Poderoso caballero es don capital simbólico

El capital simbólico de Isabel Allende se ha acrecentado a lo largo de estos años gracias a su extensa obra literaria que gusta y que le ha generado prestigio personal, además de réditos pecuniarios a ella y a sus editores. Isabel Allende no es como ese personaje que exclama: “Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes.” Distinto fue el derrotero que tuvo recorrer Roberto Bolaño.

El capital simbólico de Isabel Allende se ha acrecentado a lo largo de estos años gracias a su extensa obra literaria que gusta y que le ha generado prestigio personal, además de réditos pecuniarios a ella y a sus editores. Isabel Allende no es como ese personaje que exclama: “Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes.” Distinto fue el derrotero que tuvo recorrer Roberto Bolaño.

Tras leer Hija de la Fortuna, años atrás, quise escribir un artículo sobre la escritura de Isabel Allende. Este deseo lo concreto ahora, después de haber leído El Amante Japonés, novela con intencionalidad política.

Sobre Hija de la Fortuna hay un ensayo, escrito por Yanira Paz, titulado Pablo Neruda e Isabel Allende: Dos sagas de Joaquín Murieta. La autora muestra los disímiles enfoques al personaje en Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta, de Pablo Neruda, y en Hija de la Fortuna, de Isabel Allende. Por cierto, hay otros trabajos que reseñan, analizan y evalúan la novela de Isabel Allende.

Un dato todavía sobre Hija de la Fortuna. Por ociosa y distraída curiosidad, me metí a Internet y escribí Tao Chien, el nombre del compañero de aventuras chino de Eliza Sommers, el personaje central en el libro. Encontré una reseña de un poeta chino llamado Tao Yuanming o Tao Qian (365 o 372 – 427), que se caracterizó por una particular forma de vida y postura filosófica. Chequeando, nuevamente, en Internet, para ver si ya alguien había reparado en este detalle (no encontré a nadie) respecto del nombre del amigo chino de Eliza Sommers, me topé con un artículo en hermitage.com, titulado Tao Chien (Tao Yuanming) Poet of Reclusion.

El  Amante Japonés no me preocuparía ni me ocuparía si no fuera, como ya señalé, por el mensaje político que yo percibo tras la trama. No está en mi ánimo creerme crítico literario o ensayista en temas de estética literaria. Cuando hace un tiempo atrás preparaba un artículo sobre Martín Lutero, encontré casualmente el trabajo El Mundo Rural Medieval en la Historiografía en Alemania Desde 1930, del historiador francés Julien Demade, en el que muestra cómo investigadores y docentes –que habían respaldado con sus trabajos las posiciones racistas y hegemónicas nazis-, pudieron, inmediatamente finalizada la Segunda Guerra Mundial, reinsertarse y recuperar en su campo específico (la historia medieval europea) importantes posiciones en la nueva realidad académica, universitaria y editorial de Alemania occidental. Para explicar este proceso, Demade utiliza categorías como capital simbólico, campo, habitus, desarrolladas en los trabajos de Pierre Bourdieu (1930 – 2002). Me serviré de estas categorías.

La trama de la novela El Amante Japonés muestra la vida de Alma Belasco y, en especial, su intensa y secreta relación amorosa con Ichimei, un joven norteamericano pobre, de ascendencia japonesa. Alma Belasco es una niña polaco-judía que llega a instalarse a EE.UU., enviada por sus padres desde Polonia a fin de escapar de la persecución nazi. A medida que la trama avanza, uno se va percatando de lo ejemplar del comportamiento de todos los miembros de la familia judío-norteamericana Belasco, que es la que acoge a la joven. El jefe o cabeza de la familia Belasco y tío político de  Alma Belasco,  hace su fortuna a punta de puro esfuerzo, durante e inmediatamente después de la Gran Depresión, trabajando diariamente un montón de horas. Digno de encomio, ¿verdad? Otro tanto ocurre con Seth Belasco, primo de Alma Belasco. El comportamiento del muchacho es la de un consumado ´gentleman`. No recuerdo ni un solo hecho o actitud reprochable en y de parte de ninguno de los Belasco, a lo largo de la novela.

