Maximiano Valdés: “En Chile necesitamos pensar más en la vanguardia”

Junto a la Orquesta Filarmónica, el director chileno estrena un concierto del polaco Krzysztof Penderecki y luego presenta la ópera Rigoletto. Acá habla del compositor europeo, “el último de los grandes”, y también de la ausencia de la música en la educación chilena: “Se considera como una actividad para gente rica y no es así”, asegura.

Junto a la Orquesta Filarmónica, el director chileno estrena un concierto del polaco Krzysztof Penderecki y luego presenta la ópera Rigoletto. Acá habla del compositor europeo, “el último de los grandes”, y también de la ausencia de la música en la educación chilena: “Se considera como una actividad para gente rica y no es así”, asegura.

A Maximiano Valdés (Santiago, 1949) hay que ir a buscarlo hasta los pisos superiores del Municipal de Santiago para hallarlo. Cuando la noche del viernes ya ha caído sobre el centro de la ciudad y la mayoría de las personas inician su fin de semana largo, él está en la Sala Ramón Vinay, ensayando junto a la Orquesta Filarmónica. El reloj lo apremia y apenas tiene tiempo para una conversación, porque aunque permanecerá en la capital por algunas semanas, solo está de paso.

Valdés vive en Puerto Rico, donde desde 2008 dirige a la Orquesta Sinfónica de ese país, y está en Santiago por dos motivos: primero, este martes y miércoles, volverá a dirigir uno de los conciertos de la temporada en la sala de calle Agustinas; luego, se hará cargo de Rigoletto, la ópera de Verdi que se presentará a partir del 14 de julio.

En los conciertos de esta semana, encabezará un programa que contempla tres obras. Aunque inicialmente comenzaría con la Sinfonía n.° 25 en Sol menor, K. 183 de Mozart, finalmente será con la Nº 29 en la mayor, K. 201/186a, porque es más apta, justifica Valdés: “La 25 es una sinfonía que requiere más estudio, así que preferí una sinfonía que está más a la mano”, explica, todavía con algo de sudor del ensayo sobre la frente.

Al final, dirigirá la Sinfonía N° 2 en Do mayor, op. 61 de Schumann, un compositor con el que dice tener afinidad, “porque crecí como pianista y toqué mucha música de él. De hecho, en mi examen final de piano, en Roma, hice la Fantasía en Do mayor”, recuerda. “Yo había propuesto Renana, la Sinfonía N° 3, pero nos dimos cuenta que fui el último que la dirigió, entonces decidimos hacer la Segunda, porque hace tiempo que no se toca. En Chile no se hacen las sinfonías de Schumann muy a menudo”.

Entre ambas obras está la principal preocupación de Valdés, el estreno latinoamericano del Concierto para guitarra y orquesta del compositor polaco Krzysztof Penderecki, que interpretará el también polaco Lukas Kuropaczewski, a partir de la versión para viola y chelo.

El director chileno conoce bien al autor del Treno a las víctimas de Hiroshima. No solo ha dirigido su música, sino que mantienen una relación de amistad hace años. Con ese aval, afirma que su importancia en la música actual es “enorme y fundamental”.

“Es el último de los grandes que queda vivo y es un compositor cuya música se toca en todas partes, le comisionan. La Ópera de Viena le comisionó una ópera para el año próximo y el grado de aceptación se mide en la medida que él escribe una pieza y muchísimas orquestas y teatros quieren tocarla. La gran mayoría de los compositores contemporáneos, los más radicales, no están presentes en salas de conciertos precisamente porque su música requiere una enorme cantidad de ensayos y en general se buscan espacios más propios para ese tipo de repertorios. Penderecki optó por trabajar el género del concierto solístico y en los últimos años se ha dedicado a eso. Al mismo tiempo, obras corales y sinfonías. Ya va en su octava sinfonía”.

¿Qué dificultades tiene esta obra para la orquesta y el director?

