Nos convoca un tema que se posiciona de manera paradojal y compleja respecto del ejercicio y promoción de los derechos humanos: los grupos armados guerrilleros o terroristas que han transformado la historia de nuestro mundo.
Si son guerrilleros o terroristas, esto tiene que ver con el punto de observación. Lo que los reúne en términos concretos es que son civiles movidos por razones ideológicas que se alzan en armas. Los tenemos o tuvimos revolucionarios, pero también contrarrevolucionarios, como lo fue Patria y Libertad en Chile.
Para aproximarnos al tema, sólo con el afán de apenas ingresar en él, debemos saber que nos hallamos ante una relación compleja entre movimientos sociales, movimientos armados, revolución y derechos humanos; considerando las distintas nociones de revolución y entendiendo que, y cito al historiador Fernando Mires, “la tarea de definir acabadamente un concepto que alude a realidades múltiples está condenada al fracaso” (En La rebelión permanente).
El primer uso de la palabra revolución se atribuye a Copérnico y su significado es de orden astronómico: el movimiento circular de los cuerpos celestes. Pero el término, cito, “fue por primera vez usado en política para denominar un hecho que hoy se considera como todo lo contrario a una revolución: la restauración de la monarquía en la Inglaterra de 1600, después de que fuera clausurado el parlamento” (Fernando Mires, La rebelión permanente).
Al término revolución se le ha concebido como cambios necesariamente violentos; pero también se ha pensado en revoluciones sin violencia. Afecta a las instituciones del Estado, afecta en los modos de ver de las culturas. La teoría marxista ha expresado que toda revolución conlleva una etapa superior en el desarrollo social. En Lenin, la revolución se percibe “como un proceso inevitable, donde el partido de vanguardia conducía al pueblo en la tarea de destruir la vieja maquinaria estatal de la clase dominante” (Osvaldo Torres, Democracia y lucha armada).
Lo cierto es que las revoluciones no han cesado, por lo que sus significados continuarán reinventándose, al son de la historia.
Los destinos de los grupos armados han sido diferentes, así como sus móviles o motores de acción. Acá en nuestro continente, por ejemplo, los Tupamaros en Uruguay, tras años de prisión, varios se integraron al frente amplio y luego al gobierno, alcanzando la presidencia con Tabaré Vázquez y luego con José Mujica.
En Latinoamérica, es importante precisar que “la izquierda marxista no ha sido la responsable exclusiva de los discursos revolucionarios ni del uso de la violencia de los de abajo. Hay por lo tanto en la región una diversidad de actores provenientes del mundo liberal y nacional-populista, que también articularon programas y estrategias que consideraron el desarrollo de la lucha violenta como forma legítima de enfrentarse en sus sociedades virtualmente quebradas por la desigualdad o por dictaduras oligárquico-militares (…) Es evidente, entonces, que la violencia política armada en sí misma no define lo revolucionario o conservador” (Democracia y lucha armada)
Condenemos o no la violencia, no olvidemos que, ante la cuestionable legitimidad de su uso por parte de los Estados, también se la ha concebido como un método legítimo de defensa y emancipación por parte de la población civil dominada y explotada. Ya lo dijo Frantz Fanon en su libro Los condenados de la tierra:
“Liberación nacional, renacimiento nacional, restitución de la nación al pueblo, Commonwealth, cualesquiera que sean las rúbricas utilizadas o las nuevas fórmulas introducidas, la descolonización es siempre un fenómeno violento. En cualquier nivel que se la estudie (…), la descolonización es simplemente la sustitución de una “especie” de hombres por otra “especie” de hombres. La importancia extraordinaria de ese cambio es que es deseado, reclamado, exigido. La necesidad de ese cambio existe en estado bruto, impetuoso y apremiante, en la conciencia y en la vida de los hombres y mujeres colonizados”
A pesar de que, en apariencia y en primera instancia, el sistema internacional de derechos humanos no apoya la violencia, uno de sus documentos fundantes y más representativos declara “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” (Declaración Universal de DDHH ,preámbulo, considerando tercero).
En fin, estamos ante un tema complejo y que abarca distintas aristas. Grupos armados que reivindican derechos; lucha armada que se levanta en favor de la democracia, lucha contrarrevolucionaria, religiosa, territorial y de milicia.