La violencia del barro (y del Estado) que golpea a Atacama

En entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile, el autor de "Crónica de un aluvión", Jonás Romero Sánchez, se refirió al impacto de las últimas precipitaciones en el norte del país y a la actuación de las autoridades. "Que muera una persona por un aluvión en Chile, me parece una desidia gigante del Estado", afirmó.

En entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile, el autor de "Crónica de un aluvión", Jonás Romero Sánchez, se refirió al impacto de las últimas precipitaciones en el norte del país y a la actuación de las autoridades. "Que muera una persona por un aluvión en Chile, me parece una desidia gigante del Estado", afirmó.

El 25 de marzo de 2015 en la madrugada, Copiapó despertó remecida por una serie de aluviones que arrasaron pueblos completos, desolaron miles de viviendas y cobraron la vida de 29 personas.

Ese día, Jonás Romero estaba en su casa en Santiago cuando se enteró por la televisión de lo que había ocurrido en la Región de Atacama. Él, que en su infancia había viajado muchas veces con su familia y amigos a la zona, sintió la necesidad de volver. Supo que la quinta compañía de bomberos de Conchalí iba a viajar y se sumó. El 27 de marzo, dos días después de la tragedia, salió desde Santiago con una grabadora y un cuaderno a ver qué podía hacer.

Los bomberos eran del equipo de rescate y durante el viaje le advirtieron que la situación era complicada, que era posible que se encontraran con cuerpos enterrados en el barro.

En las dos semanas que se quedó en el lugar Jonás conversó con gente, realizó entrevistas y ayudó a sacar con palas el barro. En ese primer viaje surgió lo que después sería Crónica de un Aluvión. El libro editado por Cinco Ases Ediciones ahonda en las historias de las personas y en las características geográficas de la zona que permiten entender cómo y por qué ocurrió ese suceso.

Hace poco más de una semana, volvió a llover en el norte del país. Según el último reporte de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi), sólo en la región de Atacama, el frente de mal tiempo dejó una comuna dividida, el desborde de los ríos Salado y Copiapó y 1.371 personas albergadas. En la región de Atacama, el desborde de los ríos y las consecuencias de las fuertes precipitaciones, revivió el fantasma que dejaron los aluviones de 2015, particularmente en las comunas de Chañaral, Tierra Amarilla y Diego de Almagro.

En Crónica de un aluvión Jonás Romero deja claro que los aluviones y los efectos de las lluvias en la zona no son circunstanciales. En el libro aparecen entrevistas y detalles de un estudio realizado por los geólogos de la Universidad de Atacama, Tatiana Izquierdo y Manuel Abad.  Ahí demostraron, mediante análisis de suelos, que en la región de Atacama los aluviones llevan ocurriendo por miles de años.

“Hay registros fotográficos desde 1907 que dan cuenta de esto. Han tenido una periodicidad de 10 o 15 años. Es algo recurrente y es increíble que algo que ha ocurrido 10 o 12 veces sólo en el siglo XX nos pille tan mal parados en 2015 y en 2017”, señala Jonás Romero.

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En el libro está presente esta idea de que el río recupera su espacio. 

Claro, eso pasa por muchas cosas. En Atacama la principal industria es la minera y en segundo lugar está la actividad agrícola. Ambas son actividades industriales que quitan mucha agua. En 1981 con el asunto de la Dirección de Aguas, el loteo de aguas se fue para las mineras y para los empresarios. Es muy curioso como desde 1990 hasta el 2015 se secó el río en Copiapó, no había río. Hace poco leía un reportaje donde un tipo contaba de que algunos niños que crecieron en Copiapó, pensaban que río significaba “un trozo de tierra seca donde cruzan puentes”. Porque no había rastros del rio.

La minera trae gente a trabajar, que puede ser de Santiago, La Serena, Arica, Bolivia, Angol, etc. y ellos llegan y se asientan donde pueden asentarse. Como el río es muy chico siembran sobre él, lo malean, lo pasan por tubos, y eventualmente el río baja y barre con todo lo que esté a su paso.

Hay gente que trabaja para evitar esto. Esta misma geóloga, Tatiana Izquierdo, quien desde la Universidad de Atacama ha hecho cursos para concientizar acerca de las zonas inundables, de los riesgos aluviónicos, y todo ese tipo de cosas que ni la municipalidad de Chañaral, ni la de Tierra Amarilla, ni la de Copiapó han hecho mucho eco. No puede ser que tengamos dos episodios tan destructivos en dos años, es una situación absurda.

Este último episodio deja con la sensación de que no hemos aprendido nada. De que los errores se siguen cometiendo por parte de las autoridades. 

