En el Chile republicano que alcanzamos a conocer antes del 11 de septiembre de 1973, los candidatos presidenciales surgían de las decisiones de los partidos. Aunque había políticos que perseguían tal denominación (¿cuál no?) lo cierto es que éstos debían esperar la resolución de sus colectividades. Ahora, como se observa, primero se proclaman o autoproclaman los candidatos y recién después los partidos o los conglomerados políticos son conminados a decidir al que parezca el más plausible para conducirlos a La Moneda, que es lo que más les importa. Antes, cada partido o coalición política definía primero un programa y, después, elegía a su abanderado; hoy, sin embargo, los candidatos no necesitan propuesta. Son solo rostros, como en la televisión. Su poder se funda en lo que marquen las encuestas, no de lo que manifiesten sus bases. En realidad, ninguno requiere expresar verdaderamente lo que piensa ni, menos, arriesgar un programa de acción. Su propuesta será elaborada por los publicistas u operadores que se contratan una vez que ya se ha cumplido el trámite de proclamarlos.
Todavía en el mundo (donde hay democracias más en serio) los candidatos surgen del debate interno de las colectividades o de elecciones primarias que son reales y ampliamente participativas. Aquí, por el contrario, tenemos, primero candidatos que someten su nombre a las cúpulas políticas que controlan. La candidatura de Piñera, aunque no se reconozca, es de vieja data. En el momento mismo que dejó su Presidencia, empezó su nueva campaña porque para eso él tiene dinero, mucho dinero, y un grupo de incondicionales meta partidos, que trabajan solo por reponer a su líder en La Moneda y esperar que éste los premie como ministros, subsecretarios o embajadores. Que los ponga en las principales empresas del Estado o, simplemente, le dé oportunidades de buenos negocios a sus empresas.
En los demás casos, realmente ocurre algo muy similar. Ricardo Lagos se ha reconocido como candidato sin que sus dos partidos lo hayan designado. Tanto así que ahora se dice que es posible que no participe en las primarias que quiere hacer el Partido Socialista, si es que ello lo arriesgara a una derrota. Que posiblemente, se haga proclamar solo por el PPD para ser candidato contra viento y marea. Porque su compromiso, como casi todos sabemos, es con sus amigos, con los poderosos empresarios que quieren restituirlo en La Moneda y evitar que el “antipático” Piñera cumpla con este cometido. Entre ellos, los de los grupos que se coludieron para estafar a los consumidores y, por supuesto, Agustín Edwards, el empresario dueño de El Mercurio.
Si bien Alejandro Guillier ha sido respaldado por el Partido Radical, los mismos dirigentes de esta colectividad reconocen que, por si mismos, no pueden sostener esta candidatura. Que es muy difícil que la Nueva Mayoría consienta con su candidatura, salvo que las encuestas sean tan convincentes que todos se convenzan, por supuesto, que puede ser el mejor “caballito de Troya” para retomar La Moneda. Todos, salvo Ricardo Lagos, por supuesto, porque éste, como hemos dicho, es mesiánico: se siente llamado por el destino para un segundo gobierno y apoyado por quienes tienen el dinero que se necesita para sostener una millonaria campaña. Quizás más dinero, todavía, que el que se recaudó para la candidatura presidencial de Michelle Bachelet, la más onerosa de nuestra historia electoral.
La posibilidad que algunos visualizan para nuestro colega periodista es que éste le tire el mantel a la mesa, que se decida ir “por la libre” sin el necesario apoyo de los partidos oficialistas, cuestión que podría hacerle sumar todavía mucho más apoyo. Total, Alejandro Guillier, de radical no tiene nada. Lo conocimos jovencito como socialista, aunque para convertirse en senador haya usado el cupo de los radicales. Tampoco fue nunca muy concertacionista que digamos. Como periodista y presidente del Colegio de la Orden sabe muy bien de todos los despropósitos cometidos por los gobiernos de la pos dictadura. Especialmente en materia de justicia social y libertad informativa. En una de esas, termina “tirando el mantel” si las encuestas lo siguen favoreciendo. Después, recién después, se hace el programa y “se pasa el platillo” para sostener su campaña…
Y si volvemos a la Derecha, también tenemos allí a un Manuel José Ossandón y a algunos otros que esperan que Piñera pueda desistirse de ser candidato si ve que las encuestas lo relegan a un segundo o tercer lugar. Si ven que las primarias se demuestran truchas o por cualquier otra excusa. Sabemos que Ossandón ya tiene las firmas necesarias para competir también por su cuenta, y que pudiera también tirar el mantel de la Derecha para entrar solito en tierra derecha electoral. También se siente predestinado el hombre; le ocurre casi lo mismo que a Lagos, aunque no creemos que defienda necesariamente los mismos intereses de la casta empresarial o esté tan dispuesto a asumir el discurso que más le convenga para llegar a La Moneda. Aunque sus detractores lo acusan de “populista” y de empecinado.
En la izquierda siempre ha ocurrido más o menos lo mismo. En la última contienda presidencial tuvimos también a varios empecinados candidatos que, primero, se proclamaron y, enseguida, urdieron los referentes políticos y sociales necesarios para aparecer respaldados por alguien. Ya no sabemos si fueron cuatro o cinco los audaces que dividieron sus votos y le dejaron libre el camino a una Michelle Bachelet, quien resultara elegida con un 50 por ciento de abstención ciudadana. Mesiánicos y empecinados tenemos aquí también por doquier: a los Enríquez Ominami y a los Marcel Claude, quienes incluso armaron sus propios referentes para aplaudirse y darle formalidad a sus pretensiones electorales, adoptando las mismas malas prácticas de los políticos en general, sobre todo en materia de hacer “caja electoral”. Y, claro, no faltan, tampoco, los consabidos ultras que poco o nada les importa la voluntad popular y que de partidos solo conservan el timbre y la campanilla de algunas viejas y desaparecidas colectividades…
Siempre he sostenido que el mundo de los inconformes, de los indignados, de las expresiones sociales es muy amplio y mayoritario. Que si se lograra unidad sería perfectamente posible vencer electoralmente a las revenidas expresiones del duopolio como a sus repetidas caras o caretas. Que son más los chilenos irritados con un país tan desigual y con tan falsa democracia, como que en las últimas elecciones municipales, con miles de candidatos, la cifra de abstención se elevara al 65 por ciento. Que es allí, en ese mundo, donde cabe ofrecer una candidatura presidencial distinta a lo que henos tenido hasta aquí; que sería bueno que esta vez los jóvenes políticos de izquierda y las organizaciones sociales que han sido tan exitosas en su convocatoria y movilizaciones se sienten a buscar y respaldar a un candidato presidencial que ciertamente puede resultar triunfante si se mide con cualquiera de los otros aprontes de quienes siguen apoltronados en el Gobierno y en el Parlamento en estos últimos 27 fatales años que han seguido a la Dictadura y consolidado su modelo institucional y económico.
Eso sí que con una propuesta o programa antes que definir candidato.