Sangre sobre el césped: la desconocida historia del polémico Chile - Escocia

Hace 40 años, el estadio Nacional acogió un amistoso que provocó una fuerte controversia en la isla británica, por su pasado como centro de detención y tortura. Mientras en Chile el tema casi no se habló, allá fue motivo de manifestaciones, discusiones parlamentarias y hasta inspiró una canción de protesta. Esta es una historia de fútbol, exilio y música.

Hace 40 años, el estadio Nacional acogió un amistoso que provocó una fuerte controversia en la isla británica, por su pasado como centro de detención y tortura. Mientras en Chile el tema casi no se habló, allá fue motivo de manifestaciones, discusiones parlamentarias y hasta inspiró una canción de protesta. Esta es una historia de fútbol, exilio y música.

Cuando Adam McNaughtan supo que la selección de Escocia iba a jugar un amistoso ante Chile en Santiago, decidió que tenía que hacer algo. En esa época, a mediados de los años setenta, enseñaba inglés en una escuela del East End de Glasgow, pero cuando no estaba en la sala de clases, repartía su tiempo entre dos pasiones: la música, que cultivaba principalmente con canciones tradicionales escocesas; y el Queen’s Park, el decano del fútbol escocés, que hasta hoy juega en el estadio más antiguo del mundo, el Hampden Park, donde también actúa el seleccionado local.

Entonces, esas dos pasiones se encontraban de manera inesperada, porque Adam McNaughtan sabía que en Chile había ocurrido un golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende. Sabía también que muchas personas fueron detenidas y torturadas en el mayor estadio de fútbol de la ciudad, el Nacional. Y pensaba equivocadamente, como muchos de sus compatriotas, que en ese mismo estadio donde se jugaría el partido -el Santiago Stadium, le llamaban- había sido asesinado Víctor Jara, una historia que lo había impactado particularmente.

Lo que hizo Adam McNaughtan fue escribir una canción. La llamó “Blood upon the grass” (Sangre sobre el césped) y escribió una letra que llamaba a detener ese partido entre chilenos y escoceses. “La imagen de las fuerzas del gobierno quebrando los dedos de un cantautor perduró en la memoria de muchos cantautores alrededor del mundo. Canciones de Adrian Mitchell y Don Lange familiarizaron al público con el tratamiento que había recibido Víctor Jara – recuerda ahora desde Glasgow. Con eso en mente, más que cualquier teoría sobre política y deporte, me uní a la oposición al partido con la canción”.

“Santiago stadium / Became a place to kill / But a Scottish football team / Will grace it with their skill” (Santiago Stadium / se convirtió en un lugar para matar / pero un equipo de fútbol escocés / lo va a honrar con su habilidad), cantó Adam McNaughtan en la pieza, que interpelaba directamente a las figuras de la selección escocesa: a Alan Rough, Tom Forsyth, Archie Gemmill y Andy Gray, les preguntaba si iban a jugar en el mismo lugar donde Víctor Jara había muerto y donde, quizás, también habían sufrido muchos que jugaban de arqueros y defensores centrales como ellos.

“Do you stand upon the terracing / At Ibrox or Parkhead / Do you cheer the Saints in black and white / The Dons in flaming red / All those who died in Chile / Were people of your kind” (Te ubicas en la tribuna detrás del arco / en Ibrox o Parkhead / Animas a los Saints en blanco y negro / a los Dons en rojo furioso / todos los que murieron en Chile / eran gente como tú), finaliza la canción, en un llamado abierto a los hinchas a boicotear el partido.

En Escocia, el amistoso fue mucho más que un simple partido de fútbol. Si Adam McNaughtan escribió “Blood upon the grass” fue porque hubo varias manifestaciones en contra: en la prensa, en las calles y hasta en el Parlamento.

En Chile, en cambio, siempre estuvo destinado al olvido.

Escoceses en un lindo país

Chile y Escocia jugaron el miércoles 15 de junio de 1977 en el Estadio Nacional, frente a unos 17 mil espectadores y bajo una bruma que inspiró a Antonino Vera en la revista Estadio: “Como una noche en Glasgow”, tituló una crónica según la cual “parecía un partido en Hampden Park en una típica noche británica. Frío, niebla amenazando con llegar a ser tan arrastrada, que hasta pudiera dificultar el desarrollo del partido”.