Todas las que se puedan. Penderecki tiene una atracción por los ritmos difíciles y por los pasajes virtuosos, rápidos, que hacen que sea arriesgado. Es una obra muy bien armada, reconstruida. Es una gran compositor y no lo digo solo en el sentido de su belleza musical, sino que es un artesano de la música: el uso de sus medios musicales, cómo los distribuye. Él tiene una sabiduría producto de un conocimiento muy vasto de la cultura musical europea. En esto no hay engaño: para llegar allá arriba se requiere conocimiento, talento y conocimiento. Lo que pasa es que en el mundo de hoy, el conocimiento deja de ser un factor clave en el liderazgo y en las personas. Antes el conocimiento se reconocía y se respetaba. Hoy, para llegar a ser respetado por conocimiento, se requiere un tiempo muy largo…

Y parece que en esta época no estamos para tiempos largos…

No, sobre todo que se dan grados de conocimiento, entonces hay ciertos grados menores que tienen mayor aceptación y se proyectan con éxito, en vez de los niveles de conocimiento superiores que requieren más esfuerzo y más trabajo, pero que de alguna manera se ven como lejanos.

Usted dice que Penderecki es el último de los grandes, ¿con quién lo compara?

Con Boulez, que acaba de fallecer. Con Stockhausen, que todavía está vivo pero evidentemente en un camino extraordinario desde el punto de vista de la calidad de su música, aunque sumamente sofisticado y por consiguiente no popular.

Penderecki tomó una decisión de que su música se tocara y optó por un regreso a una gestualidad que es propia de la música tonal. Él no usa el sistema tonal, pero sí su gestualidad y sus formas de utilizar una métrica, por ejemplo, que los compositores contemporáneos ya dejaron de usar. Él optó por un camino, influenciado evidentemente por Shostakovich y por Bruckner, y por obras religiosas de gran envergadura, considerando que en su país el fervor católico era muy fuerte, sobre todo antes de la caída del Muro. Eso hizo que escribiera el Réquiem polaco, el Credo y Las siete puertas de Jerusalén, sus tres grandes obras corales.

Maximiano Valdés y Krzysztof Penderecki.

Maximiano Valdés y Krzysztof Penderecki.

A pesar de su importancia, no es un compositor que se toque mucho en Chile. En ese sentido, ¿qué relevancia tiene para usted dirigir esta obra?

No es música popular, no es música que la gente vaya a hacer cola para venir a oír. Además, creo que en Chile necesitamos pensar un poco más en la vanguardia y en la música que se está escribiendo hoy. No sé si es porque estamos tan lejos geográficamente de los centros de desarrollo y pensamiento musical, pero nuestros compositores tampoco se tocan tanto en relación a cómo se tocan en otros países.

Además, hay una falta de educación en el público, ya que los programas en colegios, y sobre todo la actividad musical familiar, han ido decayendo y hacen que menos gente se acerque a la música. Entonces, para poder vender, se va a lo más conocido. Esto ha afectado el hecho de que se pueda hacer un repertorio más contemporáneo y es algo que no sucede en otros países. Esto no es un fenómeno mundial, eso no es cierto.

¿Es algo particular de Chile?

Creo que es de Chile o sobre todo de los países donde la música tiene que venderse para producir ganancias. También ha ocurrido en Estados Unidos, pero allá los compositores han reaccionado frente a este fenómeno y han escrito música que el público comprende. Así ha nacido gente como Adams, como Williams, que encontraron una voz propia dentro de un discurso de música más tradicional.

Yo me acuerdo que cuando yo iba creciendo, y después también, la Orquesta Sinfónica hacía una programación con compositores nacionales muy presentes y eran ellos los que manejaban esto. Domingo Santa Cruz o Alfonso Letelier eran gente que estaba metida en la dirección de la Orquesta Sinfónica y en el Conservatorio. Por consiguiente, tenían el poder. Hoy no es así.

¿Ahí está el problema entonces, en la gente que está a cargo de las instituciones y orquestas?

Así era en el pasado. En el caso de la Sinfónica, que ha sido la orquesta tradicional de la música chilena, yo me acuerdo que Domingo Santa Cruz y Alfonso Letelier eran compositores que estaban a cargo del Centro de Extensión de la Universidad de Chile y que se programaba regularmente música de compositores chilenos. Había un amor por invertir en Chile y por desarrollar esto.

