Perplejidades

  • 02-05-2017

Estoy en situación de bloqueo. Llevo varios días tratando de entender el galimatías de la realidad y siempre, de manera inexorable, esta me sorprende sacándose unos conejos de la chistera, tan grandes como ese que se murió en un infortunado vuelvo de la no menos infortunada compañía United Airlines, tratando de arribar a tierras europeas desde América.

 En Europa estamos sacudidos por la corrupción. La verdad es que me produce un poco de incomodidad ese enunciado, ya que sacudidos, lo que se dice sacudidos, solo nos quedamos los “ciudadanos de a pie”, que vamos descubriendo cómo nos han ido estafando con impudicia aquellos que decían representar y defender nuestros intereses. Ellos no están sacudidos. Qué va. Duermen con la conciencia (y el dinero) a buen recaudo. Quizá no por ese orden.

Por un lado, satisfechos de los billetes de 500 euros que brotan como hongos pertinaces en cualquier rincón de sus lujosas viviendas -esos billetes que alguien sin blanca pero con ingenio bautizó como los “Bin Laden”, por eso de que todos hablaban de ellos, pero nadie los había visto-. Luego, ya entre rejas (los que están) con esa tranquilidad de quien se sabe de memoria el estribillo de que la justicia, digan lo que digan, no es igual para todos. Y que de aquí a nada estarán pisando las calles nuevamente, como dice la canción de Pablo Milanés.

En España llevamos semanas asistiendo al espectáculo de la corrupción generalizada en el partido que nos gobierna. Cuando creíamos que lo habíamos visto todo llega una nueva historia desbancando a la anterior, como si compitieran entre ellos para ver quién se ha llenado más las manos…Al principio cambiaron el lenguaje: ya no hay “imputados”, solo “investigados”. ¡Nunca se ha hecho tanta investigación como ahora en España! ¡Si fuera conmutable en Harvard seríamos un país puntero! Pero esos investigados, y sus investigadores, dan poco puntaje y poco brillo. Esos investigados no valen ni como objeto de estudio, salvo para sociologías manipuladas para convencernos de que lo que vemos no es la realidad sino su espejismo. “Pasen y vean, señores. Van a ver lo nos sacamos de la chistera. Somos ilusionistas”. ¡Son ilusionistas! ¡De primera! Eso son trucos, y no los de David Copperfield haciendo desaparecer un avión delante de un público perplejo y entregado.

Nunca el abismo entre “nosotros” y “ellos” fue tan claro, tan ancho, tan inabarcable…entre gobernados y gobernantes. De manera poco sutil fueron saqueando las arcas públicas, quitando del medio a quien les hiciera sombra o amenazara con ponerles en evidencia, insultando al adversario, con el presidente mirando hacia otro lado y proclamando con la solemnidad de un Buda, cuando se le preguntaba algo al respecto: “Sí, hoy llueve”. Y entretanto, tenemos unos universitarios que se eternizan como “becarios” que no cobran ni para pagarse el autobús, una clase media quebrada, unos mayores de cincuenta años cuya experiencia no sirve para nada y, en general, una clase trabajadora (si es que eso no es ya oxímoron, sin más) que trabaja incansablemente para ser pobre.

Pero lo que más molesta es el doble rasero. ¡Ay, del que la hace! Que asuma las consecuencias. Se amparan en ese discurso mientras se lo llevan todo en operaciones de ingeniería fiscal 2.0 a paraísos que se vuelven más paraísos a medida que ellos son más libres y nosotros más esclavos. No es que estén por encima de la ley: es que la ley son ellos.

Va a resultar que tenía razón aquel niño que llegó a su casa con cara de asombro y la nariz roja por las bajas temperaturas, anunciando: “Hoy hace tanto frío que he visto a un político con las manos en sus propios bolsillos”. Profético.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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