No era solo un asunto climático: los escoceses se sintieron tan cómodos que se impusieron por 4 a 2, ayudados por dos errores del arquero Adolfo Nef y uno impropio de un central de categoría como Alberto Quintano. Julio Crisosto anotó los dos descuentos rojos y maquilló un marcador que pudo ser catastrófico, pero los dirigidos por “Ally” MacLeod aminoraron la marcha: en el primer tiempo ya ganaban 3 a 0, provocando burlas entre el público y el consiguiente enojo de Luis Santibáñez, que entonces dirigía a la Unión Española y debutó esa noche en la Selección. ”De una vez por todas tenemos que darnos cuenta de una cosa. El fútbol actual es el que jugaron los escoceses y no el que practicamos nosotros (…) ESTAMOS EQUIVOCADOS”, escribió un alarmado Julio Martínez en Las Últimas Noticias del jueves siguiente.

En realidad, que “Locutín” estuviera en la banca fue parte de un arreglo de última hora. Pocos meses antes, Perú había sacado a Chile del camino a la Copa del Mundo de Argentina ‘78, en lo que fue un golpe fatal para el fútbol local. La “Roja” estaba prácticamente parada, sumida en el pesimismo, y como el amistoso frente a los escoceses estaba pactado desde antes, la dirigencia de Unión Española ofreció a su plantel completo -con DT incluido- para que la Asociación Central de Fútbol (ACF), presidida por el general Eduardo Gordon, cumpliera con el compromiso. Al final, Santibáñez convocó jugadores de otros clubes y armó un equipo que apenas tuvo un par de entrenamientos antes de saltar a la cancha del Nacional.

La realidad de Escocia era opuesta: habían jugado el Mundial de Alemania ‘74 y venían a enfrentarse con Chile, Argentina y Brasil para aclimatarse a Sudamérica, pese a que todavía no cerraban su clasificación a Argentina ‘78. Tal era el optimismo. Apenas unos días antes, el 4 de junio de 1977, habían ganado el British Home Championship con un triunfo ante sus archirrivales ingleses en Wembley, recordado hasta hoy por la impresionante invasión de los hooligans al campo de juego.

“Un partido internacional de alta jerarquía”, fue la calificación que El Mercurio brindó al partido en Santiago. En general, la prensa chilena trató a los europeos como estrellas. Desde que aterrizaron en Pudahuel y elogiaron el inesperado sol de junio en Santiago, siguieron cada uno de sus pasos: en las páginas de esos días se los ve en la piscina del hotel Sheraton, en las prácticas en el Country Club, fotografiándose con “lolas chilenas”, asistiendo a una fecha del torneo local y entrenando en el mismo estadio Nacional. La revista Estadio incluso dedicó su caricatura a unos hinchas escoceses arrancando los arcos del campo de juego en Ñuñoa (“Oh, what a souvenir!”, decía). “Chile me ha maravillado. Yo solo conocía de ustedes que habían organizado el Mundial en 1962 y que tenían lindas montañas. Pero en las 24 horas que llevamos acá he visto que son una gente muy buena, amigable y que está siempre dispuesta a ayudar. Espero que durante nuestra estada en Chile lo sigan haciendo”, le decía a La Tercera el goleador Joe Jordan, presentado como el mejor cabeceador del mundo.

En esos días previos, la entonces estrella del Leeds inglés fue el único que hizo una alusión a la dictadura chilena: “Jordan nos agregó que políticamente supo que hace tres años ‘ustedes tuvieron problemas’, pero que ya no los hay. ‘Yo me dedico al fútbol, y lo demás no me importa mayormente. Ustedes tienen un lindo país’”, reportó La Tercera.

De manera velada, La Segunda también dio cuenta de la controversia que antecedió el partido. El viernes 10 de junio, el día que llegaron los británicos, el vespertino aseguraba que “la Asociación Central le ha dado especial importancia a la visita de la Selección de Escocia por el hecho que, por cuestiones políticas internas de los escoceses, ciertos sectores se habían opuesto a su presentación en Chile, dentro de su gira por Sudamérica. ¡Y justamente la Selección de Escocia debutará en Chile en esta gira!”

