China, Trump y la guerra comercial

Entre los desafíos más relevantes de las autoridades chinas, empero, está su relación con EE.UU. tras la asunción de Donald Trump a la presidencia, luego que el mandatario electo amenazara con una guerra comercial para la que, sin embargo, la dirigencia china ha advertido tener su propia estrategia para evitar un duro golpe a su economía, con consecuencias a escala global.

Entre los desafíos más relevantes de las autoridades chinas, empero, está su relación con EE.UU. tras la asunción de Donald Trump a la presidencia, luego que el mandatario electo amenazara con una guerra comercial para la que, sin embargo, la dirigencia china ha advertido tener su propia estrategia para evitar un duro golpe a su economía, con consecuencias a escala global.

El “Diario del Pueblo” de China ha informado que la potencia asiática podría alcanzar un crecimiento económico del 6,7 por ciento en 2016, valor que representa, nada menos, que el 31,8 por ciento del crecimiento económico mundial.

Cai Fang, director adjunto de la Academia China de Ciencias Sociales, dijo al matutino que el crecimiento económico de ese país “ha mantenido una velocidad acorde a la nueva normalidad”, tras conocerse que su PIB llegó al 6,7% en los primeros 9 meses del 2016.

Para los analistas, a corto plazo, uno de sus logros ha sido mantener la estabilidad desde que esa economía inició su ralentización en 2012, a lo que agregan la tendencia al perfeccionamiento y optimización industrial que ha ofrecido un nuevo impulso a la tasa de crecimiento.

De hecho, la actividad manufacturera de China repuntó más que lo esperado en diciembre, debido a una aceleración de la demanda; mientras la producción alcanzó un máximo de seis años (53,7 puntos) desde enero del 2011, según un sondeo privado de inicios de esta semana, que tiende a concentrarse más en las pymes con mayores dificultades para acelerar su actividad. El Índice de Gerentes de Compra (PMI) del sector manufacturero elaborado por Caixin/Markit subió a 51,9 según una base ajustada por estacionalidad, desde 50,9 en noviembre, superando las estimaciones de analistas de 50,7.

De acuerdo a especialistas en dicho mercado, este índice ha ganado impulso lentamente gracias a un alza del crédito y la construcción, manteniéndose sobre el umbral de 50 puntos que separa la expansión de la contracción por seis meses consecutivos. No obstante, las firmas han seguido eliminando empleos y a un ritmo más alto que en noviembre, mientras que el crecimiento de nuevas órdenes responde más a demanda local que a nuevos pedidos de exportación, que siguen débiles.

Cai afirmó que “el valor agregado del servicio de China continúo aumentando en el 2016, después que superó el 50 por ciento por primera vez en el 2015”, aunque su crecimiento se desaceleró levemente por sobre lo esperado, debido a decisiones del Gobierno para frenar una burbuja en los precios de los activos, que ya han comenzado a tener efecto sobre la economía.

Según cálculos de los economistas oficiales, un crecimiento económico de China superior a 6% garantiza acceso al empleo de las nuevas cohortes, así como mejoras salariales. El índice de desempleo actual es de 4.1 por ciento en zonas urbanas y 5 por ciento en zonas rurales. Y aunque miles de trabajadores ha perdido sus puestos por la reducción de capacidad industrial y ajustes en las denominadas “empresas zombie”, (altamente endeudadas y deficitarias), con la ayuda de los seguros sociales han sido paulatinamente reinsertados en el mercado laboral.

Así, a pesar de la compleja situación internacional y desafíos de la globalización, la economía china sigue mostrándose como uno de los motores de crecimiento global, mientras que la creación del Banco Asiático para Inversión en Infraestructura, el éxito de la Cumbre del G20 y la inclusión del remimbi (moneda china) en la cesta DRG del Fondo Monetario Internacional son logros relevantes para una más definitiva inserción de China en la economía global.

Entre los desafíos más relevantes de las autoridades chinas, empero, está su relación con EE.UU. tras la asunción de Donald Trump a la presidencia, luego que el mandatario electo amenazara con una guerra comercial para la que, sin embargo, la dirigencia china ha advertido tener su propia estrategia para evitar un duro golpe a su economía, con consecuencias a escala global.

James Wang, profesor de la Universidad de Hong Kong, dijo recientemente en un artículo difundido por Pine River, que el gobierno de Xi Jinping está en mejor posición que el de EEUU para reunir recursos fiscales y amortiguar el efecto sobre los exportadores, en caso que el sucesor de Obama cumpliera sus promesas de imponer aranceles de hasta 45% a los envíos del gigante asiático y declare a Beijing como “manipulador de divisas” debido a un yuan “depreciado” que da ventajas a China en su comercio exterior.

En este marco de declaraciones, la posibilidad de un enfrentamiento se hace cada vez más probable. En una columna en The New York Times, Paul Krugman, premio Nobel de Economía, indicó que inicialmente se creía que un cambio drástico en la política comercial de EEUU podría frenarse en el Congreso, dado que los republicanos “dicen creer en el libre mercado”, pero “considerando que ese partido anda sin sentido, eso es improbable”.

Como se sabe, la legislación actual otorga al ocupante de la Casa Blanca un amplio margen de acción si opta por el proteccionismo, pues aquel puede restringir las importaciones si estas amenazan con perjudicar la seguridad nacional; imponer aranceles para hacer frente a grandes y graves déficit de balanza de pagos de EEUU; o modificar tasas arancelarias cuando gobiernos extranjeros se comprometen con políticas injustificables. Wang estima que, dado que “las parálisis económicas y políticas se extienden por todo el mundo desarrollado, el resultado más probable es una guerra comercial”.

En un escenario como el descrito, los analistas creen que los más perjudicados serían exportadores chinos de mercancías como prendas de vestir, muebles, calzado y textiles, mientras que el impacto de aranceles sobre equipos de telecomunicaciones sería menos evidente, dado que la mayor parte de las ganancias de un iPhone va a dar a Apple, en lugar de sus proveedores chinos. China presenta un superávit comercial de alrededor de US$300 mil millones anuales con EEUU, lo que da cuenta de su dependencia del consumidor estadounidense.

Como respuesta ante un cierre económico de Washington, los analistas prevén que Beijing aplicaría represalias como la retención de órdenes de aviones de Boeing, freno a las importaciones de automóviles y a las agrícolas de EEUU. Estimaciones del banco de inversiones Goldman Sachs apuntan a que, en tal caso, China podría tener una caída de hasta 3 puntos del PIB, un “aterrizaje forzoso” que dañaría al conjunto de la economía global.

La eventual guerra comercial entre las dos mayores economías del orbe ha puesto nerviosos a los mercados para 2017, pues, en una coyuntura de ascenso de los populismos, los bandos podrían encontrar políticamente atractivo alentar este tipo de decisiones que terminarían afectando una más rápida recuperación de la actividad en Chile, aunque los masivos planes de infraestructura de China para los próximos años auguren mayor presión de demanda sobre los precios del cobre y otros metales, con mejores efectos para nuestro país.





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