A finales de 2015, unos 9 meses después del aluvión, no existían geólogos en la Intendencia regional. No existían geólogos trabajando a nivel publico en alguna gobernación local. Eso es super terrible. Incluso el Sernageomin de allá estaba dirigido por un abogado. Es una zona excepcionalmente propensa a que ocurran estos episodios y donde 10 o 9 meses después aún no se habían tomado medidas.

La situación de Chañaral es particularmente complicada en ese sentido…

Hace poco más de un mes fui a presentar el libro a Chañaral y aún habían camiones de ácido sulfúrico en la bahía. Es heavy. Lo único que yo ví como cambio real fue que habían abierto el cause del Río Salado. En ese momento, hace un mes, conversamos sobre lo que habían hecho ahí.

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Chañaral es una bahía plana con casas que crecen hacia la cordillera de la costa. Además está el cauce del Rio Salado que va por una planicie y se interna hacia el desierto, hacia la cordillera, digamos. Entonces todo ese cauce que es gigante, muy grueso, por donde bajó el aluvión del 2015 acá lo redujeron por un túnel no más ancho que una pieza. Sobre ese túnel pasa la carretera 5 Norte, que actualmente es un puente mecano. Hace un mes conversé con gente del lugar y nadie entendía cómo habían reducido el río a ese espacio. Resultaba evidente que si había otro aluvión se iba a hacer un tapón. Y yo creo que algo así tiene que haber pasado ahora.

Hace dos meses hubo aluviones en el Cajón del Maipo y en Los Andes. Me dio mucha rabia que hayan muerto cinco personas, porque es tan fácil prevenir las muertes. Se sabe que va a haber una lluvia que va a caer un poco más bajo de lo que normalmente cae. No se puede dejar subir a la gente a hacer asados a la ribera de un río que se sabe que se va a desbordar. Las cinco personas que murieron ese día, murieron gratuitamente. ¿Cómo no toman medidas?, ¿Cómo no hay un funcionario que impida el paso?. Siento que hay una desidia tan peligrosa que cuesta vidas.

Hace poco, Michelle Bachelet fue a la Cumbre del cambio climático de París y dijo que Chile está siendo afectado por el cambio climático, un poco tirándole la pelota al orden mundial sobre lo que está pasando aquí.

Si, eso es dramático. No se trata de un terremoto que no se puede predecir cuándo va a ocurrir. Con los episodios de aluviones, se sabe desde antes que va a llover. Hay que tener obras de mitigación. El Río Salado se iba a desbordar si o sí, lo tenían encausado en una pieza. No habían trasladado los camiones de ácido sulfúrico. No habían trasladado las viviendas de las personas en riesgo a otros lugares. Me imagino que debe ser caro, pero esta desidia fatal termina costando vidas.

Cuando la gente ve las noticias escucha el relato de estas tragedias en números, pero cuando tu entras a esa vida, a lo que significó esa persona, a los familiares que quedaron detrás, a todo lo que hay detrás de una muerte como ésta es terrible. Que muera una persona por un aluvión en Chile, me parece una desidia gigante del Estado.

El aluvión es distinto de otros fenómenos naturales, como los maremotos o los terremotos, por ejemplo, no sólo en el sentido de que se pueden prevenir, sino que también porque parece ser que el barro le da un estatuto diferente al desastre ¿Cuál es tu impresión? 

Portada CrónicaEl jefe directivo del Desafío Levantemos Chile me dijo una vez que esta es una de las tragedias que le quita más dignidad a las personas porque puede ser que tu casa no se caiga con el barro, que tus cosas estén ahí, pero quedan inservibles. Entra un aluvión de barro que más encima en esa zona están mezcladas con veneno de las mineras, con alcantarillado, con un montón de otras cosas y entra a tu sillón, te embarra las fotos, tu ropa, tu colchón, todo. Esas cosas no se recuperan.

Esos primeros días que estuve en Atacama, lo que más se veía fuera de las casas era gente que botaba sus colchones, que botaba toda su ropa, que botaba cajones y cajones con recuerdos, con fotos, con juguetes. Eso es heavy porque en el fondo te deja literalmente en la mierda. Es una cuestión super indigna. El algo que te quita mucha dignidad y de lo cual es muy difícil reponerse.

Materialmente también, los aluviones van bajando de a poco, crece el caudal de la quebrada, va arrastrando con fuerza ciertas cosas y no para y no para por días. Por ejemplo en El Salado, el aluvión que cortó por la mitad la ciudad estuvo corriendo dos días, la gente no pudo cruzar al otro lado del pueblo por una semana. Es muy destructor.





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