Las estadísticas son evidentes e irrefutables, dos tercios de los estragos ocurridos en las Torres del Paine corresponden a turistas israelíes. Lo dicho por los encargados de Conaf ha merecido el desaire de la Embajada ,pero nada indica que la conducta de estos viajeros haya variado pese a las nefastas experiencias ocurridas en un pasado reciente.
Lamento mucho que Elizabeth, encargada de Conaf, haya retrocedido en sus afirmaciones, como si fuera una mujer golpeada por el marido que luego de la denuncia ante la policía, se retracta.
La cifra es evidente, 23 de los 36 expulsados corresponden a esta nación. Pero el hecho conductual va más allá. He conversado con dueños de hostales, en Punta Arenas y Puerto Natales, donde reúnen en una habitación a cuatro o cinco personas. La conducta de quienes vienen de Israel incomoda al resto y no es por razones políticas ni religiosas. Es un acto de desacato, desobediencia, rebeldía, a veces dicho en buen chileno, de demostrar choreza.
Quienes arriendan vehículos señalan que al recogerlo suben cuatro, pero a pocos metros montan otros dos. ¿Cuál es ese afán de ahorro extremo? ¿O un desafío a los “goy”?
En estos meses donde nuevamente aflora el ingenuo rumor de que el sionismo quiere apoderarse de un sector de Tierra del Fuego, estos hechos agudizan esta suerte de comentarios primitivos. Si uno revisa la lista de propietarios del territorio, podrá apreciar que no figura ningún judío.
El tema más que de los judíos es de los sabras, de aquellos que provienen de Israel. Se esgrimió que eran personas enviadas a un turismo paradisiaco para evadirse de los traumas de vivir en un país en guerra permanente. Un recreo terapéutico, pero sin monitores. De manera que estos actos de usar cocinas a fuego, de ingresar a las reservas a horas en que no hay control, de usar refugios sin pagar profitando de que en ese momento no hay vigilancia, solo fomentan una ola antisemita de la cual pagan las consecuencias todos los miembros de la comunidad judía. Y caricaturizan la famoso don jacoibo, vetado en Condorito.
Porque no son judíos chilenos ni argentinos o de los Estados Unidos quienes provocan, son de nacionalidad israelí.
En los hostales habían decidido poner letreros no jews allowed, no se permiten judíos, pero luego de una seria reflexión optaron por solo acoger a israelíes individualmente, no en grupo. Gritan, tienen malos modales (incluso en la mesa), son mal educados porque es cierto, siendo Israel un país donde hay mucha culturas, esto no queda demostrado en el exterior.
Y me resulta, como descendiente de judíos, doloroso reafirmar que, por ejemplo, en el Hotel Select de Cannes, durante el festival, muchos nos quejábamos en la administración al momento de llegar equipos de televisión de Israel. A cualquier hora de la noche, portazos iban y venían, se gritaban de un piso a otro.
De tanta guerra, de tanto delirio de persecución recibido e irradiado a quien ose criticar su prepotencia y terror en contra de los palestinos, algo extraño ha ocurrido en su idiosincrasia: no dejarse atropellar como nuestros abuelos, Bien, una cosa es la concesión, pero otra, la provocación.
Intolerantes, fascistas, discriminadores (aun se refieren a las mujeres cristianas como shikse, un término peyorativo), su fama va de mal en peor. Y es probable que de un momento a otro en muchos lugares aparezcan letreros (visibles o verbales) con el no jews allowed, como ocurría en el Country Club de Santiago de Chile en los años cincuenta, o hasta los años setenta en los clubes de golf sofisticados de los Estados Unidos.
Me da pena, me siento avergonzado, pero una cosa son los judíos de la diáspora y otros los que habitan el eretz (tierra). Asimismo, los ortodoxos, nada que ver con esto, pues aun desconocen la existencia de Israel hasta que llegue su Mesías. Quizás algunos sean impopulares como don Francisco y Farkas, pero no se pueden meter en el mismos saco. Los que vienen son neandertales, desafiantes, sobre lo cual mucho puedo escribir. Domados bajo el lema no hay mejor árabe que árabe muerto, nada bueno se puede esperar. Y que el Embajador rasgue investiduras, es tan poco creíble como pedirle a Trump que se retracte de sus injurias.