La fortaleza de la democracia es incompatible con las políticas que tienden a dejar en el pasado o silenciar los crímenes cometidos por agentes del Estado durante la dictadura cívico militar. Hechos que violentaron, por su crueldad, la dignidad nacional, como lo fue la Operación Albania, ejecutada por la CNI para asesinar a doce militantes del FPMR entre los días 15 y 16 de junio de 1987.
Los cronistas de la historia oficial no recogen este conmovedor episodio, ni el ejemplo enorme de estos Rodriguistas, quienes murieron luchando en contra de una dictadura cruel, por la libertad de Chile, para posibilitar la democracia que hoy disfrutamos. Eran jóvenes, chilenos y chilenas, quienes, ubicados junto a los intereses del pueblo, desafiaron los poderes establecidos, en este caso, enfrentando a la dictadura en las legendarias protestas en las calles y en el enfrentamiento directo con los organismos represivos.
Nuestros hermanos fueron cobardemente asesinados por agentes de la CNI, en distintos puntos de Santiago, para luego presentar ante la opinión publica, como lo hicieron durante todos los años de terrorismo de estado, supuestos enfrentamientos que nunca existieron. Julio Guerra fue ultimado a sangre fría en la Villa Olímpica de Santiago. Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera y José Valenzuela Levi, fueron detenidos, torturados y luego asesinados. Ignacio Valenzuela fue ultimado por la espalda, en la calle Alhué, en la comuna de Las Condes y Patricio Acosta, acribillado en la esquina del Pasaje Moscú, en la comuna de San Miguel.
Solo dos oficiales del FPMR pudieron hacer uso de sus armas, ellos protagonizaron un acto heroico, Juan Waldemar Henríquez Araya y Wilson Henríquez Gallego, se enfrentaron a la CNI, cubriendo la retirada de una veintena de Rodriguistas que en esos momentos estaban en una escuela a su cargo, una de las tantas que se hacían regularmente para la formación político militar de nuestros combatientes. Todos salvaron ilesos, pero Juan y Wilson, a pesar de la superioridad numérica y del despliegue de medios de sus atacantes, resistieron heroicamente hasta dar sus vidas, fueron acribillados estando desarmados, sin municiones, por los agentes de la CNI en la calle Varas Mena, en Santiago.
De los hechos se han dicho y escrito muchas cosas, atribuyéndole a la dictadura una supuesta capacidad operativa para descubrir a nuestros dirigentes, a nuestros combatientes y asesinarlos, esa era la versión que le entregaban a los medios de prensa para amedrentar a la población. Lo sucedido fue parte de los riesgos propios de la lucha revolucionaria y los rigores de la clandestinidad, lo que no solo para nosotros los Rodriguistas, sino que, para toda la izquierda chilena, significo un alto costo en vidas y en particular, por la decisión valiente de organizarse y luchar, con una superioridad moral, para derrotar a la dictadura cívico militar.
La operación Albania, la planificaron nueve meses después de que el FPMR había atentado contra el tirano en el Cajón del Maipo, la “Operación Siglo XX”, que se denomino así porque fue la acción político militar más importante que se había realizado en nuestra historia, como país, para terminar con la pesadilla que, por años, nos atormentaba a los chilenos y chilenas. Sabíamos que la dictadura y sus aparatos represivos no iban a quedarse de manos cruzadas después de este hecho, porque les tocamos la fibra mas preciada del poder, habíamos demostrado que era posible disputarle la hegemonía de las armas que usaban para atormentar cobardemente al pueblo, golpeando a la tiranía pinochetista en su terreno, dejando en evidencia que ya no era intocable.
La respuesta esperada, fue el despliegue criminal de sus fuerzas, para ello tenían todo el poder y recursos del Estado, lo que, aun así, les fue insuficiente para hacer de su inteligencia un instrumento efectivo para desarmar al FPMR, el que, en esos años, era su principal objetivo. Por ello recurrieron a lo de siempre, al zarpazo traicionero y luego a la tortura para sacar información, a como diera lugar, para luego asesinar a su enemigo, que en este caso fueron nuestros doce hermanos y hermanas por orden directa, como se ha sabido posteriormente, de Pinochet.