Lo digo yo, que vivo afuera y veo cómo surgen ciertos países de América Latina que producen músicos que compiten a nivel mundial y así dan a conocer su realidad cultural. Me refiero sobre todo al caso venezolano, al caso mexicano; brasileños hay muchos hoy en día, peruanos han salidos dos o tres cantantes y directores importantes, colombianos. Claro, quizás estamos más lejos de los centros, pero esto refleja que Venezuela invirtió en su gente y en la educación de sus jóvenes y el resultado es asombroso.

¿Qué papel le cabe al Estado en esa tarea? En Venezuela tuvo un rol.

Sí, pero no fue el Estado, fue un hombre que encarnó esto, que fue José Antonio Abreu. Acá en Chile hubo un hombre que encarnó el movimiento juvenil, que fue Fernando Rosas, y él lo sacó adelante contra viento y marea. Estas cosas las hace gente que asume el liderazgo de sacar a don Domingo Santa Cruz también, porque se peleó con medio mundo, pero creó una institución y una cultura musical. Se necesita liderazgo y luchar por tomar el control de las instituciones para favorecer los procesos culturales. Si se deja en manos de quien está muerto de miedo de perder dinero en la venta de entradas, evidentemente se va a una visión más conservadora.

Lleva casi diez años como director titular de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, un país que ahora enfrenta una severa crisis económica. ¿Qué evaluación hace de su experiencia y qué dificultades puede tener en el futuro?

Que hay una crisis es indiscutible y todos estamos conscientes de que viene un apretón fuerte. Yo espero que no haya grandes dificultades. Es una orquesta que en 2018 va a cumplir 60 años, que fue fundada por Pablo Casals, un chelista mundial que era catalán, pero que su madre era de Puerto Rico. La orquesta y el Festival Casals representan un prestigio internacional para la isla. Además, en Puerto Rico hay una rica cultura musical, hay escuelas libres de música gratis para los estudiantes, hay Conservatorio y hay muchas familias de clase media e incluso humilde que tienen a sus hijos estudiando música. Es un fenómeno social difundido, no es una cosa de la elite, entonces no creo que alguien tenga en mente afectar una institución de este tipo. Ahora, sí puede ser que haya reducción de presupuestos, pero no creo que afecte todo lo que incide en la educación cultural de la isla. Otra cosa es lo que va a pasar con los acreedores.

¿Se proyecta allá por mucho más tiempo?

Tengo una muy buena orquesta. La gran mayoría de los músicos han estudiado en las grandes escuelas de Estados Unidos y tocan muy bien. Tenemos una nueva sala de conciertos magnífica y hago el repertorio que me parece, no tengo limitación instrumental para hacer las sinfonías importantes. También estoy a cargo del Festival Casals, al que todos los años invitamos a los mejores músicos posibles del mercado internacional. Esto es bastante extraordinario en un territorio tan pequeño, de modo que mi trabajo es muy estimulante y estoy muy contento. Ahora, todo tiene su fin y cuando llegue el momento, nos iremos.

¿De vuelta para Chile?

No sé. Evidentemente, para volver a vivir aquí tiene que haber un proyecto y por ahora no lo hay. Sigo viniendo a las orquestas y espero seguir haciéndolo, pero tiene que haber un proyecto para venir a largo plazo. Por ahora, no se vislumbra.

Por lo que dice, además, allá la música tiene una mayor relevancia en la vida cultural.

Sí, pero eso no quiere decir que renuncie a hacer un proyecto aquí. Hay tanta gente joven en Chile tocando en orquestas juveniles que son muy buenos y merecen tener un futuro. No creo que el sistema juvenil tenga que terminar con el último año de participación en orquestas, debiera ser enfocado como un enriquecimiento comunitario y que haya una red de orquestas que hagan el repertorio tradicional. Lo que pasa es que la educación ha hecho que se considere la música como una actividad para gente rica o elitista, pero no es así, es un lenguaje que comparte el mismo espacio que el lenguaje hablado o pintado. Lo que pasa es que no se enseña. Y como no se enseña, la gente lo ve como lejano, pero eso no sucede en Polonia, desde luego, de donde es Penderecki.

Programación

La Orquesta Filarmónica de Santiago se presentará a las 19 horas de este martes y miércoles en el Municipal de Santiago. Más información y entradas en este enlace. 





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