Cinco días más tarde, en la víspera del partido, el diario insistió en la idea: “Han tenido los ilustres visitantes -pese a que sectores políticos de su país querían impedir su presentación en Chile- la cortesía de debutar en su gira por Sudamérica justamente en nuestra tierra”, dice el artículo previo al amistoso.

“No jueguen con los fascistas”

“Cuestiones políticas internas” fue la frase que usó la prensa chilena para aludir al debate que el amistoso provocó en Escocia. Un signo de la época, en las mismas páginas donde se escribía sobre los “Judas” que traicionaban al país al denunciar las violaciones a los DD.HH. en la asamblea que la OEA desarrollaba por esos días. Como sea, las “cuestiones políticas internas” alimentaron una discusión que se extendió por meses, con el recuerdo fresco del partido que la Unión Soviética se negó a jugar en 1973. “El partido de la vergüenza”, el rótulo que algunos dan a ese fallido encuentro, fue justamente el título con que el episodio se recuerda hasta hoy en Escocia.

Ya a fines de 1976, el parlamentario Jim Sillars llamó al gobierno a intervenir ante la Federación de Fútbol de Escocia (SFA, por sus siglas en inglés) e impedir el viaje a Sudamérica: “Chile es un país dirigido por un régimen fascista que ha sometido y sigue sometiendo a hombres y mujeres a brutales torturas. Sus crímenes contra la humanidad son conocidos y están fuera de discusión. No es aceptable que la búsqueda de un trofeo de fútbol justifique la ayuda a uno de los regímenes más abominables en el mundo moderno. El partido sería una desgracia para Escocia, sin importar cuánto quieran los escoceses ver a su equipo en el Mundial”, dijo el entonces líder del Partido Laborista Escocés, según una nota de diciembre de 1976 en The Guardian.

Escocia llegó a Chile luego de un histórico triunfo en Wembley.

Escocia llegó a Chile luego de un histórico triunfo en Wembley.

Dos días más tarde, el mismo diario consignaba una nota de protesta que la parlamentaria y ex ministra Judith Hart le había enviado al ministro Edward Rowlands, quien respondía estar al tanto de los reportes sobre personas desaparecidas en el país. “Las sucursales en Glasgow y Ayrshire del Sindicato Nacional de Periodistas debatirán una propuesta para boicotear el partido de Escocia en Chile”, agregaba el artículo.

Al año siguiente, la presión continuó. Frank McElhone, representante de la Scottish Office, dijo que el gobierno no podía detener el partido, pero esperaba que la SFA atendiera los llamados de protesta. Al mismo tiempo, el comité internacional del Partido Laborista presionaba al gobierno: “Este partido se jugaría en un estadio de Santiago que fue usado como campo de concentración inmediatamente después del asesinato del presidente Allende. Como aficionado al fútbol, no me gustaría que los futbolistas jueguen en canchas empapadas de sangre”, decía Ian Mikardo, jefe del comité, en nota del 12 de enero en The Guardian. “El régimen de Pinochet está entusiasmado con que esto le dé un poco de respetabilidad. Cualquier futbolista que participe de este partido estaría participando también en política”, advertía.

“Estoy cansado de esta saga. La posición de la Asociación es que, a menos que el gobierno nos prohiba jugar en Chile, vamos a jugar ahí (…) Yo creo que los jugadores están interesados en jugar, no en la política”, le respondía Willie Allan, secretario de la SFA, en el mismo artículo.

Poco más más tarde, la SFA confirmó la gira a Sudamérica, previa consulta al gobierno británico, y las críticas arreciaron desde el gobierno, el Parlamento, los sindicatos y las organizaciones de solidaridad con Chile. “El comité internacional de la SFA anunció en Glasgow que lo decidió de forma unánime, frente a las declaraciones del señor Ted Rowlands, Ministro de Relaciones Exteriores, de que el gobierno desaprobaría que Escocia jugara con Chile”, consignaba el Guardian, el 4 de febrero de 1977.

Ya en junio, el mismo medio consignaba testimonios de personas que habían pasado por los vestuarios y pasillos del Nacional cuando fue ocupado como centro de detención y se preguntaba: “¿Se puede permitir la transición a ser de nuevo un camarín de futbolistas sin ningún comentario? ¿Deberían permitirse los jugadores escoceses darle el sello de aprobación a la rehabilitación de este lugar?”