Dejemos de lado, por el momento, a El Amante Japonés y acerquémonos a los conceptos de Pierre Bourdieu. Encontré una selección de preguntas, hechas por distintas personas a Isabel Allende y las respuestas de ésta. La selección de las preguntas la hizo Isabel Allende. Pregunta: Provienes de una familia muy inusual. ¿Podrías hablar de tu tío, Salvador Allende, y de cómo influyó en tu vida? Parte de la respuesta de Isabel Allende: Salvador Allende era primo de mi padre, un “tío” más en una familia numerosa. Lo veía de vez en cuando, en fiestas familiares, vacaciones. Después del golpe militar, cuando me fui de Chile, comprendí que Allende tenía una dimensión histórica. La dictadura militar borró su nombre en Chile, pero en el resto del mundo era un héroe, una figura legendaria. Cuando me fui auto-exiliada a Venezuela, cada vez que decía mi nombre, la gente preguntaba de inmediato si estaba relacionada con Salvador Allende.

Isabel Allende pone tío entre comillas, porque en rigor el presidente Allende no fue tío suyo. Los editores de la obra de Isabel Allende, seguramente, con su anuencia, la presentaron durante mucho tiempo como sobrina del presidente Allende, a secas. En la perspectiva bourdieuniana, presentado de ese modo, el parentesco es capital simbólico altamente apreciado.

Bourdieu señala que capital simbólico es no importa qué propiedad (no importa qué especie de capital, físico, económico, cultural, social) cuando ella (la propiedad) es percibida por agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que ellos están en condiciones (en medida) de conocerla (de percibirla) y de reconocerla, de acordarle valor. José Manuel Fernández Fernández aporta al esclarecimiento del concepto anotando que Bourdieu definió el capital en general como una fuerza dentro de un campo y agrega que Bourdieu distingue cuatro tipos principales de capital: capital económico en un sentido estricto, capital cultural, capital social y capital simbólico, algo en que pueden convertirse los demás tipos de capital. Agreguemos que el capital simbólico es susceptible de acrecentarse o en su defecto extiguirse en un campo específico, dependiendo de las acciones emprendidas o no por el poseedor de un capital simbólico inicial.

Un campo es definido como un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales determinadas. Estas relaciones quedan definidas por la posesión o producción de una forma específica de capital, propia del campo en cuestión. Cada campo es –en mayor o menor medida- autónomo; la posición dominante o dominada de los participantes en el interior del campo depende en algún grado de las reglas específicas del mismo. El conjunto estructurado de los campos, que incluye sus influencias recíprocas y las relaciones de dominación entre ellos, define la estructura social.

Para configurar y delimitar un campo determinado a lo largo de un período específico de tiempo… Es necesario conocer y establecer relaciones con otros conceptos (habitus, capital, apuesta, posición, toma de posición, interés, etc.), materializados a través de las acciones y las reacciones de los agentes o las instituciones que pretenden conservar o modificar el funcionamiento interno del campo, anota Elsy Rosas Crespo (El Estudio de las Obras Literarias desde la Perspectiva de Análisis Propuesta por Pierre Bourdieu). Definido de este modo, se aprecia que un campo es un concepto muy dinámico, por el ´tira y afloja´ permanente que se da entre quienes participan en él por mantener o cambiar, por ejemplo, las relaciones de dominación dentro de él.

El habitus en Bourdieu no es otra cosa que el sistema subjetivo de expectativas y predisposiciones adquirido a través de las experiencias previas del sujeto.

En términos bourdieunianos, el capital simbólico de Isabel Allende se ha acrecentado a lo largo de estos años gracias a su extensa obra literaria que gusta y que le ha generado prestigio personal, además de réditos pecuniarios a ella y a sus editores. Isabel Allende no es como ese personaje que exclama: “Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes.” Distinto fue el derrotero que tuvo recorrer Roberto Bolaño.

Volvamos a El Amante Japonés. Elsy Rosas Crespo en su interpretación del pensamiento de Pierre Bourdieu escribe: “El campo literario es un campo relativamente autónomo subordinado por el campo del poder… Las obras literarias no serán estudiadas, entonces, como la “creación” que surge de la individualidad de un ‘autor’, como unidades plenamente significativas concebidas e interpretadas a partir de una lógica interna que se explica sólo a partir de sí misma, sino como apuestas, como ‘jugadas’ realizadas por agentes sociales, motivadas a partir de intereses específicos”. Este es el punto que me interesa destacar respecto de la novela de Isabel Allende. Es lo que me lleva a afirmar lo político de su trama. El tratamiento que hace Isabel Allende de la familia Belasco, a lo largo de toda la trama de El Amante Japonés, no es desinteresado. En el campo literario -como en el campo de la entretención, por poner un ejemplo mucho más evidente-, no es infrecuente la aplicación de la política del “Yo te doy; tú me das”. En consecuencia cabe preguntarse, ¿cuál es  la apuesta o aspiración de Isabel Allende, en esta etapa de su vida?





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