Merlot: al goce de excelentes vinos


El presente del vino tinto de uva merlot no deja de ser paradójico: cada día cuesta más encontrar “merloteros” para descorchar botellas, los monovarietales de esta vid no son lo más apreciado ni por el mercado ni por los enólogos, y existe la errada sensación de que rayan en la monotonía. Al mismo tiempo, los vinos de Burdeos, cada vez más apreciados como referente mundial de calidad y excelencia, suelen ser ensamblajes a base de la excelencia de la misma uva merlot.

El nombre de esta uva, merlot, se puede traducir al español como Mirlo, esa pequeña ave de plumaje azul intenso, que goza comiendo uvas. Se dice que por ser las favoritas de esas aves a esta uva en Francia se le llamó Merlot Noir. Tambien se dice que el color del plumaje del mirlo se asocia con el azul negruzco de la fruta de esta cepa y que a ello se debería su nombre.

Valga decir que la merlot a lo largo de los tiempos ha sido una uva muy popular entre los viñateros, pues es muy firme y aguantadora a rigores climáticos y a enfermedades.

La cuna y origen de estos viñedos en la región de Bordeaux al sudoeste de Francia. Dentro de esta región, los mejores vinos con esta histórica y elegante denominación se dan en la zona de Saint-Emilion.

La uva merlot tiene, entre todos sus usos, tres que son muy destacables: como ya dijéramos, es la base de los ensamblajes más elegantes, caros y afamados de Burdeos, esos hechos en algún Chateau y que se pueden vender a mil euros la botella; por otra parte es el alma de muchas identidades de la misma región bordalesa, y mezclada con cabernet franc y/o cabernet sauvignon difunde a Burdeos por el mundo a precios razonables. Por otra parte, están los vinos monovarietales de merlot, tan usuales en el nuevo mundo, de los cuales en Chile tenemos muchos exponentes.

Entrando en materia, si uno observa los vinos de uva merlot presentan un color rubí intenso con tintes violáceos o a veces rojo granate. Como es de esperar, los vinos de guarda suelen ser más oscuros que los jóvenes.

Las notas más características de estos vinos son aromas y sabores a cassis, grosellas, moras, higos negros, ciruelas negras y tambien frutos rojos como frambuesas, guindas o cerezas. A ratos pueden tener sutiles toques herbales, con notas de laurel, además de tintes especiados como clavo y pimienta negra. En la boca su acidez y peso suelen ser más balanceados y bastante menos agresivos más amable y menos agresivo que los propios de un vino de cabernet sauvignon; a la vez los buenos merlot suelen más aterciopelados de consistencia.

La llegada a Chile de la uva merlot ocurre en el siglo XIX y ocurrirá pronto su confusión con la carmenere: nos referiremos en detalle a ello en otro capítulo, pero el merlot chileno dejó de ser 100% merlot pronto pues venía confundido con carmenere y solo desde mediados de los años 90 los productores grandes lo empiezan a separar ambas uvas. Si en un merlot se sienten notas de pimentón, verde o rojo y más notas de especias y picor que fruta, quiere decir que en esa botella hay una porción más que importante de carmenere. Algunos sinceran ello y lo declaran, como el Oveja Negra merlot-carmenere, un vino de clásica identidad maulina, potente, maduro y terroso, de excelente relación precio calidad.

Ya separando ambas uvas, hemos llegado a la hora de recomendar etiquetas y aquí seremos críticos, como la demanda de vinos monovarietales de merlot ha bajado en el mundo, la muy exportadora enología chilena no se preocupa tanto de esta cepa, como sí lo hace con el cabernet. Eso quiere decir que hay mucho merlot fome y no es por culpa de la cepa, sino de la mano que lo hace. Aún así, en Chile hay merlot deliciosos, de viñas que sí creen en esta cepa y la muestran con todo su esplendor. Si hablamos de un binomio entre identidad y calidad, quizás su valle más hogareño sea el del Maipo, seguido muy de cerca por el de Curicó. Los merlot De Martino, del Maipo, son un ejemplo de aquellos correctos, frutales y frescos, jugosos y siempre ricos para beber solos o con todo tipo de comidas; sí, pues De Martino Estate, a sus 5000 pesos es un gran compañero también para una albacora asada con merquén o para un atún a la plancha con verduras salteadas.