Mientras, la discusión llegó a las sesiones del Parlamento. El 4 de mayo, Ted Rowlands asistió a la Cámara de los Comunes para explicar que el gobierno no entregaría facilidades a la delegación que viajaría a Chile: ¿Está al tanto el ministro de que existe una profunda ofensa en Escocia ante la crasa insensibilidad de la SFA al aprobar este calendario, ya que se entenderá como una aprobación tácita de un régimen vicioso y despótico?”, le preguntó Donald Stewart, del Partido Nacional Escocés.

“¿El ministro se da cuenta de que las personas que votan socialista y ven fútbol desde las tribunas no comparten la farsa que él pronuncia?”, le preguntó por su parte el conservador Nicholas Fairbairn. “¿En qué campo de la política exterior o de respeto a los DD.HH. es malo jugar fútbol con los chilenos pero bueno jugar con los rusos?”, interrogó su compañero Reginald Maudling.

Tres semanas más tarde, fue Frank McElhone el que compareció en la misma instancia. Dijo que casi 30 organizaciones habían manifestado su oposición ante el gobierno y reveló que una encuesta entre futbolistas escoceses le entregaba un 70 por ciento de apoyo al partido: “Sin embargo, quizás los jugadores no tenían todos los antecedentes de la situación. Todavía espero que la SFA reconsidere la decisión”, advirtió.

Tal como en la sesión anterior, la lógica de la Guerra Fría también marcó la discusión: “¿El ministro alguna vez ha expresado su desaprobación a equipos escoceses jugando tras la Cortina de Hierro, donde hay una universal violación a los DD.HH.?”, preguntó el conservador George Younger.

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Imagen: People’s History Museum.

Durante ese periodo, las organizaciones de solidaridad con Chile intensificaron la campaña contra el partido. En su edición de junio y julio, la revista Chile Fights (Chile Lucha) dedicó su portada y al menos cuatro páginas a la controversia, con testimonios de prisioneros del Estadio Nacional, información sobre detenidos desaparecidos y una nota sobre La batalla de Chile, el documental de Patricio Guzmán. “Ha habido docenas de mítines, piquetes y miles de folletos han sido distribuidos en partidos de fútbol en toda Escocia. Hubo una conferencia de prensa con chilenos e ingleses que fueron encarcelados en el estadio, que tuvo buena cobertura en la prensa escocesa; y un programa de televisión de media hora con refugiados chilenos. Más importante, el escándalo ha figurado largamente en las páginas deportivas: ningún amante del fútbol puede ignorar esta controversia”, dice uno de los textos, según el cual hasta se reunieron 30 mil firmas en una petición a la SFA.

En la revista, Chile es comparado con Sudáfrica como un prototipo de represión, así como el país africano lo era de discriminación racial: “El régimen está aislado, condenado universalmente, incluso por Estados Unidos. La Junta está desesperada por cualquier reconocimiento, cualquier visita que quiebre su cuarentena y permita mostrar a sus partidarios que todavía tiene amigos. Es doblemente vergonzoso que Escocia, que ha estado en primera línea de la campaña de aislamiento (…) sea ahora el país que ayude a quebrarlo”.

Incluso en el ingreso al histórico partido de Wembley, aquel recordado por la invasión de los hooligans, se manifestaron los oponentes al partido en Santiago, como se puede ver en la fotografía que ilustra este artículo.

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Imagen: People’s History Museum.

Y claro, fue en ese ambiente que nació la canción de Adam McNaughtan. “Uno de mis amigos y colegas estaba en la dirigencia del Queen’s Park y en la SFA, incluso fue a Argentina al año siguiente, entonces yo estaba muy al tanto de las tensiones que había por la decisión de jugar en Santiago. Hice la letra y la melodía juntas y como no escribo música, le pedí al profesor de música de la escuela en la que trabajaba que escribiera la melodía para cantarla. Solo la había cantado una docena de veces en clubes folk cuando la publicó el Sunday Times. Le escribí la letra a algunas personas que me escucharon cantarla y algunos de ellos empezaron a cantarla también, a menudo sin recordar mi melodía”, recuerda ahora.

