

Hace una semana, cuando marchaba junto a mis dos hijas por el centro de Santiago pensaba en las historias de vida de aquellas que gritábamos por un Chile feminista. Con apenas unos pocos meses de vida, algunas iban cargadas en los brazos de sus madres que las sostenían con la fuerza de las mujeres que ya no están. Esas mujeres que lucharon porque pudiéramos ingresar a la Universidad o tener un puesto de trabajo fuera del hogar. Esas que consiguieron que fuéramos consideradas, después de milenios, como sujetos de derecho. Iban las niñas de la mano de sus mamás y también papás. Más allá las adolescentes con sus cabezas semi rapadas, en cambio otras, con sus pelos largos convertidos en gruesas rastas. Y las mayores, también, en cuyos ojos se traslucían a esas jóvenes que hace 40 años luchaban en contra del terrorismo de Estado y que seguían marchando a paso firme, sin prisa pero sin pausa.

Los ojos de esas mujeres, de todas las que reían, cantaban, gritaban o realizaban acciones de arte pintando sus cuerpos con los nombres de las mujeres asesinadas, estaban chispeantes por la energía que las envolvía en una jornada inédita que había nacido en la vecina Buenos Aires bajo las consignas Vivas nos queremos y Ni una menos, siendo esta última la que tomó más fuerza en Chile. Pero había un velo de tristeza en esas miradas que opacaba la alegría de estar juntas, de reconocerse por vez primera en un espacio público manifestándose por lo que en privado nos avergüenza e indigna: la ausencia de aquellas fueron asesinadas y el silencio de todas las que siguen siendo a diario maltratadas.

La escritora argentino mexicana o argenmex, Sandra Lorenzano publicó hace un año una novela titulada La estirpe del silencio (Ed. Seix Barral) y que recién se ha presentado en Chile en el marco de la FILSA 2016. Su novela cuenta la historia de Margarita Carmen Cansino, una joven nacida en Tijuana, México, en el año 1918 que enloqueció a media humanidad como Gilda o cuando iba a subirle el ánimo, y algo más, a los soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Rita Hayworth, como fue mundialmente conocida, es todavía considerada como una de las más grandes divas del Hollywood cuya vida esconde el dolor del abuso y el maltrato. ¿Qué hay detrás de la hermosa sonrisa de Rita Hayworth? ¿Qué esconde esa melena colorina, abundante y provocativa? ¿Qué hay al interior de ese cuerpo exuberante y esa voz sensual que decía cadenciosamente: Put the blame on Mame, en la película Gilda? Detrás está aquella Margarita Carmen Cansino Hayworth y la historia de una adolescente abusada por su padre y que no contento con eso, la prostituyó con apenas 13 años y la explotó en el Casino Aguas Calientes de Tijuana hasta convertirla en la “diosa del amor”, como fue llamada.

Sandra Lorenzano es una mujer con memoria. Ella misma debió huir, siendo adolescente de la dictadura militar de su Argentina natal para refugiarse en México, donde se ha convertido en una de las más importantes plumas femeninas de ese país. Pero su verdadera patria es la escritura y en ese territorio es donde ella y muchas otras mujeres se encuentran y pueden decir lo que tanto se calla.

Mujeres con memoria que tenemos a la lengua materna como lanza para cambiar la trama de la novela de horror en las que nos han sumido.

 





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