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DD.HH: Del dolor a la organización

Columna de opinión por Mariana Zegers
Miércoles 26 de octubre 2016 13:20 hrs.


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Estas letras recuerdan, reconocen y reiteran el rol crucial que han jugado los activistas de la memoria y los derechos humanos en los avances en materia de verdad, justicia y reparación. Activistas diversos provenientes de distintas áreas del conocimiento y colectivos sociales,  de distintas creencias políticas y religiosas. Portadores de un saber enraizado en experiencias comunes y disímiles a la vez. Pensamos en los familiares de los ejecutados políticos y de los detenidos desaparecidos, los que, en su gran mayoría, aún no aparecen. Pensamos en comunicadores, abogados, asistentes sociales, médicos y pobladores. Pensamos en sobrevivientes, para no decir víctimas, de la tortura.

La labor de los activistas de la memoria y los derechos humanos se ha prolongado en el tiempo,  reinventándose según las urgencias, según la coyuntura. Primero fue la unión en la búsqueda de los prisioneros y desaparecidos y en la protección de aquellos que corrían peligro. Luego, la lucha contra la legitimación de la dictadura, seguida de la lucha por la recuperación de la democracia. Y en democracia, la reconstrucción y comunicación de la memoria, la recuperación y mantención de sitios de memoria, la  persistente búsqueda de verdad y justicia, la clara voluntad de eliminar los pactos de silencio y los beneficios carcelarios a violadores de derechos humanos.

Estas palabras reconocen el trabajo de mujeres como Viviana Díaz y Sola Sierra, quien dirigió la AFDD entre 1977 y 1999, año en que fallece. Sola Sierra fue una gran defensora de los derechos humanos. Si bien fue una activista política comprometida desde muy joven, la desaparición de su esposo Waldo Pizarro marcó su quehacer en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos y la posterior consecución de justicia.

La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos es una de las primeras organizaciones que surgen de manera espontánea, constituida principalmente por mujeres que iban a buscar a sus familiares desaparecidos a los centros de detención y hospitales. La Operación Colombo, constatación primera del asesinato de los desaparecidos, provocó un dolor que trajo consigo la organización. Este brutal crimen de lesa humanidad motivó la constitución formal de la Agrupación, en 1975, la que pudo reunirse, gestarse y organizarse con anterioridad en las dependencias del Comité de Cooperación para la Paz; el que, luego de que Pinochet exigiera su disolución, dio paso a la formación de la Vicaría de la Solidaridad. En este contexto, y con el apoyo de otros organismos ecuménicos como FASIC, se presentaron recursos de amparo, querellas y denuncias. Se enviaron cartas a las autoridades civiles y militares, a los tribunales de justicia, sin respuesta. Luego, en 1977, la  Agrupación  inició las primeras manifestaciones públicas con una huelga de hambre en la sede de la Comisión Económica para la América Latina de Naciones Unidas (CEPAL) (20 años de historia de la AFDD)

A los familiares, amigos y compañeros de los desaparecidos se les ha negado una práctica ritual ancestral, constituyente de lo humano: el derecho a despedirse del cuerpo del ser amado, a efectuar su rito mortuorio. Ante la inhumación ilegal del desaparecido, solo queda exigir a la justicia que investigue el destino final de sus restos. Recientemente, Londres 38 interpuso una querella para determinar el destino final de 85 detenidos desaparecidos. Una demanda similar fue presentada en julio de este año por la Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad.

Fuentes informativas dan cuenta de la escasa información existente sobre el destino final de los desaparecidos: de los 1.193, solo 88 habían sido hallados e identificados a fines de 2015 (El Mostrados, querella Londres 38).

¿Será posible a esta altura conseguir toda la verdad y toda la justicia? Muy a pesar de aquellos que no distinguen trato entre delincuentes comunes y criminales de lesa humanidad en lo que a beneficios concierne, pero sí lo hacen cuando de condiciones carcelarias se trata, aún queda mucho por avanzar. Toda la justicia y toda la verdad que se pueda alcanzar, considerando que ya varios violadores de derechos humanos murieron impunes o habiendo recibido condenas irrisorias frente a los crímenes cometidos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.