En otro estilo, Viña Terramater tiene 2 que cautivan, el curicano Vineyard Reserve, son notas de tierra levemente gredosa, sabores acaramelados y una nota picarona de dulce de leche, entremedio de intensa fruta negra madura, con un tanino suave y notorio frescor final, un vino que huele y sabe a identidad curicana, proveniente de sus viñedos de Sagrada Familia, uno de los mejores lugares del valle. Por otra parte, es imperdible su Limited Reserve de Isla de Maipo, con una identidad muy distinta: más concentración y cuerpo, que resultan en mayor complejidad e intensidad, más tánico, con notas a chocolate, tabaco y fruta seca, marcada por esas notas a humedad y leve verdor que a ratos expresa la Isla; un merlot recio y definido, ideal para un asado.

Siguiendo por Isla de Maipo nos encontraremos con Viña Santa Ema, que también tiene 2 grandes exponentes de merlot, su clásico reserva de Isla de Maipo, que durante años fue tan mal tratado por la “sabia” crítica chilena (que durante años no supo diferenciar un merlot de un carmenere), hasta que el afamado Robert Parker, uno de los críticos más seguidos en el mundo, le dio 90 puntos a la cosecha 2007 en la mundialmente famosa revista Wine Advocate. Este es vino muy apetecible, ideal para los amantes de sabores lácteos, por sus sabrosas notas de flan, leche asada y sémola con leche, acompañadas de sus característicos sabores de hoja de té. Mundo aparte es su Select Terroir de Santa Ema, el hermano menor del valle de Cachapoal, que en un estilo más itálico y un excelente precio de 4 mil pesos es esbelto de cuerpo, de acidez más viva y de jugosa fruta roja fresca, ideal para pastas.

Un gran exponente de una identidad clásica es Antiguas Reservas Cousiño Macul, elegante e intenso, sin excesos de ningún tipo, con la fruta y el valle del Maipo muy bien conjugados.

Otros grandes exponentes de la cepa son Marqués de Casa Concha, un merlot “arreglado” con algo de cabernet sauvignon, de Puente alto y Cuvee Alexandree de Casa Lapostolle, en el cálido Colchagua, además del reserva de MontGras. También en identidad geográfica más cálida, las diversas líneas de Chateau Los Boldos tienen merlot de gran categoría, siendo seductora la concentración y el equilibrio de su clásico viñas viejas.

Mención aparte merece el valle de Casablanca, donde la uva merlot da resultados realmente celestiales, pero como la demanda no es alta son muy pocas las etiquetas que se pueden encontrar de este valle. El de Catrala, a sus 8500 pesos es un ejemplo de la excelencia, equilibrio y potente identidad que puede dar esta cepa, con notas de canela, fruta negra fresca, jugoso y largo final, es un merlot de buen cuerpo, maridable con gran cantidad de comidas, pasando por carnes, guisos y pastas.

En el cálido y largo verano del hemisferio sur esta uva puede sufrir mucho e insolarse, por ello sus mejores exponentes no suelen ser de los valles más cálidos, salvo algunas excepciones.

A nuestro modesto juicio, lo ideal para un merlot es servirlo a una temperatura que va desde los 15 a los 18 grados, cuando son muy alcohólicos una horita en la puerta del refrigerador no viene mal, para que el alcohol no pese tanto y se resalte más el frescor y las notas frutadas.

El maridaje del merlot es amplísimo; en Chile siempre fue visto como un hermano menor para comidas suaves, pero ello es un error derivado del hábito de tomar vinos excesivamente pesados maduros y secantes. En realidad el merlot tiene un amplio abanico de maridaje. Los más jóvenes y frutales son una delicia con pastas en salsas rojas, más aún si son rellenas o carnívoras. Por otra parte, preparaciones de verduras de sabores fuertes como berenjenas o champiñones ostras vienen muy bien. Por otra parte, carnes suaves y guisadas, como una tradicional mechada chilena quedan a la perfección con un merlot que tenga algo de guarda, que aportará mayor complejidad y peso. Este mismo tipo de vinos permiten disfrutar también un buen asado, en la medida que el vino no es tan fuerte, no tapa la carne y se puede hacer una combinación de sensaciones que potencie tanto el vino como la carne, un real maridaje de conjunto.

Preparaciones europeas como un buen coq au vin francés o un cerdito dulzón con repollo morado quedarán muy bien con la frutalidad y frescor de un merlot joven.

El merlot suele ser el inicio de una tarde de tintos diversos, pero si tuviésemos que elegir una copa para un almuerzo breve, sin duda que un buen merlot es una excelente opción, en esta cepa que tiene tanto que mostrar.





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