“Los derechos sociales son un mito, no existen, un derecho social es un derecho a la plata de otro. Y le ponen el nombre social, que es un concepto fácil de vender, a algo completamente antisocial porque es convertir a cierto grupo de personas en proveedores ilimitados de recursos para otros grupos de personas, los que, a su vez, se transforman en dependientes del asistencialismo estatal con el que nunca salen adelante, y entre medio el que reparte se lleva la mejor parte. No hay nada más antisocial que eso”.
La frase es de Axel Kaiser, el novel intelectual que sale en defensa de las “libertades”, y quien junto a Gloria Alvarez ha estado protagonizando la nueva cruzada “teórica” del derechismo a lo largo y ancho de América Latina, con su libro “El engaño populista”.
La crisis del sistema de capitalización individual y de Administradoras de Fondos de Pensiones, debería servir como tamiz para filtrar el verdadero sentido ideológico del discurso de intelectuales como Kaiser, y verificar que, pese a su discurso “libertario” y el edulcorante “democrático”, el contenido es el programa económico-social impuesto por la tiranía cívico-militar pinochetista a la sociedad chilena, y actualizado en “democracia”. Capitalismo neoliberal puro y duro.
Cuando Kaiser habla de “convertir a cierto grupo de personas en proveedores ilimitados de recursos para otros grupos de personas”, ¿está hablando de un régimen de derechos sociales que en Chile no existe o está hablando de la transferencia de enormes riquezas de los trabajadores a los bancos, a través de las AFP?
Según datos de la Fundación SOL, la pensión promedio en Chile ronda los 205 mil pesos, y el 90% de los pensionados recibe, en promedio, unos 150 mil. Para 2035, el 90% de las pensiones estarán por debajo del salario mínimo y el 60% estarán por debajo de la línea de la pobreza.
Las AFP, por su parte, tan solo en 2014, manejaban 10 mil millones de dólares. De 500 mil millones de pesos que gestionan apenas 200 mil millones se usan en pagar pensiones, y el 45% se invierte en el extranjero. El 10% que se le sustrae mensualmente de su salario a cada trabajador, ha sido la gran fuente de una inyección escalofriante de recursos al sector financiero que luego engorda prestando en créditos al mismo trabajador y pensionado empobrecido, para que se vista, se alimente y viva.
¿Acaso no es este saqueo la real manifestación del “derecho a la plata de otros” que intelectuales de la derecha renovada, como Kaiser, le achacan a los derechos sociales?
Pero Kaiser lo ve de otra manera: cuando se reivindican los derechos de todos a los estatutos básicos de la dignidad humana, él lo llama “estatismo” y “populismo”; cuando las mayorías son espoliadas para engordar al gran capital, él sencillamente responde que, habiendo “igualdad ante la ley”, lo que aflora es “la diversidad humana” en que unos “progresan” y a otros “no les va bien”. Para estos últimos, dice Kaiser -en ese neoliberalismo extremista y de receta que esconde, camufla y maquilla- debe ir dirigida la “ayuda”.
Los que defienden una sociedad justa (no de iguales totalitariamente determinados, como fantasea Kaiser), podemos afirmar que lo suyo sí es populismo, ese que Rafael Correa llamó “populismo del capital”. Nuestros pensionados empobrecidos no requieren “ayudas focalizadas” porque les “vaya mal”. Las AFP no se enriquecen ni engordan a los bancos por méritos propios ni por la “diversidad humana”, sino a través de un orden económico y jurídico que permite y protege la ganancia parasitaria, el enriquecimiento improductivo y el saqueo descarado.
Nosotros no queremos “ayuda” a los que les “va mal”, sino precisamente lo que dice Kaiser: que deje de haber derecho ilegítimo a las platas de otros, para enriquecer a pocos a costa del sufrimiento colectivo.
Los derechos sociales -como es una pensión digna, desmercantilizarla y terminar con el sistema de AFP y capitalización individual- no es el derecho a lo ajeno: es, primero, defender el ahorro y el esfuerzo de cada ciudadano, y es, segundo, hacer de todos lo que entre todos producimos: la riqueza y el crecimiento económico.
No queremos desviar nada, queremos poner cada cosa en su justo lugar. No queremos que otros nos den nada, queremos que nos dejen de robar y queremos para todos lo que entre todos ha sido producido. No queremos más negocio con lo que desde 1948 son Derechos Humanos.
Levantar la exigencia de darle fin a las AFP es una batalla material, pero es también ganarle la batalla de las ideas y del sentido a los fantasmas ideológicos del orden que hay que dejar atrás.