Estados Unidos: Trump asusta, pero Clinton no es tan distinta

Se aprecia en todas partes un desasosiego respecto a Donald Trump, transformado en un deseo fervoroso de que Hillary Clinton gane la elección presidencial de Estados Unidos ¿Qué tanto debería alegrarnos que gane ella, en vez de él?

Se aprecia en todas partes un desasosiego respecto a Donald Trump, transformado en un deseo fervoroso de que Hillary Clinton gane la elección presidencial de Estados Unidos ¿Qué tanto debería alegrarnos que gane ella, en vez de él?

Los imperios tienen intereses permanentes que no cambian de modo significativo según quien los encabece. Hay un recorrido pre-escrito sobre el cual el líder puede marcar matices, pero en lo que respecta a Estados Unidos, lo que sus poderes le exigen y le exigirán es que mantenga el lugar de ese país en el mundo, tal como lo hemos conocido desde hace un siglo. Ya deberían saberlo quienes se alegraron y hasta se emocionaron con el triunfo de Obama, tal como quienes le dieron precipitadamente el Nobel de la Paz, para luego constatar que, salvo señales de última hora para el juicio de la historia, no hubo diferencias radicales con los tiempos que le precedieron.

Ya deberían saberlo también quienes, horrorizados por la vulgaridad formal e intelectual de Donald Trump, desean fervorosamente el triunfo de Hillary Clinton como si ambos fueran antitéticos. Y no lo son. De hecho, la candidata demócrata proviene del corazón de la política de Estados Unidos de los últimos 25 años. Como ya se sabe, durante este periodo este país se benefició de la fase unipolar, consecuencia de la caída de la Unión Soviética, y significó, entre otras consecuencias, la radicalización de la globalización –llamada así a secas pero en que en realidad es esencialmente de carácter financiero-, lo que debilitó aún más los márgenes de acción e independencia de los países subordinados. No es casual, entonces, que haya sido una crisis económica mundial la que haya llevado también a la crisis del mundo unipolar, como tampoco lo es que Estados Unidos intente reposicionar a su país con grandes tratados planetarios de libre comercio, como el TPP y el TTIP. Esto es lo que está en juego para el futuro de los dos candidatos, y aunque ambos se han mostrado en contra del TPP, persiste una desconfianza de sentido común sobre la sinceridad de esas posiciones.

Hillary Clinton proviene de un partido que no fue tan diferente al Partido Republicano cuando le tocó gobernar, especialmente en lo que a intervenciones y guerras externas refiere. Que además, cuando estuvo en la oposición, respaldó plenamente acciones demenciales como las ordenadas por George W. Bush en Irak. Hillary Clinton además, y los últimos correos filtrados lo reconfirman, es cercana a los grandes poderes corporativos que aumentan la desigualdad dentro y fuera de Estados Unidos, tratan de reducir la capacidad de acción de los Estados y de la política y que, como decíamos, promueven los tratados de libre comercio que han tenido altos costos sociales y medioambientales en el mundo entero.

Lo que hará Hillary Clinton entonces es altamente predecible: más de lo mismo. Por eso, aunque nos cueste comprender, Donald Trump ha atraído la expectativa de muchas personas que desearían que las cosas fueran distintas.

De hecho, y entre tanta tontera, Trump ha dicho dos de las cosas más progresistas que se le pudieran escuchar a un candidato presidencial estadounidense: primero, su intención de mejorar las relaciones con Rusia, evidentemente deterioradas durante la era Obama-Putin. Y segundo, algo que nos atañe especialmente: “vamos a dejar de tratar de construir democracias extranjeras, derrocar regímenes e intervenir imprudentemente en situaciones donde no tenemos derecho de estar”, promesa que formuló en un evento de campaña en Carolina del Norte, a cinco días de las elecciones.

Frente a un candidato que finalmente no se derrumbó, como tantas veces se había anunciado, Hillary Clinton depende –en un sistema de voto voluntario- de convocar a ciertos segmentos de la población que podrían sentirse especialmente amenazados por Trump. Más aún, porque hay una evidente frialdad en la intención del voto de raza negra por la candidata demócrata, porque no es Obama y porque las políticas de combate a la delincuencia del gobierno de Bill Clinton se ensañaron especialmente con ellos.

Ha habido, entonces, un fuerte direccionamiento para movilizar el voto de las mujeres contra un machista, troglodita y potencial acosador sexual. Las denuncias contra Trump se multiplicaron y los apoyos a Hillary Clinton también, pero desde la izquierda, aquella que estuvo con Bernie Sanders y que se siente lejana de la candidata del establishment, vino un golpe de boca de la actriz Susan Sarandon, quien se negó a votar por una mujer por ese solo hecho y anunció su apoyo a la opción del Partido Verde. Según afirmó, “estamos en esta situación porque hemos estado votando al menos malo durante mucho tiempo. Es importante tener un nuevo partido y que los candidatos independientes tengan el 5% de los votos. Y Hillary Clinton probablemente gane las elecciones: tiene el apoyo de los ‘neo-con’, el de toda la prensa, todo el mundo está con ella. En cambio, a mí todo lo que me preocupan son las guerras, Siria, todo eso que realmente existe, el TTIP, el fracking, el medio ambiente. No importa quien gane, ninguno de los dos habla sobre esto, porque el dinero domina nuestro sistema, así que no me importa. Yo no voto con mi vagina, esto es más importante que eso”.

El otro grupo donde se han concentrado los esfuerzos demócratas es entre los latinos, la primera minoría del país y en donde están habilitadas para votar 27 millones de personas. Las declaraciones de Trump sobre los inmigrantes y el muro en la frontera con México parecen haber tenido aquí un fuerte efecto favorable a Clinton, sin mucho mérito propio. Las encuestas hablan de una disposición a votar mucho mayor de este sector de la población, lo cual podría ayudar al triunfo demócrata en estados claves para la elección, como Florida, Nevada, Iowa, Carolina del Norte y Ohio. Éstos, junto a Pensilvania y Virginia, son los que definirán la elección.

El martes se sabrá si la campaña demócrata o el repunte de Trump obtendrán la mayoría. En cualquiera de los dos casos, la situación no será demasiado distinta. Otra cosa era Bernie Sanders: él sí representaba una alternativa y por eso los poderes corporativos se jugaron para que Hillary Clinton ganara las primarias demócratas, como lo dio a conocer Wikileaks.





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