El cantautor dice que luego de escribir “Blood upon the grass” fue invitado a algunos actos de solidaridad con exiliados e incluso compartió escenario con músicos chilenos, pero relativiza el alcance de la campaña contra el partido: “Las protestas no fueron generalizadas. Estaban confinadas principalmente a la comunidad de la canción folk, a grupos de izquierda y a un puñado de hinchas con la mentalidad correcta. Más allá del partido, en ese entonces ya habían grupos de apoyo en Escocia para los refugiados chilenos”, explica.

Por cierto, recién 40 años más tarde, en la entrevista para este artículo, Adam McNaughtan se entera que Víctor Jara no estuvo en el mismo estadio donde jugaron Chile y Escocia y del error que contiene su letra: “Primera vez que me lo dicen”, admite.

Casi en el olvido

En Chile, el amistoso pasó rápidamente al olvido. En los días siguientes, las páginas deportivas destacaron la calidad de la selección escocesa y la paupérrima situación del combinado local, pero pronto se volcaron al torneo local. La Selección Chilena prácticamente desapareció del mapa. “Eso fue todo ese año”, dice La Roja de todos, el libro de Edgardo Marín, en el breve párrafo dedicado al partido.

“Lo único que recuerdo es que fue una noche de invierno, que fue un partido muy luchado, que cambié camiseta con uno de ellos y que las camisetas eran lindísimas, nada que ver con las que teníamos acá. Después la usaba con mucho orgullo en la playa, en las vacaciones, y tiraba pinta. ¡Mira de las cosas que uno se acuerda! – dice Leonardo Véliz, uno de los atacantes de Chile en ese partido. Yo no recuerdo que se haya hablado algo acá. En esos términos, solo se habló cuando los rusos se negaron a venir”.

En el Reino Unido, en cambio, hay quienes mantuvieron el recuerdo del episodio. En una entrevista radial reciente, el portero Alan Rough recordó la campaña de boicot y dijo que nadie les preguntó a los futbolistas si querían viajar a Santiago: “Nosotros éramos futbolistas, teníamos que jugar futbol y dejar sonrisas en las caras de las personas. Sabíamos lo que estaba pasando en el país pero no había nada que pudiéramos hacer al respecto. Además, nos dijeron que fuéramos a jugar como profesionales representando a nuestro país y asumir que la SFA nos estaba llevando para allá (…) Cuando estuve en el estadio de Santiago, lo que más recuerdo es que iba al camarín y había agujeros de bala en la pared, donde colgaban a la gente y la mataban”.

Asimismo, los objetos de la campaña contra el partido se convirtieron en piezas de museo. El People’s History Museum de Manchester guarda hasta hoy el cartel que se usó en Wembley, además del ejemplar de Chile Fights dedicado al amistoso, y en 2013 le dedicó un artículo al hecho: “La cuestión se planteó en la Cámara de los Comunes, una reunión con un grupo de exiliados chilenos fue rechazada por la SFA, se organizó un piquete de una semana fuera de la sede de SFA y muchos aficionados boicotearon los partidos”, decía. Un año más tarde, el tema volvió a ser expuesto en una jornada de conversación sobre fútbol y política, llamada Playing Politics.

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“Blood upon the grass”, por su parte, también cobró vida propia. Adam McNaughtan la incluyó en Words, words, words, disco que publicó en 1983 y que fue reeditado en 2000 a través del sello Greentrax, bajo el título The words I used to know. “Luego fue grabada por el difunto Iain Mackintosh, otro cantante de Glasgow, y por Ed Miller, un escocés que vive en Austin, Texas. También tuvo algunas pocas pasadas por la radio”, explica el mismo cantautor. Más recientemente, fue incluida en Justice for Victor Jara (2003), un compilado editado en Escocia por los 40 años del homicidio del cantautor chileno.

La letra, además, se puede hallar en la Colección de Canción Política Jane Buchan, de la Universidad de Glasgow. Ahí, hay versos dedicados a las “canciones de paz y libertad” de Víctor Jara, que pese a su cruel destino, continúan sonando. Ahora, 40 años más tarde, una de esas frases también podría aplicarse a “Blood upon the grass”, casi apagada por el olvido pero aún resistente. Es una sola frase y es elocuente: “Su mensaje no se detiene”, es lo que dice.

*Este artículo fue escrito con la colaboración de la musicóloga Eileen Karmy.

Imagen destacada: People’s History Museum.




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