La UDI, el partido de derecha pura y dura, nacido al alero y amparo de la dictadura cívico militar y cuyo fundador, Jaime Guzmán, fuera el gran ideólogo y sustentador de la misma, se mantiene hasta hoy como el gran guardián de la obra de Pinochet, tanto en lo político y en lo económico, como en lo (in) moral.
Guzmán, un católico de misa diaria, sin pecado concebido, impoluto en cuanto su cuerpo según sus adherentes, pero poluto como acompañante de los más atroces crímenes de los esbirros de Pinochet, defensor a ultranza de las más decimonónicas ideas valóricas de los Opus Dei, pero ciego ante la pobreza dura, tuerto ante las desigualdades y muy benevolente con la riqueza instantánea de las privatizaciones efectuadas por su general, fundamentalmente a sus camaradas o simpatizantes de partido.
Ese espíritu non santo es el que marca a fuego a la UDI.
Un partido lleno de militantes con problemas con la justicia, o con “coroneles” como gustan de llamarse los fundadores, que fueron cómplices por acción u omisión de las brutalidades de la dictadura –Sebastián Piñera dixit- aunque ahora andan vestidos de demócratas y blancas e inocentes palomas.
A tanto llega su carepalismo-guzmanismo, que varios de sus ilustres personajes están enfrentando a la justicia y otros están en entredicho o a punto de ser llevados frente a la dama de la venda por negociaciones incompatibles o directamente de ser denunciados por cohecho. Tal es el caso de la recientemente electa presidenta de la colectividad y senadora, Jacqueline Van Rysselberghe.
Dentro de los antecedentes de esta “abnegada servidora pública” se encuentra el hecho que la hizo renunciar a la alcaldía de Concepción cuando entrega informaciones deliberadamente erróneas a los pobladores, a la opinión pública y a las autoridades superiores del Estado para beneficiar a sus adherentes de la zona.
Al momento de su salida deja a la Municipalidad con un déficit de 3 mil millones de pesos, además de gastos no registrados por 623 millones de pesos, cheques girados por 157 millones sin haber sido registrados en contabilidad, y, como si fuera poco, 4 mil millones de pesos en cheques caducados, según consta en un informe de Contraloría.
En los últimos días, como corolario de su actuar, nos hemos enterado que recibía instrucciones claras y precisas de parte de ASIPES, Asociación de Industriales Pesqueros del BíoBío, en momentos en que presidía la Comisión de Pesca del Senado para favorecer a los grandes industriales y perjudicar a los pescadores artesanales.
Desde su Partido, el mismo que ella hoy preside,la UDI, los adalides de la moral y la vida de siempre, relativizan el hecho y dicen que no es tan importante porque eso no afecta su Proyecto y que mientras la justicia chilena no diga lo contrario, hay que dejar que rija el principio de presunción de inocencia.
Curioso por decir lo menos, ya que ambas afirmaciones padecen de serias deficiencias al ser dichas por personeros de ese partido.
La primera, sobre el “Proyecto”.
Estoraya en la indecencia y la inmoralidad. La presidente de la UDI, Van Rysselberghe, está seriamente cuestionada en su actuar en el Senado por legislar pauteada por el gran capital, es decir, actuando en clara contraposición a las leyes que juró respetar de manera abiertamente ilegal.
Eso se llama delinquir. Y si para la UDI eso no afecta su proyecto político-económico, significa simple, lisa y llanamente que ese proyecto habla de un país pensado y diseñado para el 10 % de la población.Hablamos de preservar una realidad de privilegios económicos y sociales a costa del sacrificio de la gran mayoría de la población, donde no importan los medios utilizados para mantener ese estatus. En fin, el famoso “Proyecto” que defiende la “Coca” (como la llaman en los documentos que la incriminan),pareciera perseguir un solo fin: que el país no pase de ser un condominio cerrado y exclusivo para una élite reducida y que los chilenos estemos sólo para servirlos y hacerlos más ricos, más poderosos y más dueños de esta larga y desigual franja de tierra.
La segunda afirmación, la de la inocencia, es francamente risible. Ellos que piden a diestra y siniestra la renuncia de cuanto personero existe ante la más leve sospecha de un mal proceder, partiendo siempre del principio de culpabilidad de sus contrarios, avalan y rasgan vestiduras en este caso para que su presidente, pillada en flagrantes faltas a la ética y la decencia mínima de una servidora pública,además de infligir las leyes existentes,sea inocente mientras la eterna justicia chilena diga lo contrario.
Pero lo más grave de la doble e hipócrita moral de este partido de derecha, es que con esos pies de barro y las manos manchadas de dineros oscuros de Penta, SQM y Pesqueros, de lo que hasta ahora está fehacientemente comprobado, pretendan dar clases de moral, democracia, creencias religiosas y de vida a todos nosotros, tratando de convencer a todo el país que es precisamente esa forma de vivir, de engañar, de robar, la correcta. No quieren darse cuenta que los chilenos hace ya rato dejamos de ser inocentes criaturas y que nuestro problema pasa por la falta de organizaciones políticas y sociales honestas, pero, sobre todo, por nuestra incapacidad (por ahora) para defendernos ante la delincuencia de cuello y corbata.
Eso se llama inmoralidad. Pero como los amigos de la UDI son dueños del duopolio informativo y están en las grandes compañías que compran políticos de todo el espectro, se pueden dar el lujo de predicar moral y ser pro-vidas, aun cuando cada acto los desnuda como inmorales y como anti-vidas. Porque estar contra el aborto, pero a favor de mantener las descaradas desigualdades sociales y la pobreza como acción partidaria, es simplemente una contradicción demoníaca, para ellos que se declaran tan seguidores de un Dios benevolente y a favor de los pobres.