Es posible que a treinta años de sucedidos los hechos, surja la incomprensión sobre la decisión que se encarna en la actitud de cada uno de los doce Rodriguistas ultimados por la CNI, pero en el contexto de una lucha clandestina, con los riesgos asumidos y viviendo una vida en permanente alerta, cobran vida unas palabras del Comandante José Miguel, Jefe del FPMR, las que precedían a todas las acciones que se realizaban en contra del poder dictatorial, “Lo que nunca debemos olvidar es nuestro compromiso con Chile, aunque nos cueste la vida. Nacimos en los años de una lucha generalizada por la libertad de nuestro pueblo, hemos sido testigos de algo inolvidable, que en las protestas, en la pelea callejera, con los apagones, peleándole de frente al tirano ya se empezó a construir la democracia”.
A lo largo de nuestra corta historia, los actos de heroísmo de quienes murieron y de quienes sobrevivieron a la lucha antidictatorial, son dignos de recordar, son hombres y mujeres que escribieron una obra de revolucionarios activos, comprometidos con las necesidades e intereses de su pueblo. Nuestros hermanos y hermanas asumieron, desde sus inicios, que no bastaba interpretar lo que estaba sucediendo en Chile bajo la tiranía de Pinochet, sino que había que asumir un compromiso para transformar esas condiciones de dictadura, demostrando en la practica la validez de nuestro pensamiento.
En ese contexto, nuestros héroes personificaron una forma de vida sencilla, con un alto compromiso político, basado en el desinterés personal, el honor, la mística a toda prueba y la consecuencia política. Actitudes y valores que son vigentes y son un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de luchadores sociales, los que se imponen al oportunismo y a los héroes con pies de barro, quienes con discursos seudo revolucionarios, pretenden justificar actitudes oportunistas, que aprovechadas por la prensa sensacionalista, intentan desprestigiar la historia del FPMR y a sus combatientes.
Por eso nos interesa hoy recordar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas caídos (as) en la lucha en contra de la tiranía, ellos representan la imagen bondadosa de luchadores comprometidos con el sueño largo y aun inconcluso de la revolución social en Chile. Una lucha que han dado varias generaciones, tras la bandera de la esperanza de un país más humano y que le brinde iguales oportunidades a sus ciudadanos.
Nosotros tenemos la obligación de preservar la memoria histórica, no tenemos derecho a olvidar a nuestros hermanos y a todas las víctimas de la dictadura, desde una dimensión que impulse una insurrección ética, elevando el ejemplo de quienes lucharon y murieron por la libertad y la democracia, haciendo de la memoria una dimensión colectiva, porque es en este ámbito, en donde la memoria histórica se configura, como una garantía de justicia y de no repetición de las violaciones de Derechos Humanos.
Desde la perspectiva de la insurrección ética, no hay perdón ni olvido, rechazamos las intenciones de olvidar para no recordar a las víctimas de la violencia del terrorismo de Estado, impugnamos los argumentos oportunistas, el discurso gastado de mirar hacia adelante y minimizar lo sucedido. Todas estas son explicaciones que no son nuevas y que repiten los represores y sus cómplices constantemente, en nuestro país y fuera del mismo, para evitar asumir sus responsabilidades.
Días después de sucedidos los hechos, después de consumada la cobarde Operación Albania, nuestro Comandante José Miguel, (Raúl Pellegrin) escribió un comunicado que fue publicado en nuestra revista “El Rodriguista”: “Un grupo de jóvenes fueron asesinados por la CNI a sangre fría, algunos de ellos cayeron enfrentando valientemente a los terroristas de la dictadura, sellando con su actitud el ejemplo de una juventud valiente que ama la libertad y se alza en un gesto de rebeldía inmortal, rompiendo con la corrupción del pasado, la decepción y el entreguismo de muchos en el presente. Los Rodriguistas, a los patriotas, la historia no los juzgará por no luchar y las futuras generaciones recordarán esta decisión histórica en esta hora infinita de vergüenza nacional”.
Julio Guerra, Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera, José Valenzuela Levi, Ignacio Valenzuela, Patricio Acosta, Juan Waldemar Henríquez Araya y Wilson Henríquez Gallego. Todos ellos y ellas, entregaron generosamente sus vidas por la libertad de su pueblo, patriotas sin límite que nos dejaron un ejemplo a seguir.
Por ello la historia les consagra, sus hermanos y hermanas Rodriguistas, los chilenos y chilenas, les recordaran por siempre. Que la gloria les vista en la eternidad.
¡Ni perdón ni olvido!