Cuando se tiene la oportunidad de comparar el pensamiento de la derecha chilena con el que manifiestan otros sectores conservadores o retardatarios del mundo, siempre podemos comprobar que las posiciones de los de aquí son las más extremas del mundo, y adolecen de prejuicios sorprendentes y vergonzosos. Mientras la derecha chilena conspiraba y alentaba el derrocamiento del gobierno de Allende, para después ordenar y justificar los crímenes de la Dictadura, había sin embargo partidos derechistas de Europa y de todo el mundo que repudiaban lo que sucedía en nuestro país y condenaban al régimen de facto.
En Europa, por ejemplo, ser derechista puede ser perfectamente compatible con ser un ciudadano demócrata y respetuoso de la dignidad y de los Derechos Humanos. Así como se hace perfectamente posible ser un gran empresario y un hombre de bien, respetuoso de los derechos laborales y de la ética que debe imponerse al interior en las sociedades anónimas, partidarios del lucro razonable y controlado, como de una política salarial más equilibrada entre las utilidades de los patrones y las remuneraciones de los trabajadores. Lo mismo que, en general, ocurre en los Estados Unidos, aunque ahora todo el mundo esté atónito respecto de los propósitos de un Donald Trump que más parece un franco nazi o fascista que un republicano o integrante de un partido que le ha dado respetables gobernantes a ese país que colaboraron ciertamente con para el término de la discriminación racial.
En estos días volvemos a ver cómo vuelven a sacarse la careta los exponentes de nuestra rancia o arcaica derecha en relación al trato que debiera dársele a los inmigrantes. Al escuchar y leer posiciones tan extremas como la de algunos parlamentarios de la UDI y de las demás colectividades reaccionarias empeñadas en asociar el desarrollo de la criminalidad en Chile con la llegada de quienes vienen a avecindarse a nuestro país. Quienes, en la inmensa mayoría de los casos, son latinoamericanos ilusionados por encontrar un trabajo estable y digno. Aunque, por cierto, muy engañados, realmente, por la acogida y las posibilidades que se les brindaría posteriormente.
Se dice que “no hay peor astilla que la de un mismo palo”, una máxima que podemos comprobar plenamente en estos días cuando los nombres y apellidos de los emigrantes del pasado manifiestan tantos reparos y exigen tantas prevenciones de parte de nuestro Estado respecto de un fenómeno migratorio que no ha dejado de expresarse en toda nuestra historia. Cuando, en realidad, los auténticos dueños y residentes de nuestros países son los pueblos indígenas que habitaban nuestro territorio hasta la llegada de los españoles y portugueses que tomaron posesión por las armas de los vastos territorios del Nuevo Mundo. Así como de los nuevos inmigrantes alemanes, ingreses, árabes, franceses, croatas y de un cuantohay que no han cesado de llegar a lo largo de toda nuestra historia. Si hasta los pueblos originales, podríamos decir, también emigraban de un lado a otro en todo nuestro continente, demostrando con ello que se trata de una realidad que nos acompaña desde la prehistoria y sin la cual no podríamos haber consolidado las naciones y estados actuales.
Realmente sorprende la pretensión de algunos políticos y opinólogos de derecha al respecto. La xenofobia con la que se están expresando para abogar por normas tan absurdas como la de exigirles a los que llegan demostrar un capital para sustentarse en nuestro país. Al pretender exigirles un estatus de inversionistas extranjeros, más que de emigrantes que buscan una oportunidad mejor de vida. Imagínense ustedes que pasaría si los países europeos impusieran las normas que aquí se proponen donde todos los días llegan miles de africanos y asiáticos arrancando del hambre y la guerra. Cuando el fenómeno allá es todavía mucho más extendido y existen leyes de acogida que establecen derechos para estos recién llegados que resultan verdaderamente ejemplares por su humanidad y sentido común. Aunque también ahora los Trump de allá, los Le Pen y otros busquen obtener dividendos políticos al propiciar de parte de sus estados mayores restricciones a quienes en realidad se han convertido en la gran “mano de obra” que ha sustentado el crecimiento y el desarrollo de todo el Primer Mundo.
