Estados Unidos lanzó un ataque con al menos 50 misiles Tomahawk contra la base aérea siria, Shayrat.
La acción habría sido en represalia por el ataque químico ocurrido en la provincia siria de Idlib. Las autoridades estadounidenses acusaron al gobierno de Bashar Al Assad de perpetrar el crimen.
Siria y Rusia rechazaron de inmediato las acusaciones contra al Assad, asegurando que el gobierno de Trump carecía de información fidedigna para culparlos del ataque que dejó 86 muertos.
En conferencia de prensa, Trump aseguró que la decisión se tomó para cuidar la seguridad del mundo.
Antes, Rex Tillerson había declarado que “El papel de Assad en el futuro es incierto. Con los actos que cometió, parecería que no debe jugar ningún papel para gobernar al pueblo sirio”, esto pese a que la semana pasada dijeran que sacar al presidente sirio no era un objetivo de la actual administración.
La situación se da justo cuando en la ONU la acusación de EEUU contra Siria no alcanzara los votos necesarios para una sanción internacional. Rusia bloqueó la estrategia de Occidente insistiendo en que no estaban las pruebas para condenar al gobierno de Damasco de haber perpetrado el ataque químico.