Es lamentable que hasta ex presidentes que debieran tener una visión más abierta y estratégica se empeñen en la aberrante actitud de asociar la llegada de nuestros hermanos latinoamericanos al crecimiento de ciertas formas de criminalidad. O “pisen el palito” que les ponen estos provocadores a objeto de ganar apoyo en una población desgraciadamente mal informada al respecto y que teme que sus derechos y estatus pueda perjudicarse por la emigración. Cuando todos, en realidad, somos emigrantes de primera, segunda, tercera o cuarta generación… Lo que puede comprobarse en nuestros nombres y apellidos… Lo que puede comprobarse en los nombres y apellidos de quienes se instalaron en la Patagonia chilena y se propusieron extinguir a nuestras poblaciones aborígenes. En los cuatreros de apellidos alemanes y de otras nacionalidades empoderados en la Araucanía y que hoy defienden como propias las tierras arrebatadas a los mapuches que nuestros primeros gobernantes ya habían reconocido como una nación, estado y territorio hasta esa aberrante “Pacificación” que los mató, expropió y hasta hoy sigue ensañándose contra sus derechos. Mientras, por otro lado, se les concedía territorios, protección e impunidad a los habitantes de esa colonia “Dignidad”, dirigidos por un nazi criminal y pedófilo distinguido por todos nuestros gobiernos.
Como si hoy los Paulmann, los Von Mühlenbrock, los Mewes, los Luksic, los Edwards , los Angelini y otros no se hubiesen bajado también de los barcos, aviones y otros medios de transporte, con una mano por delante y la otra por detrás, para radicarse en Chile y empezar a delinquir sistemáticamente, hasta hacerse millonarios con la sangre y el sudor de los trabajadores del salitre, del cobre o del ahora llamado retail. Cómo es posible que un personaje como Sebastián Piñera, que hasta ayer su familia fuera de una modesta condición, se atreva a exigirles condiciones a los nuevos emigrantes, después de hacerse, en tan poco tiempo, de una enorme fortuna sorteando todo tipo de leyes y normas tributarias. Pagando a abogados y jueces para salvar ileso, hasta aquí, de todos sus despropósitos económicos y que ahora, para colmo, aloja sus capitales en los paraísos fiscales. En vez de invertirlos en el Chile que se propone volver a gobernar. Cuando hasta se le ve con sus uñas negras por su falta de urbanidad y por tanto amasar dinero.
Cuando a un “Grossman” se le encarga la defensa de Chile ante la Haya y una “Bachelet” está en La Moneda: Así como antes dos Alessandri, dos Frei, un Pinochet y un Aylwin llegaron a nuestra sede de Gobierno en este país constituido por emigrantes y que ahora tiene la oportunidad de recibir y favorecerse con el trabajo de colombianos, peruanos, bolivianos, haitianos y otros que en su inmensa mayoría son gente honesta, digna y trabajadora, como que hay que reconocer en ellos un nivel educacional por encima del de millones de chilenos.
Bolivianas que les enseñan a hablar a los niños mal hablados de los hogares ricos; peruanos que, como los chinos, enriquecen nuestra pobre cultura culinaria; haitianos que empiezan a descollar en el deporte nacional. Como también bellas bailarinas, hábiles y honestos comerciantes y migrantes que empiezan a instalarse en nuestros campos para colaborar y ganarse la vida como labradores, constructores y otras actividades. Venezolanos, argentinos y otros que atienden restoranes y ofician en tareas que algunos chilenos ya no quieren ejercer. Cuando no existe una sola evidencia de que los delincuentes comunes porcentualmente sean más entre los recién emigrados que en la población general del país. Cuando lo que vemos es cómo los policías renegados los acosan y maltratan en las calles con sus detenciones por sospecha, simplemente por el color de su piel o acento. Lo que no le ocurre a otros recién llegados más “blanquitos y de ojos claros” parecidos a los más rabiosos xenófobos de nuestro Parlamento y medios de comunicación.
Qué vergüenza nos da, estimados auditores, la discriminación racial que fomentan estos personajes tan cínicos o de tan mala memoria, que reniegan de su reciente pasado, pero que tanto caracterizan el verbo y los horrores cometidos por la derecha chilena, la más extremista y terrorista de las derechas del mundo. Ojalá que tanto arribista que nos gobierna no ceda, siquiera esta vez, a sus consejos y presiones. Y se propongan, más bien, engrandecer a nuestra Patria con normas y leyes que buena acogida, y expresen un espíritu latinoamericanista y humanitario. Ojalá que los empresarios dignos y solidarios les den oportunidades de trabajo y que las organizaciones sociales, los sindicatos y otros los incorporen a sus filas y luchas. Que los chilenos que también somos hijos, nietos o bisnietos de emigrantes o refugiados les tendamos nuestras amistosas manos.